3: Seguía pensando que nunca podría vivir sin ti junto a mi

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El ruso se estiro en su sitio, hacia varias horas ya que estaba en aquella oficina, miro una ultima vez el reloj, esperando que ya fuera la hora de la salida, esperaba ese momento desde que entraba a ese lugar. La oficina no era su lugar favorito en mundo y si podía estar al lado de la ventana, leyendo un libro y bebiendo una taza de café claro que lo haría. 

El celular comenzó a sonar, lo tomo en sus manos, sabiendo ya de quien se trataba. 

—¿Ahora que sucede, Yurio? —interrogo una vez que descolgó la llamada—. Sabes que estoy en la oficina... si... si ya se que es la hora del almuerzo ¿Ya estas aquí? Está bien, sube, te espero.  

Después de unos minutos, un joven rubio de ojos verdes entro por la puerta de cristal, llevaba un toper azul en las manos. No había que ser muy listo para saber que allí estaba su almuerzo. 

—¿Cómo estas? —saludo Yurio, sentándose en la silla de enfrente. 

—Con hambre —respondió el de ojos azules, tomando el toper y abriéndolo—. Por cierto, ya reserve la cita con el dentista, solo será una revisión de rutina y probablemente una limpieza. 

—¿Para que mierdas quiero una limpieza? Mis dientes ya están limpios. 

—Para ver si así dejas de decir tantas groserías. 

Yurio soltó un bufido, inconforme con aquello, pero no podía hacer nada en contra de ese hombre. 

—¿Eso era todo lo que querías? —pregunto el menor, poniéndose en pie. 

—Si, gracias por traer mi almuerzo, eres una buena esposa. 

—¡No soy tu maldita esposa, anciano! —grito, saliendo por la puerta y azotándola detrás de si mismo. 

—¿A donde vamos a parar? —pregunto el ruso mayor, soltando una risita. 

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El día de la revisión llego, Viktor y Yurio estaban sentados en las sillas de espera, mientras veían a las diferentes personas que también esperaban allí. Notaron que un muchacho joven salía con unas cuantas lagrimas y la boca un poco abierta por el algodón que mordía. Detrás de el salió otra persona, se notaba que el era el dentista. 

—Buenas tardes —les saludo, mientras caminaba hacia la recepción varios folders en los brazos. 

—Deja de mirarlo, anciano —escucho la voz de Yurio. 

—No lo estoy mirando —se defendió, aunque un sonrojo cruzaba su cara al ser descubierto. 

—Aja, y yo no soy gritón y amargado. 

—En eso tienes razón —admitió, aunque con su orgullo un poco herido. 

—Buenas tardes —escucharon el saludo, frente a ellos estaba el dentista con mas folders en los brazos—. Disculpen la espera, hoy se lleno mas de lo que esperaba ¿Me das tu nombre? —el dentista se dirigió al rubio. 

—Yuri Nikiforov —respondió. 

—Yuri Nikiforov —repitió el dentista en un susurro, mientras revisaba los expedientes—. Bien, Yuri,  el siguiente eres tu. Espera un poco aquí mientras limpio adentro. 

El rubio asintió mientras lo veía alejarse. 

—Háblale de mi mientras estés adentro —pidió Viktor—. Dile que soy un buen hombre, trabajador, responsable, honesto, maduro, se lo que quiero, tengo dinero y todo lo demás. 

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