Cap 6

1K 118 20
                                    


Había pasado una semana desde esa platica, el omega se había recuperado por completo, esa mañana se había levantado con una convicción, investigar sobre los enemigos del alfa, tal vez no podría defenderlo como él decía, pero le gustaría saber que terreno estaba pisando, esa mañana le pidió permiso para dar un paseo por el establo.

—Omega, te he dicho que puedes andar libre por el castillo, ya no estás castigado.

Dicho esto, se fue, dejándolo con una sensación pesada en su ser, buscó un conjunto de los nuevos que había traído la costurera, la última semana casí del diario traía ropa, el temía que la nueva ropa no cupiera más en su baúl, y el alfa le había dado un ropero blanco con maniguetas doradas, diciéndole que ese mueble siempre estuvo vacío, predestinado a su pareja.

Ahora que el mueble estaba lleno de su nueva ropa se sentía mortificado, pues no quería acostumbrarse a él, como sucedió con su antiguo baúl, el ropero no se lo podría llevar. Así que por precaución trataba de no emocionarse por aquel mueble y por nada de que en aquella habitación había.

Sabía que ese lugar solo era una etapa y si se acostumbraba la pasaría mal después.

En su mente se regañaba constantemente, pues el dormir en esa cama y con el alfa era una experiencia totalmente enriquecedora.

Añoraría su calidez, su aroma, los brazos que todas las noches lo sujetaban a su costado, las miradas que compartían, era un placer culposo.

Jimin ya no platicaba con él, había aprendido la lección, para él todo razonamiento era absurdo. Y el omega solo lloraba por no ser tomado en cuenta.

Hubo una noche en la que el alfa le preguntó en qué tanto pensaba de nuevo y tuvo que mentirle.

—Solo pienso en si nuestro primer hijo será un niño o una niña.

El alfa solo había sonreído.

—Tendremos varias niñas y varios niños, por eso no te preocupes.

Jimin solo siguió comiendo. Intentando ocultar que sus pensamientos daban vuelta una y otra vez en la pelea del bosque, del comportamiento de su lobo omega.

Se puso un conjunto blanco con detalles en dorado.

Se vió en el espejo, no creía que ese traje fuera para el diario, pero todos los demás tenían volantes.

Se puso las botas negras que el día anterior le fueron dadas, acomodó su cabello de lado y se asomó por la puerta, allí no había nadie.

Recordaba la última vez que había salido del castillo, cuando cabalgó con el alfa a su espalda, ese día creía que podría ser libre, no pensaba mucho en esa cabalgata, pues no quería imaginarse que el alfa sintiera algo por él.

Camino por un pasillo, miraba los cuadros colgados, las pinturas, los muebles.

Cuando iba a dar la vuelta en una esquina casi choca con unas muchachas, al parecer eran doncellas, él se alejó y les hizo una reverencia, ellas se quedaron impactadas y lo miraron con espanto.

El omega siguió caminando.

Se cruzo por el camino un montón de gente y todos tenían la misma reacción, casi ninguno lo saludaba y se quedaban anodados.

Salió del castillo y se preguntó si habría algo malo en él, se fue a los establos y allí vio al caballo negro en el cual habían cabalgado esa tarde.

Se acercó y lo acarició.

— A el rey no le gusta que toquen su caballo.

Alguien salió del establo de alado.

Mi Alfa FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora