01 | El cuadro de mamá

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Leila

—¿Has encontrado algo más?

Maddie no quita la mirada de su teléfono. Mueve los dedos por el táctil con el ceño ligeramente fruncido.

—No, solo el de la cafetería del centro. Pero hace un par de días cerraron el anuncio, ya tienen al personal necesario. —Me mira, ofreciéndome las patatas que hemos comprado en una de las tiendas del paseo marítimo.

—¿Crees que soy buena como niñera? —le pregunto, al encontrar un anuncio que ha conseguido captar mi atención.

Hace una mueca de duda que decido ignorar y me apunto en las notas del móvil el número que pone en la pantalla. Releo un par de veces más el anuncio.

—Es en el que mejor pagan —le informo, intentando convencerme también a mi misma de que sería capaz de hacerlo.

Remuevo la arena con los pies, dudosa. Maddie se acerca un poco más a mi y también lo repasa con los ojos ligeramente entornados.

—Debe ser de una buena familia, la dirección es de mi barrio —comenta. La observo con una ceja alzada cuando sus ojos se abren algo más de lo normal—. Son los Walker.

Y a pesar de que ella parece impresionada, la expresión de mi cara no varía demasiado.

—¿Es malo? —inquiero.

Ella se encoge de hombros, sé que no quiere decir nada que afecte mi decisión.

—Depende. Mi hermano de vez en cuando ha tenido contacto con ellos y según dice no son personas muy abiertas.

Me tomo un par de segundos para pensar mientras me muerdo nerviosamente el labio. Releo lo que me ofrecen y me cuesta rechazarlo.

—Creo que puedo con ello. Solo tendré que cuidar a su hija pequeña, y el dinero...

Maddie asiente y dirige la mirada hacia el mar.

—Seguro que puedes —me anima—. Y en caso de que no, siempre puedes pedir refuerzos.

Usa su dedo índice para señalarse disimuladamente, observo sus uñas, pintadas de un color verde botella y el cómo contrastan con su piel oscura.

Vuelvo a meterme en las notas del móvil nerviosa. Necesito este trabajo.

Debido a que el verano ya ha comenzado en California muchos de los puestos que estaban más demandados se encargaron de ser ocupados antes de que comenzara la temporada. El estrés que tenía encima debido a los exámenes finales no me hizo percatarme de que las ofertas volaban y que terminaría aferrándome a lo poco que quedaba por estas fechas.

La situación económica en casa se sobrellevaba con dificultad ahora que papá es el único que trabaja, él siempre me dice que no, pero sé lo bien que le vendría algo ayuda, por lo que no me lo pienso demasiado a la hora de tomar una decisión. No creo que le guste la idea de dejar de lado mi futuro y ayudar con la situación de mamá, pero mi conciencia no me permite hacer otra cosa que no sea esa.

Cuando decidí que quería estudiar Diseño Gráfico sabía que el camino no iba a ser fácil, mucho más si cursarla implica marcharme a una ciudad que está a quinientos kilómetros de aquí.

Hace tan solo un par de semanas que mandé la solicitud a la Universidad de Artes de California, sabiendo que hasta finales de agosto no tendría una respuesta. También me quedé abierta a otras opciones, pero sé que si consigo que me acepten en aquella, no voy a dudar ni un segundo a la hora de irme.

Retuerzo los dedos en las tiras de mi bikini y decido que no tengo nada que perder llamando. Le hago un gesto a Maddie para que se calle y deje de parlotear sobre la fiesta del cuatro de julio que se celebrará en una playa cercana a su casa, y que según ella se convertirá en el evento del verano.

Efectos ColateralesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora