Capitulo 8 - De regreso al viejo hogar.

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Edmund creía estar sumergido en una eterna pesadilla, de esas que solo deseas que terminen para poder volver a la realidad, sea dichosa o terrible.

El traqueteo del trineo cuando topaba con una roca lograba clavársele como un martillazo. El frío a su alrededor era tan insoportable como el contacto de brasas ardiendo. Yacía a los pies de Jadis, Sin una conciencia clara de cuánto tiempo llevaba allí. Solo sabía que había visto el cielo nocturno plagado de estrellas, Y después un horizonte que se hacía cada vez más claro en el este. Y seguían la marcha, a través de llanos interminables desnudos de árboles. Aquella monotonía sólo lograba prolongar la agónica etapa.

De vez en cuando, Jadis se dignaba a mirarle y cruzaban sus miradas por unos segundos. El chico se sentía entonces miserable e indigno al recordar que años atrás había quedado seducido por la belleza de aquella mujer. La bruja se deleitaba por unos segundos con la expresión de derrota que aparecía en el rostro del joven, pero después alzaba la barbilla y su rostro volvía a aparecer esculpido en mármol.

Sin embargo, pronto todo aquello que sentía y rodeaba comenzó una vez más a oscurecerse. Totalmente agotado y a la par profundamente desesperanzado, el menor de los Pevensie se esforzó en pensar que aquello realmente no estaba pasando, hasta que finalmente la inconsciencia le llevó y todo el callo en un frágil sopor, entorpecido por la fiebre y el cansancio.
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Jadis aguardaba en lo alto de una loma, sentada en el trineo como si se tratara de un trono de cristal. El viento zarandeaba su melena de rizos dorados y le confería un aspecto hetero y temible A su rostro eternamente joven.  Sus largos dedos acariciaban distraídamente el sedoso cabello negro del joven inconsciente que tenía sentado a sus pies, como si se tratara de un perro recibiendo mimos de su ama. La paciencia en ella tenía un límite, pero sabía esperar cuando estaba convencida de que las cosas  iban a salir a su favor. Siguió contemplando el valle hasta qué los sonidos de unos pasos profundos y lentos se hicieron oír a sus espaldas.

—Veo que te has dado más prisa de la esperada —comentó con una sonrisa satisfecha.

En efecto, ahí estaba la giganta que hubiera enviado como emisaria tres días atrás. Y a sus espaldas, ascendiendo la loma, un sinfín de espíritus, quimeras, demonios, arpías, murciélagos, buitres, ogros y todo tipo de criaturas de las sombras. Se desplegaron en toda su extensión hasta circundarla, rindiéndole pleitesía y aclamándola como su soberana.

—Estos solo son unos pocos, Majestad —aseguró la giganta—. El resto tardarán entre dos y tres días en llegar desde el norte.

—Nada —dijo la bruja para agradecer lo recibido. Simplemente se puso en pie y dejó que todos se maravillaran con la visión de su poder. Se retiró las pieles blancas de los hombros y dejó que el enano las recogiera. Después, apretó los pálidos puños y alzó ambos brazos sobre su cabeza, con la misma potencia con la que había arrancado un trozo de farol más de dos mil años atrás.

El suelo tembló bajo los pies de los presentes. Un temblor de tierra se extendió con furia en todas direcciones y el epicentro era ni más ni menos que el centro del valle.. Jadis sonrió más ampliamente y extendió los largos y blancos dedos. Los escombros se removieron y las rocas grandes como pequeños peñascos parecieron cobrar vida. No existe un modo más sencillo de describir lo ocurrido que decir que el castillo de la Bruja Blanca se estaba reconstruyendo asimismo.

Los bloques se colocaban en el sitio adecuado, elevando los cimientos de la fortaleza. La verja de metal se reconstruyó con una exasperante facilidad y Las torretas agudas como carámbanos invertidos se irguieron pronto cual  infranqueables montañas. Aquel terrible y fascinante espectáculo duró unos pocos minutos, pero finalmente Jadis lo dió por terminado y dejó caer los brazos. Se miró las manos con una ceja arqueada, moviendo los dedos con rigidez.

—La sangre de Adán... Tiene más fuerza de la que creía —murmuró para sí, auto complacida.

Después espoleó con el látigo a los renos. Éstos, que habían estado dormitando sobre la nieve, se despejaron rápidamente y empezaron a tirar del trineo con todas sus fuerzas, descendiendo la pendiente. Ante ellos se elevaba un castillo que dejaba  atrás a cualquier fortaleza conocida, al menos en cuanto a imponer se refiere. Jadis tiró de las riendas cuando se encontró ante el portal y descendió con absoluta agilidad del trineo, andando sobre la nieve reciente con absoluta facilidad. Uno de los seres que esperában en el límite del círculo se acercó a pasos cortos y felinos y la miró con cierto temor.

—¿Qué órdenais, mi señora? —sugirió la voz cantarina de la dríada.

Pero la Bruja Blanca no parecía estar ahí. Acababa de recordar algo de suma importancia que había pasado por alto hasta entonces. Recordó la última batalla vivida en Beruna, el muchacho con cota de malla que había caído de las alturas y que había quebrado su vara, desperdigando los fragmentos por doquier.

Clavó sus ojos grises y crueles en el espíritu de la naturaleza, en busca de las respuestas que tanto ansiaba obtener.

—¿Dónde está mi vara, la que se quebró? —sugirió.

La dríada ejecutó una rápida inclinación y se sacó de entre sus ropas un objeto qué emitía destellos dorados bajo la luz confusa de la penumbra nocturna. Jadis lo aferró con fiereza y lo observó por todos lados. Era la mitad de un cetro que en tiempos había sido agudo por ambos extremos. La bruja lo hizo girar entre las manos y, sin pensárselo dos veces, rozó el rostro de la dríada con el extremo de la vara.

La sangre rosada resbaló por la mejilla del Ente del Bosque, que permaneció estática con un rictus de pavor en sus elegantes rasgos. Tras unos pocos segundos, Jadis alejó el extremo y se dio la vuelta..

—Es una lástima que ya no posea su poder —emitió con indiferencia.

Tal y como recordaba, la vara (o lo que quedaba de ella) era incapaz de convertir a ningún ser vivo en piedra. Pero aún así sabía perfectamente quien podía repararla, pues la Magia Insondable aún no había muerto en Narnia a pesar del discurrir del tiempo.
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¡HOLA!

Feliz 2022, Narnianos y Narnianas 🎇🎇

Ha pasado mucho tiempo desde la Última actualización de Oro y Plata, Fuego y Hielo.

Me gustaría decir que tengo una buena explicación para justificar tanta tardanza, pero lamento muchísimo decirles que no existe ninguna. Lo único que puedo deciros es que la vida de escritora no siempre te trae buena inspiración para llenar folios y más folios con historias verdaderamente interesantes.

No quiero aburriros mucho con largos discursos que al fin y al cabo no llevan a ninguna parte. Como habéis visto, el último capítulo que actualice vete a saber cuando, pasa a ser el capítulo número nueve en lugar del número ocho, dado que se me ocurrió escribir como la Bruja Blanca recupera su palacio.

Para aquellos que siguen apoyándome con esta historia, por favor decidme qué os ha parecido y dejadme vuestros votos.

Hasta la próxima.

Oro y Plata,Fuego y Hielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora