Capítulo IX: "Los jugadores perdidos".

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Los hijos de los creadores de los videojuegos nacieron en la década de mil novecientos sesenta.

Éstos se criaron rodeados de computadoras y realidades virtuales.

En la década de mil novecientos noventa, dos de ellos, decidieron llevar los juegos a un extremo, para ganar dinero y para  que sus espectadores pudieran divertirse con las víctimas.

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Los hijos de los creadores de los videojuegos nacieron en la década de mil novecientos sesenta.

Éstos se criaron rodeados de computadoras y realidades virtuales.

En la década de mil novecientos noventa, dos de ellos, decidieron llevar los juegos a un extremo, para ganar dinero y para divertir a los espectadores.

Ésa era una de las respuestas a la pregunta que me había hecho el nivel anterior ¿Por qué me la habrían brindado? ¿Acaso sería porque vería a mi madre en el décimo desafío?

Para ganar dinero, y para divertir a los espectadores.

Cabina de la Diversión.

—Abril —la voz de Ariel me distrajo de mis pensamientos—. ¿Por qué tenés la costumbre de empezar un nivel estando tirada en el piso?

No me había dado cuenta de eso, pero era cierto. Estaba de rodillas apretando el césped con los puños.

—Porque últimamente tengo muchas visiones —protesté, y decidí ponerme de pie.

Estábamos en un cementerio gigante, parecido al de mi ciudad. Había panteones de piedra, lápidas de mármol en el suelo e incluso cuerpos enterrados sin siquiera una identificación.

Nicole y Jacinto se encontraban apenas unos pasos adelante. Llevaban ropa deportiva, como siempre.

Y yo, por supuesto, mi jean y mi camisa a cuadros.

—Miren esa tumba —señaló la muchacha.

Allí se encontraban las indicaciones para este nivel:

Nivel Nueve: Los jugadores perdidos.

Encuentren a los participantes cuatrocientos noventa y siete y cuatrocientos noventa y ocho.

Premio: una vida para quien la necesite. Podrán conservarlo durante los próximos niveles.

—Éste sí que es un premio útil —comenté—. Una vida para quien la necesite. Espero que no tengamos que usarla.

—Ojalá que no —suspiró Jacinto—. Por cierto, nosotros nos quedaremos aquí. No podemos ayudarlos.

—¿Para qué se llaman "Ayudantes" si no pueden darnos una mano? —Ariel puso cara de pocos amigos.

—Es que no sería justo —intervino el muchacho robusto—, ya que nosotros conocemos la respuesta.

Nicole le dio un codazo a su compañero y le lanzó una mirada asesina.

Entendí que era hora de buscar por nuestra cuenta.

—El tiempo vale oro —tironeé al joven Escalada del brazo, para que comenzara a caminar a mi lado.

Fuimos leyendo las lápidas. Estas decían el nombre del cadáver, la fecha de nacimiento y de defunción y tenían grabados algunos mensajes de los familiares.

—Espero no tener que excavar tumbas —comentó Ariel, haciendo una mueca—. Me daría demasiado asco.

—Esto es un acertijo. Si fuera lo que vos decís, nos hubiesen dado herramientas para hacerlo.

EL JUEGO MORTAL [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora