Capítulo 6

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Cuna de Caviar era una posada extraña, pensó el pequeño al repasar con la mirada el comedor destartalado. A todas luces parecía el típico edificio donde se cometen asesinatos, y la luz opaca que entraba por las ventanas sucias solo acrecentaba la sensación de alerta permanente.

Aisake, el hijo del dueño, no terminaba de desentonar con el lugar aún cuando parecía conservar un estilo propio (tal vez se debía a su gesto hosco y malos modales), que seguramente se había originado en sus tiempos de buscar más allá de lo establecido, como un pateacaminos. De esas andanzas se conocía con la capitana, y el lazo de confianza que conservaban era advertible con solo verlos charlar.

En aquel momento observaba a la comitiva desde detrás de una barra, y al igual que los demás presentes,  aguardaba en silencio las palabras de Tawhiri. La mujer no le quitaba el ojo de encima al elegido desde su regreso, y no se molestaba en disimular su vigilancia, obligándolo a permanecer a su lado para facilitarse el trabajo.

─Compañeros, tal vez este sea el último desayuno que compartamos ─dijo con tono solemne, recorriendo con la mirada a los impávidos aludidos─. Hemos descansado aquí lo suficiente, y ya lloramos a nuestro querido Irwin. El día de hoy tenemos que partir rumbo a las tierras nórdicas.

Hubo esta vez algunos intercambios de miradas, resoplidos por lo bajo, y miradas determinadas como respuesta. El pequeño se sintió acongojado, y entonces la capitana se puso de pie para hablarles con más autoridad.

─Este es el momento en que deben decidir, no como comitiva sino como individuos, el camino que han de continuar. Saben que cuando el fin del mundo llegó, los eternos despertaron para cobrar venganza contra la raza humana, y que por ello las tierras del norte están malditas. Toda la sangre derramada en nuestro destino, es suficientemente poderosa para que perdamos la cordura, y nuestra propia alma si no estamos listos para enfrentarla.

─Yo estoy lista para esto ─dijo la muchacha que había hecho buenas migas con el pequeño, sonriéndole al terminar la frase.

─También yo ─se apresuró a agregar otro.

─Piensen en frío ─reiteró la advertencia, mirando seriamente a los presentes.

El pequeño se removió incómodo en la silla, oyendo sin prestar atención los pasos del joven que se acercaba al comedor.

─Muchachos, escuchen ─pidió Aisake con voz suave, poniendo sobre la mesa una jarra con un turbio jugo de fruta─: Lo que su capitana les dice es verdad. Si hay rencor o ira en sus corazones, probablemente no podrán soportar la carga espiritual que las tierras del norte emanan.

─Ya escucharon. Si alguien tiene un corazón débil se pueden arrepentir ahora ─escupió la capitana sin ninguna sutileza.

Las palabras del hombre parecieron calar un poco más hondo en los pateacaminos, y parecieron rebuscar en sus propias almas en busca de la respuesta indicada. El elegido levantó la mano entonces, y cuando giraron a verlo, preguntó:

─¿Puedo arrepentirme yo?

─Por supuesto que no. Incluso si te corrompes en el camino, me encargaré de llevarte hasta el mismo centro del Valle de la Luna, para que cumplas tu cometido con todos los que continuamos con vida. Así pues... ¿Quién nos acompañará?

Por una última vez, los integrantes de la comitiva intercambiaron miradas y muecas cómplices entre sí, y poco a poco, fueron alzando las manos y los mentones con la determinación requerida para una misión del calibre que les aguardaba. Aún les quedaban varios días de camino por tierra hasta el siguiente puerto, donde habrían de embarcar a las tierras malditas de los antiguos.

 Aún les quedaban varios días de camino por tierra hasta el siguiente puerto, donde habrían de embarcar a las tierras malditas de los antiguos

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Créditos de la ilustración a su respectivo autor~

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