06 | Romper el hilo

126 12 33
                                    

Cameron

Son cuatro los intentos que tardo en conseguir encestar desde el centro de la pista que tengo montada en el jardín.

Me cuesta más de lo que debería concentrarme y una pequeña parte de mi se resigna a admitir que eso se debe a la persona que hay tomando el sol a tan solo unos metros de aquí. Mientras que boto la pelota la miro de reojo. Cassie y ella han empezado con su ritual de bronceado a la vez, por lo que ambas están boca arriba en las hamacas disfrutando del sol.

Aparto la mirada y me centro en lo mío.

Boto la pelota con más fuerza que antes y doy unos pasos hacia atrás para alejarme del aro y ponerme a prueba. Soy perfectamente consciente de que el baloncesto es un juego de equipo, pero no puedo negar que la idea de entrenar solo me produce unos resultados mucho más gratificantes que cuando lo hago con el resto de mis compañeros.

Ellos no se esfuerzan tanto como yo, no todos están ahí con la idea de convertirse en alguien en un futuro, mucho solamente lo ven como un hobbie y algo en lo que pasar las tardes, por lo que su esfuerzo es mínimo. Al ser un equipo local cualquiera es capaz de unirse, y aunque en los partidos se nota quienes valen para esto, una vez que has pasado las pruebas iniciales, te unes sin que se espere demasiado de ti.

Y claro que cuando me sumé a la sub-22 nada más cumplí dieciocho, papá se encargó de dejarme muy claro que esto era un todo o nada. Durante los meses previos al verano me preparé físicamente lo mejor que pude, entrené sin descanso y me encargué de ser el mejor. Todo con la idea de que al entrar en la temporada de verano, el entrenador me colocaría como capitán, y así la idea de que en algún momento me ofrecieran una oferta para entrar en otro equipo de mayor reconocimiento en el que sí que pudiera dar mi máximo, comenzara a rondar entre mis posibilidades.

Suelto de golpe todo el aire que se ha acumulado en mis pulmones mientras que sigo botando la pelota. Con la mano que tengo libre me remuevo el pelo, que se me queda pegado a la frente debido a la fina capa de sudor que me cubre la piel.

Afino la vista, doy un paso hacia atrás y lanzo, volviendo a fallar el tiro.

—Juraba que eras bueno, Walker.

Al llevar la vista hacia ella reparo en que se ha puesto un vestido color crema de playa sobre el el bikini y que cuando la pelota rebota justo a su lado, no piensa demasiado antes de cogerla. Tuerzo ligeramente la cabeza y esbozo una sonrisa de suficiencia. Mantengo mis ojos pegados a los suyos mientras que la veo pasarse la pelota de mano a mano.

—Yo juraba que no eras tan insoportable.

Echa los hombros hacia atrás, alzando la vista y se apoya en uno de los pilares que sostienen el porche. De un vistazo rápido me da un repaso que no me pasa por alto.

—Sorpresa —remarca, con una falsa alegría—. Me ha dicho tu hermana que te ve distraído.

Suelto una risa.

—¿Y has venido a ver como estaba?

Frunce el ceño, pegándose la pelota al abdomen.

—Eso también me lo ha pedido ella.

—Ya.

—No te lo creas si no quieres.

Avanzo un paso, luego otro más. La sonrisa me baila entre los labios.

—Bien —murmuro, alzando los hombros con indiferencia.

Lo más probable es que se lo haya pedido mi hermana, pero al menos no se ha negado a hacerlo. Y aunque la idea me guste; tan rápido como la siento, me recuerdo a mi mismo todo lo que me ha hecho desde que la conocí, y el odio vuelve a rodar entre mis pensamientos.

Efectos ColateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora