7. Meterme en ti.

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Ariadna.
 

  Por momentos me olvido de quien es él verdaderamente.
 

  Cuando miro esos hermosos ojos cielo que tiene y ese porte tan deleitador de hombre perfecto, me enloquece. No pretendo que me toque, pero las veces que lo ha hecho me ha llevado a las nubes. Me ha hecho mojar con su simple tacto y eso me molesta. Es un hombre que en parte me ha obligado a cenar con él, me tiene amenazada para tenerme a su lado, compró el lugar donde trabajo para poder tenerme si o si cerca suyo, bajo su poder y su imperio nefasto.
 

  —No me gusta que seas tan callada— lo escuché decir llevando su copa de champán a su boca.
 

  Me había traído a un hermoso restaurante griego. Bahamas contaba con deleitadores lugares que resultaban placenteros, y no me extraña que un señor como él eligiera restaurantes sofisticados como estos. Y si lo vieran, mencionaba los platos en ese idioma a la perfección.
 

  —Es que no me gustan las cosas a la fuerza— le contesté mirando como apretaba sus labios y los remojaba.
 

  —Vamos a bailar — miró a su alrededor, había unas dos parejas disfrutando de la suave pieza que sonaba en el centro de las mesas.
 

  —¿Qué? — ¿estaba bromeando?
 

  Se puso de pie y me tendió su mano, pensé en rechazar la propuesta pero no quería avergonzarlo, de por sí ya había muchas personas mirándonos. Me atreví a dejar caer mi mano sobre la suya y poniéndome de pie caminé con firmeza a su lado hasta llegar a la pista de baile, en donde sentí sus manos colocarse en mi cintura, mientras las mías las pasaba por su cuello.
 

  No pude evitar tener contacto con sus ojos mientras me dejaba llevar por él. Disfrutaba sentir el calor de su cuerpo y el contacto de sus manos en mí. Sin embargo, yo me tomé todo el atrevimiento de analizarlo tan de cerca, de admirar cada perfecta facción de su rostro. ¿Que no tenía bien este hombre? El grosor de su barba era tan bueno como su chorreado azabache cabello, me incitaba a tocarla para comprobar si era así de suave, aunque cuando me besó pude más o menos sentir que no puyaba.
 

  Al sentirlo tan cerca, tan cálido, tan entregado y liviano me dejé llevar del momento y recosté mi cabeza en su hombro. A los pocos segundos pude sentir su mano acariciar mi melena con lentitud y bajar aprovechadamente por mi espalda desnuda haciéndome estremecer. Lo sentí apretarme levemente a su cuerpo, ¿era una especie de abrazo?
 

  —¿Puedes caminar con esos tacos super bien? — lo sentí preguntarme.
 

  Lo miré extrañada.
 

  —¿Que dices? — no entendía.
 

  —¿Puedes divertirte con esos tacos? — volvió a formular su pregunta.
 

  Asentí de inmediato. Una sonrisa al unísono sobresalió de parte de ambos.
 

  Dejamos de bailar, me tomó de la mano y caminó conmigo hacia fuera del restaurante, dejando una cuenta paga y una botella de champán con más de la mitad sin tomar sobre la mesa.
 

  —¿A dónde vamos? — con paso apresurado caminábamos ambos en dirección hacia donde el me llevaba.
 

  —Eres muy curiosa, por culpa de eso hoy estas en mis manos— emitió con una cierta sonrisa en su rostro que no me dejó ver sus dientes.
 

  Caminamos por detrás del restaurante llegando a un lago que en medio tenía un puente de madera muy prolongado. Al cruzar este se admiraba un pequeño lugar que parecía un bohío. Desde aquí se escuchaba la fuerte música que sonaba dentro.
 

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⏰ Última actualización: Jan 23, 2022 ⏰

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El capricho del mafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora