Pocas veces he estado tan feliz de tocar mi cama y eso es algo grande de decir porque he tenido muchos maratones de estudio donde apenas bebía agua y terminaba exhausta. Sophia se ha acostado con el maquillaje puesto y ya puedo ver su almohada mañana llena de brillo labial y una capa espesa de máscara de pestañas. Por algún motivo que desconozco pero que sospecho está relacionado con el alcohol, me río. ¿Por qué me hace gracia imaginarme una almohada con la cara de Sophia impresa en ella? No tiene sentido ninguno. A no ser que a mi también me afecte más de lo esperado el alcohol.
Doy media vuelta en mi cama y miro hacia la nada. La habitación está tan oscura que casi me cosquillean los ojos por intentarlo pero aun así, sigo en ello. Doce días. En doce días me enfrentaré a algo totalmente diferente y algo posiblemente peor, como si esto no fuera suficiente. Me gustaría ser esa clase de persona que logra mantener la calma y sobre todo el positivismo, pero se me hace complicado no formularme la pregunta más obvia. ¿Por qué a mi? ¿Por qué yo? Y entonces la verdad me atraganta mi privilegio.
¿Y por qué no a mi? Tengo una buena vida. Tengo amigas, un novio fantástico, padres que no solo se preocupan por mi sino que siempre me han dado lo que he querido, la oportunidad de estudiar la carrera que me gusta sin impedimentos... Lo tengo todo. ¿Por qué no iba el universo a darme algo de equilibrio? Me rasco los ojos y los cierro con fuerza. Tengo que dormirme ya porque si no mañana tendré una pinta horrible y suficiente tengo con estos ojos.
Para cuando el día brilla en el cielo termino de hablar con mis padres, que prometen celebrar una gran fiesta cuando vuelva a casa por las próximas vacaciones de navidad. Sophia aún refunfuña en la cama, rascándose los ojos, haciendo que sus ojeras se tiñan de negro. Realmente tiene el peor despertar y eso que le gusta trasnochar. Me miro en el espejo mientras me ato el pelo en una coleta porque llevarlo suelto anoche me jugó malas pasadas con los enredos. Lo he logrado dominar, pero aun así...
—Vamos Sophia, vas a llegar tarde a clase.
—No voy a ir.
—¿Qué? Tienes que ir a clase. ¿Ves? Por eso no quería salir anoche.
—Pero era tu cumpleaños. Siempre hay que celebrar las pequeñas cosas de la vida.
—Muy inspiracional, ahora levanta y ves a clase.
—Diré que estoy enferma.
—La resaca no cuenta como enfermedad, creo.
—Yo digo que sí.—Y me tengo que callar porque claro, la que estudia medicina es ella. Me pongo mis botas favoritas, de media pierna negras, con el tacón justo como para hacerme sentir arreglada pero no demasiado alto como para ser incómodo. Me doy un vistazo en el espejo, ligeramente motivada por recibir mi primera lección de brujería hoy al terminar las clases.
—Va, te compro un café si te levantas.
—No merece la pena.—Protesta y finalmente se tapa la cabeza con las mantas.—Ves tú, tienes que tirarte al nuevo.
—No porque tengo novio.
—¿Ha contestado?—Pregunta sin asomar la cabeza y yo asiento como una tonta.
—Al final contestó, pidiéndome disculpas y un montón de emojis.
—Rompe con él.—Sophia con sueño y resaca puede ser cruel, muy cruel.
—No. Se disculpó.—Pero la verdad es que si estoy dolida con él. No quiero sentirme así pero, me hubiera gustado ser una prioridad, que por una vez, alguien me antepusiera ante todo. Yo he parado de hacer cosas que me llenaban por él, por darle mi tiempo, que creo que es lo más importante que alguien pueda darte. Por ejemplo, amo leer. Es de mis cosas favoritas, y no hablo de leer cuando estás aburrida, no. Hablo de cancelar citas con amigos y fingir estar enferma para poder leer. Esa clase de amor. Al cual yo también he renunciado más de una vez por pasar tiempo con él porque consideraba que invertía bien mis horas.
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Cursed devotion ✔️
FantasyLa vida de Saddie está a punto de dar un vuelco cuando por su 19 cumpleaños, una vieja maldición que corre por su familia desde que su antepasada Sarah murió quemada en una hoguera en Salem en el año 1862 se haga real en su día a día.