Capitulo 8

10 5 3
                                    

En ese momento, en las majestuosas montañas del Norte, los únicos sonidos audibles podían contarse con los dedos de una sola mano. En primera, estaba el ensordecedor viento pasando entre los matorrales secos, y afilando las picudas rocas que amenazaban con rodar ladera abajo. Lo segundo que se oía, eran las piedras pequeñas que se desprendían, y perdían poco a poco el eco de su rebote al continuar el descenso. Por último, el tercer sonido audible en aquellos pasillos laberínticos que intentaban acortar escalando, eran los sollozos del elegido.

Los ojos hinchados y lágrimas constantes le nublaban tanto la vista, que era incapaz de ver con claridad lo que tenía delante, y de dónde debía agarrarse para no resbalar. A pesar de aquello, no detenía el avance, así como tampoco el incontenible llanto que le producía el recuerdo de lo que había vivido esa misma mañana. Aún sentía el olor a sangre, e incluso si no le hubiera salpicado la chaqueta, el impacto de lo que había visto lo habría grabado a fuego en su memoria olfativa.

Igor, el último pateacaminos que continuaba acompañándolos en el trayecto, había terminado de perder la razón durante esa noche de insomnio. Al emprender el camino nuevamente, manifestó su desconfianza con la voz rota y palabras hostiles nacidas de la desesperación.

─¿De verdad crees que este mocoso nos va a salvar? ¿Qué haremos si no hay nada en el Valle? ¿O si no es el elegido? ¿Cómo sabremos cuál es el error que cometimos si nada ocurre? ─cuestionó a la capitana, dirigiendo al pequeño una mirada despectiva que hasta entonces no había empleado.

─Si no ocurre nada, hemos de regresar a buscar al elegido real ─gruñó la mujer.

─¿Cuántas veces más quieres intentar esto? ¡Este sitio es enloquecedor...! ─hizo una pausa en la que perdió la mirada, y su expresión demacrada tomó un cariz aún mas espeluznante─. ¿Y si toda la maldita profecía era una mentira? ¿Ya te paraste a pensar en eso Tawhiri?

─Todos estábamos en conocimiento de que podía o no ser cierto cuando emprendimos este viaje, Igor ─le recordó con tono molesto.

El aludido la miró con los ojos desorbitados, pero entonces recayó su atención en el asustado pequeño, que en ese momento se temía lo peor:

─Yo no voy a soportar la idea de haber hecho todo este viaje en vano. Muchos murieron en esta travesía. Todos. Solo quedamos nosotros dos y este desgraciado ─dijo con la voz extrañamente aguda. Tras un momento de duda, el hombre se abalanzó sobre el elegido, tomándolo del cuello para estrangularlo con tanta violencia, que sin darse cuenta lo levantó unos centímetros del suelo─. Es mejor si morimos todos aquí y al diablo el mundo...

Adriel luchó para liberarse, pero antes de que alguna de sus acciones fuese efectiva, algo impactó en la sien de Igor, y le salpicó sangre de su cabeza. Al caer, el pequeño recuperó el aliento, y para cuando miró a su agresor, este ya estaba muerto por la bala. Buscó con una mirada inquisidora al único otro ser vivo que habían visto por aquellas tierras en varios días de camino, y entonces vio la mirada indiferente de la capitana.

─Camina. ─Había ordenado sin una pizca de remordimiento, y varias horas después, aún no detenía su avance.

El pequeño recordó el calor de la piel de su recién fallecido amigo, y cómo mientras le pedía perdón, se enfriaba. El pecho le dolía de tanto llorar, y su cabeza bombeaba por la altura. Sus piernas cada vez estaban más débiles por el cansancio, y el frío mortífero que calaba en las yermas montañas. Quería detenerse hace mucho, pero el miedo estaba acechando con demasiada fuerza su corazón. Miedo por cómo pudiera reaccionar la capitana, cuya oscuridad se manifestaba en ira y frialdad cuando perdía los estribos; y miedo por tener el espacio suficiente para reflexionar, y encontrar sentido (tal vez) a las palabras que Igor había dicho antes de ser asesinado.

La travesía de El FinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora