Capitulo 7 - La sangre de Adám.

109 4 4
                                    




Cuando Edmund despertó, el dolor le recibió como una puñalada. La sensación resultó tan hiriente que ahogó un alarido a base de morderse la lengua. Se sentía terriblemente mareado y le hormigueaban todos los miembros. Aún le costaba respirar, y los últimos recuerdos que conservaba eran fragmentados e incoherentes.

Sus sentidos funcionaban de forma extremadamente pausada. Tenía la sensación de que los estímulos tardaban una eternidad en llegar hasta su cabeza. Más cuando por fin empezó a recuperar el oído, voces confusas y nada agradables parecían envolver su espacio, dándole una sensación de ahogo. Trató de moverse, pero pagó caro aquel intento con un ramalazo de dolor que se extendió velozmente por su cuerpo. Así que simplemente se dejó caer sin fuerzas sobre el sitio en el que se suponía que estaba.

Hubo una sensación que identificó antes que cualquier otra, El frío. La temperatura era extremadamente baja, hasta el punto de que tiritaba de pies a cabeza. Entonces acudió a su mente la idea de que tal vez se había quedado dormido tras la larga caminata por el bosque, tendido sobre la nieve. Descartó rápidamente aquella opción, el tacto de la nieve era agradablemente fresco, pero aquel frío penetraba hondo, como si destruyera el más mínimo atisbo de vida.

De pronto, un golpe cayó del cielo, o al menos eso le pareció, puesto que nunca supo de dónde había venido. El caso es que su cuerpo malherido se resintió terriblemente del impacto y le obligó a soltar un leve jadeo dolorido.

- Está despierto - anunció una voz ronca.

- Levantadlo - ordenó una segunda, que rezumaba brusquedad.

El chico sintió como dos pares de brazos le incorporaban y después le arrastraban por un terreno desigual, en sentido descendente. El frío seguía aumentando a su alrededor hasta el punto que dolía, y Edmund anheló poder gritar para olvidarlo.

Abandonándose por un segundo al pavor, supo qué quién estaban con él no eran amigos. Se obligó a sí mismo a no pensar en que vendría a continuación, pues el odio podía convertir al ser más amable en un retorcido e inhumano.

Sintió cómo, tras un par de minutos de camino, le arrojaban de malos modos sobre un suelo de piedra. El impacto dolió como nunca al aterrizar sobre la herida. El frío a su alrededor resultaba casi cruel y su voluntad empezaba a tambalearse peligrosamente. Asustado por encontrarse en un lugar que no conocía, O al menos eso supuso, miro derredor, pues las voces habían crecido en número e intensidad.

En aquella sala de roca oscura había una pequeña multitud de seres: minotauros, enanos negros, algunas serpientes, cíclopes, ogros, dos hombres lobo e incluso le pareció distinguir la figura de algún tipo de animal volador, naturalmente mucho menos agraciado que un grifo.

Los ojos de todos estaban clavados en él y reflejaban emociones tan variopintas como el odio, el miedo, el respeto y el rencor. Bajo el resplandor azul de unas cuantas antorchas colocadas en círculo, gozaban de un aspecto tétrico e infernal.

Edmund se sintió desprotegido ante toda aquella muchedumbre de tan siniestra naturaleza. El hombre lobo de su derecha le miraba con un destello rojo en sus ojos pequeños y parecía deseoso por hincar los dientes en su carne. De pronto, uno de los enanos negros se adelantó a los demás, y el volumen de las voces disminuyó de forma considerable.

- Eh aquí el hijo de Adán - anunció, señalándole directamente. Una nueva horda de gritos de triunfó emanaron de decenas de horrendas gargantas.

- ¿Qué conseguís reteniéndome aquí? Hasta ahora ninguna de vuestras acciones nos han dado ninguna respuesta sobre por qué estáis ocasionando tantos problemas y conflictos entre las demás criaturas. Más sabed que pagarés caro cada uno de vuestros actos, habéis tenido la osadía de secuestrar a un de vuestras soberanas y eso no quedará sin un castigo de por medio -aseguro el joven, rebosante de justicia. -

Oro y Plata,Fuego y Hielo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora