uno.

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Han pasado ya casi seis meses desde aquel lunes en que decidí tomar mis maletas y dejarte dormido en nuestro antiguo apartamento. Seis meses en los que he tenido que desacomodar y acomodar en bucle todo lo que hasta entonces creí conocer del amor.

Mentiría si dijera que estos seis meses han sido fáciles, el asiento conductor de mi auto y mi reciente afinidad por las bebidas calientes no me dejarían decir tal atrocidad; Juyeon, me pasé meses llorándote. Llorándole a la idea que tenía de ti, a las mañanas de miradas y risas después del sexo. A las películas sin terminar y a las discusiones bobas que terminaban en besos, a la idea de tener a quien esperar los viernes por la noche y hablar sobre nuestra semana.

Mentiría también si te dijera que estos meses han sido meses de soltería y abstinencia, comí con la mayoría de hombres en un radio de 30 kilómetros con la esperanza de encontrar satisfacción en hacer lo mismo que tú, con el único plan de pagarte con la misma moneda antes de mirarte de nuevo a la cara y decirte en agrias palabras que me acosté con alguien más.

Al principio, celebraba cada que salía de una de mis citas y veía tu nombre en la pantalla de bloqueo con llamadas y mensajes perdidos: dos, cuatro; ocho días contados en los que tuve más parejas que en los veinticuatro años antes de conocerte.

Esperaba sentir la satisfacción que supuse sentías tú al saber que yo esperaba a tu regreso mientras tú terminabas con media facultad, sin embargo, nunca llegó y, contrario a mis planes, un día simplemente dejaste de aparecer en mi teléfono. Primero, dejaste de llamar insistentemente, luego, mi buzón de llamadas extrañaba tu nombre. Los mensajes fueron los últimos en dejar de llegar.

Fue entonces cuando comprendí que no te entendía y quizás nunca lo haría, entonces, quise regresar. Quería tomar las llaves y manejar todo el camino hasta ti, pedirte perdón, arrodillarme, confesarme, rogarte y pedir por más viernes en la madrugada, por más noches de esperar un calor que no llegaría, pero tú ya no estabas.

Me quería morir.

Encontrar la idea de tu probable nueva dirección tomó tiempo y reflexión, encontrar el valor para escribirte, requirió de más. Noches enteras retorciéndome en la cama, pensando, llorando, buscando tu calor y encontrándome con la fría almohada.

Me sentía como un estúpido. Quizás y si lo era, quizás todavía lo soy por remotamente considerar de vez en cuando que, si me muestro lo suficientemente arrepentido, volverías a quererme. Tal vez lo soy por anhelar el olor a café de tus camisas mientras me fundo en el pecho de otro hombre. Si regreso a implorando tu clemencia y tu perdón ¿Lo considerarías siquiera?

Donde sea que estés, cuando sea que estés leyéndome, sigo aquí. Junto al mar.

Lee Hyunjae.

The Way I Loved You | JUJAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora