16 | Promesas

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Cameron

El corazón me va a mil por hora, y me cuesta reprimir las ganas que tengo de cargarme a Trey en este preciso momento. Intento mantener la mente en blanco y pensar con algo de claridad mientras que atravieso la multitud en dirección al lugar que Madison me ha dicho. Ignoro por completo todas las protestas que llegan a mis oídos, y también los murmullos de mi alrededor.

Una sensación extraña recorre mi cuerpo de punta a punta cuando la veo. Se me eriza la piel pero no por eso detengo mi paso. Trago saliva cuando llego, y mi primer instinto es arrodillarme frente a ella para poder estar a su altura.

Al repasarle el cuerpo en busca de algo que esté fuera de lugar, me doy cuenta de que en el brazo derecho tiene la piel algo más rojiza. Vuelvo a respirar porque no quiero perder los estribos ahora.

Pongo ambas manos sobre sus rodillas, y en cuanto es consciente de mi contacto se estremece y parece querer echarse hacia atrás. Su rechazo me sienta como una patada en el estómago, pero intento no tomármelo demasiado personal. Alzo las manos en señal de paz para que vea que no supongo ningún peligro. Primero sus ojos se dirigen hacia el lugar que antes estaba rozando, y después su mirada viaja hasta la mía.

Sus pupilas están lo suficientemente dilatadas como para saber que algún tipo de droga está rondando por su organismo. Me quedo anclado a ella, observándola durante más tiempo del que soy consciente, e inevitablemente me pregunto qué es lo que se le estará pasando por la cabeza a ella en este preciso instante.

—Cameron.

Escucho a Madison llamarme, y lo preocupada que parece cuando la miro, me hace reaccionar y centrar mi atención en ella.

—No sé... No sé qué hacer —confiesa frustrada—. Este evento está bajo mi responsabilidad. Mis padres confían en mí. Pero Leila es mi mejor amiga y no puedo simplemente dejarla aquí. No puedo... No... No sabía a quién más llamar.

Siento su impotencia, y es por eso que procuro tranquilizarla. Yo también he estado en su situación, y sé lo difícil que es querer atender mil cosas a la vez, y debido a eso, no llegar bien a ninguna.

—Yo me ocupo de ella, Madison. La llevaré a mi casa y cuando mañana esté mejor ya discutiremos qué hacer con lo que ha pasado.

Asiente con cierto pesar y aunque me parece que confía en mí, sé que estaría mucho más cómoda si pudiera ser ella la que se quedara cuidándola.

—Prométeme que me llamarás si ocurre algo.

Pongo mi mejor y más sincera sonrisa.

—Te lo prometo. No le pasará nada mientras esté conmigo.

Madison traga saliva y toma una respiración profunda. Se levanta de su sillón y se acerca a Leila. Comienzan a hablar en un tono tan bajo que me es imposible entender nada, por lo que me limito a esperar y observar la situación.

Cuando se incorpora tiene los labios apretados y la mirada firme.

—Gracias, Cameron —me susurra, justo antes de girarse y desaparecer entre la multitud.

Vuelvo a la misma posición que tomé cuando llegué y agradezco que esta vez, cuando pongo mis manos sobre sus rodillas, su reacción no sea otra que relajarse.

—Hola, enana.

Mi voz es suave y la miro a los ojos cuando hablo en busca de alguna reacción que me haga ver que Leila, mi Leila, sigue ahí dentro.

En el momento en el que le doy un rápido repaso a su cuerpo, me doy cuenta de que tiene la piel de gallina. Trago saliva y me paso una mano por el pelo, nervioso.

Efectos ColateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora