La cima del Monte Targon [Diana x Leona FanFic]

Cap 22: Destellos en la Oscuridad.

Diana pudo sentir la necesidad en los besos de la castaña. Sus labios se apoderaban sin pudor alguno de los suyos y su agarre sobre sus manos fue fijado con mas fuerza, parecía que Leona no quería que su presa escapara, cosa que la platinada encontró innecesario pues no era su intención escapar.

Gustosa permitio al hambre de Leona abrirse paso, incluso cuando la suave y humeda Lengua de ésta entro en juego con una intromisión repentina buscando la suya. Que podia decir... Leona era brusca en todos los sentidos aparentemente, pero la del sol no era la única que había soñado despierta con esta ocasión, asi que uso un poco de fuerza para librarse del agarre y abrazar el cuello de Leona, buscando ella también apagar el deseo que empezaba a crecer en su interior de poseer a la castaña.

Era un intento desenfrenado, Diana olvidó por completo las palabras que recién había dicho a Leona y que ella misma se había repetido en su cabeza infinidad de veces, sus manos parecieron cobrar consciencia y casi por voluntad propia empezaron a descender por el camino que presentaba la tallada espalda de la de tez acaramelada, sintiendo y remarcando los músculos de la chica, quien escarmentaba cada vez que accidentalmente era tocada en una zona adolorida.

En un arrebato de atrevimiento, y aprovechando que su excitación había apagado la mayoría de los inhibidores en su cerebro, Diana abandonó los labios que tenía frente a ella no sin antes morder con poca sutileza el ya roto labio inferior de Leona, arracando un quejido mas complacido que de dolor antes de hundirse en su cuello y aspirar el aroma único y que tanto había añorado de la castaña.

A su mente vinieron recuerdos de las jugadas que le había hecho su imaginación, cuando ambas compartían su estrecha cama, sintiendo el calor y la fragancia de los cabellos de Leona apegados su cuerpo por las noches, fantaseando arrancar los costosos vestidos ceremoniales que portaba la mayor en los eventos solari y tenerla para sí misma en ese mismo lugar, frente a todos los idiotas que observaban a su Leona con ojos que no hacían ademán de ocultar sus pensamientos salvajes. Pero, cuando las imágenes en su mente se ponían demasiado vividas su rostro se ponía del color del sol del atardecer y rezaba a ningun dios en particular por que la mujer que roncaba a su lado no se diera cuenta de ello, ni notara los desenfrenados latidos de su corazón.

Ahora, sin embargo, era una situación distinta. Ella no retrocederia, no podía pensar bien si era el momento y el lugar y simplemente tampoco quería hacerlo. Ocupar algun espacio de su mente en algo mas que no fuera Leona en ese momento le parecía un desperdicio.

Mordió suavemente la piel expuesta y empezó a dejar besos que en poco tiempo se extendieron a las clavículas de Leona quien cada vez más y más vociferaba el placer que le causaban los besos y caricias que le eran proporcionadas.

Las manos de Diana descendieron más y mas hasta llegar a la zona de la espalda baja, donde luego de dejar un par de caricias se dirigieron a su verdadero objetivo. Los duros entrenamientos a los que se había sometido la castaña desde pequeña no habían sido en vano.

Sujetó con fuerza el par de bien formados cojines que tenía Leona, apretando con fuerza y nuevamente arrancando una exclamación extasiada de los labios de esta. Sus besos no se detuvieron hasta que encontró imposible seguir su exploración del torso de la mayor en esa posición, así que mientras sus ojos y cabello se encendían con un suave fulgor platinado levantó su torso de la fria piedra del suelo de la cueva y tomó a la castaña de los muslos, levantándose junto con ésta, cargandola hasta ser ahora ella quien aprisionaba el cuerpo de Leona contra la pared, reanudando su sesión de besos y mordidas en la zona desnuda de la solari, quien simplemente arqueó un poco su espalda cuando la boca de Diana fue a parar en su senos, instandola a continuar con su trabajo mientras ella abrazaba con sus piernas las caderas de la menor y enredaba sus dedos en sus hebras blanquecinas.