En su sueño estaba sola en medio de una niebla envolvente que no parecía terminarse nunca.Llorando de puro terror, trataba de tocar algo en la oscuridad, más allá de las retorcidas masas sin informes que se recortaban en las tinieblas.
Oía algo en la lejanía, aunque el volumen era creciente y el espacio entre ella y la fuente del sonido parecía estrecharse drásticamente. De pronto, con un horror imposible de describir, cayó en la cuenta de que eran gritos lo que oía, gritos arrancados sin compasión de varias gargantas. El mundo que se desplegaba ante ella tenía un aterrador tinte de muerte.
Había restos de una batalla a sus pies, la mayoría de caídos eran faunos, centauros... En resumen, criaturas de Aslan, a juzgar por el emblema del León rojo que lucían en sus destrozadas armaduras.
Sangre brotaba de múltiples heridas abiertas como ríos de lava manchando la hierba de carmesí. El cielo era plomizo y la lluvia caía sobre el lugar del enfrentamiento como si el cielo llorara.
Sobrecogida, avanzó por el llano sin apenas acordarse de respirar. Contemplar a los caídos le producía una pena imposible de describir... Una pena que se convirtió en terror cuando vislumbro el cuerpo de una mujer con cota de malla. en cuya espalda se acomodaba un carcaj con flechas rojas. A su lado, un joven de cabellos dorados agonizante, que intentaba insistentemente quitarse una armadura que empezaba a asfixiarle. Su cuerpo se convulsionaba bruscamente, notándose desesperado.
- ¡Susan! ¡Peter! - gritó Lucy desesperadamente.
Corría hacia ellos, y sólo su hermano mayor parecía oír su voz, pues alzaba débilmente la cabeza y clavaba en ella sus ojos azules, velador por el dolor y la cercanía de la muerte. Su pecho y hacía atravesado por una herida de espada, y la sangre empapaba su anatomía.
- Lu... cy... - balbuceaba el Sumo Monarca, incapaz de articular nada más. - Lucy... -
Ella buscaba a toda prisa la pócima de la flor de fuego, pero las lágrimas la ahogaban al darse cuenta de que no la tenía. Abrazada a su hermano, llorando a pleno pulmón, hasta que él cerraba los ojos y dejaba de moverse para siempre.
Desolada y sin corazón, Lucy buscaba desesperadamente alguien que pudiera ayudarla, pero su dolor sólo pareció aumentar cuando su mirada chocó con la imagen de un cuerpo a tan sólo unos metros de ella. Su brillante pelaje dorado empapado por aquel líquido rojo y en su costado una espada incrustada refulgiendo sedienta de sangre.
Aslan la contemplaba a ella y a todo el caos que la rodeaba, y la joven jamás olvidaría la única vez que había visto llorar al gran León, con un llanto desgarrador que podía hacer estremecer a todo el universo.
Pero, pronto incluso ese sonido tan horrible terminó por extinguirse. Y la menor de los Pevensie, con su corazón rompiéndose por el dolor y la tristeza, vió como los ojos del color del oro de Aslan se apagaban, tornándose cristalinos, con la chispa de la vida ya inexistente en sus pupilas.
Quiso correr, acercarse a león y llorar sobre su cuerpo ensangrentado hasta vaciarse por completo de todas las lágrimas y sufrimiento que oprimían su pecho, dejándola sin aliento.
No obstante, se quedó congelada en su sitio al distinguir a una silueta que seguía de pié en medio de aquella masacre, dando lentos y cautelosos pasos en su dirección.Incrédula, la joven reconoció a su otro hermano, ataviado para la guerra, pero sin ninguna herida visible en su cuerpo, su armadura que extrañamente no llevaba el escudo de Aslan estaba impoluta.
- Edmund... - susurró ella, con la garganta crucificada de dolor.
Él la miraba, sin ninguna expresión en sus ojos grises.
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Oro y Plata,Fuego y Hielo.
FanficAsí como el verdadero amor es capaz de ahuyentar las sombras que rodean a un alma perdida, solo el más ardiente de los fuegos será capaz de derretir al fin el hielo de un corazón cautivo..