Te presento a tu hijo

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Esa mañana, como tantas veces, Clary cogió el teléfono para llamar al Instituto.  Las cosas se habían puesto demasiado raras entre ellos.  Se volvieron a ver el día después del incidente en Renwick, si es que esa terrible noche podía ser calificada de “incidente”, pero hacía semanas que se debatía entre esquivarlo y la profunda necesidad de estar con él, de consolarlo.  En el fondo de su corazón sabía que Valentine había mentido, tenía que ser así.  Sin embargo, no tenía pruebas de eso, pero nada podía combatir la certeza que sentía.  No podían ser hermanos.  Sabía que Jace la necesitaba.  Su padre, Dios, cómo le dolía hasta pensarlo, lo había abandonado y tener un padre que decide dejarte es peor todavía que tenerlo muerto.

Para ella las cosas tampoco habían sido fáciles.  Lo que descubrió esa noche la perseguía.  Su vida había cambiado para siempre.  A pesar de que se repartía entre la casa de Luke y la de Simon, sentía que ninguna de las dos casas eran su hogar.  Se pasaba el día en el hospital, leyéndole a Jocelyn, contándole anécdotas… hasta le cantaba.  Pero había una diferencia: ella sentía un desprecio profundo por Valentine y no tomó su huida como algo malo, al contrario, no quería volver a cruzarse con él.

Marcó el número con los dedos temblorosos y conteniendo la respiración.  Un tono y colgaría, como ya era costumbre.  Todavía no estaba lista para hablar con él.  El silencio del otro lado de la línea se hizo tenso, sonó el primer tono… y de golpe

--¿Clary? –Sonó como si no tuviera aliento.

Ella se tapó la boca con la mano y ahogó un grito.  No contaba con que respondieran tan rápido ¿cómo lo hizo? ¿Jace estaba al lado del teléfono también?  De solo pensarlo a él, a él sentado en la biblioteca al lado del antiguo aparato negro hizo que le escocieran los ojos, tuvo que pestañear varias veces para despejar sus ojos de las lágrimas que intentaban asomarse.

--¿Clary? ¿hola?

Hizo acopio de todas sus fuerzas para responder con un hilo de voz.

--Soy yo…

Del otro lado se oyó un suspiro, un silencio y luego…

--¿Y ese milagro? –preguntó con voz ronca y casi podía jurar que estaba sonriendo.  Clary inspiró varias veces para tratar de regular su corazón que golpeaba desbocado contra sus costillas y logró hablar.

--Te… te llamaba para ver cómo hacíamos para visitar… a mamá –Tuvo que arrancar de su garganta esas dos últimas palabras y le supieron a bilis.  Cerró los ojos y los apretó muy fuerte.  Jace se demoró tanto en responder que por un segundo pensó que no lo haría.

--Conoces mi opinión.  No soy ningún príncipe azul que despertará a una bella durmiente.  Jocelyn es una desconocida para mí, como para ti lo es mi padre –tomó aire--…pero si es tan importante, vamos.—No podría desaprovechar la oportunidad de volver a ver a Clary.  Sabía que lo que sentía era equivocado en todos los sentidos posibles y algunos más, pero sabía que tenerla cerca lo consolaría.

--¿En la tarde? ¿te parece a las 3? –preguntó ella tratando de que su voz sonara normal.

--Te veo ahí –respondió rápidamente –tal vez después podamos tomar un café y charlar.

Aunque no la veía, Clary le sonrió.

--Bien cargado, lo necesitamos.

Él también sonrió.

A las 3 en punto, Clary escuchó unos pasos inseguros en el pasillo y se levantó como impulsada con resortes.  Su movimiento brusco pareció despertar a Luke, que dormitaba en una silla de plástico.  Se había vuelto un experto en eso, podía dormirse en cualquier superficie, siempre y cuando estuviera cerca de Jocelyn.

Abrió la puerta del cuarto y lo vio caminando en sentido contrario.

--Psst, es por aquí.

Él se detuvo pero no se volteó inmediatamente.  Sí, estaba huyendo.  Había llegado al lugar, pero por el camino había perdido todo el valor y pensaba llamarla desde afuera con alguna excusa para aplazar el encuentro.  Hizo lo que pudo para sonreír, pero cuando la vio, ya no pudo hacerlo.  Sin pensarlo, se acercó dando dos pasos largos y la abrazó con todas sus fuerzas.  Quiso decirle con ese contacto todo lo que no podía con las palabras.  Y ella se lo devolvió, sintiendo cómo sus corazones palpitaban agitados y cómo sus pies ya no tocaban el piso.  Estuvieron un rato así, hasta que un carraspeo de Luke, que los miraba apoyado en la puerta acomodándose su eterna camisa a cuadros los volvió a la realidad de ese pasillo iluminado con tubos fluorescentes.

Entraron los tres.  Luke no se sentó.  Solo se quedaría un rato, quería ir a su departamento, todavía no había almorzado y una ducha le vendría muy bien.  Clary tomó la mano de Jace para acercarlo a la cama.  La electricidad todavía estaba ahí… eso no era normal.  Él, sin expresión en su rostro, dio unos pasos, pero no la soltó, miró sus dedos entrelazados y le acarició la mano con el pulgar.

--Mamá, te presento a Jace… Jonathan, tu hijo.

--No me llames así, Clary, nunca me llames así –le dijo en voz baja, con una mirada oscura.  Clary soltó el contacto y acercó dos sillas.

Luke apareció con dos vasitos de poliestileno con café humeante y anunció que se iba.

--Sabe peor de lo que pensaba –soltó Jace.  Él miraba todo el cuarto, pero evitaba tercamente a su madre.  Se hizo un silencio insoportable que duró varios minutos.  Clary sostenía la mano de su madre.  Podía sostener esa mirada, pero no la de Jace.

--Ella puede escucharte, Jace, háblale.

Él se había reclinado en la silla, con los brazos cruzados.  No abrió la boca.

--Mamá, ha venido a visitarte ¿puedes creerlo? Estuvo bastante ocupado, por eso se demoró, pero aquí lo tienes, ya llegó –Clary, con los ojitos llenos de esperanza la miraba y le daba besos en la mano.  No hubo ninguna respuesta.  Lo único que se escuchaba en el cuarto era el pitido de la máquina a la que Joselyn estaba conectada que sonaba a un ritmo regular.  Los minutos se alargaron insoportablemente.

Ella levantó la cabeza y lo miró con el ceño fruncido.

--Siempre haces lo mismo –él la miró levantando la ceja izquierda –sí, siempre es igual.  Pones esa expresión imperturbable y juegas a que nada te afecta. 

Él soltó aire en algo que pareció una carcajada, pero su mirada se oscureció.

--Claro, eres el mejor cazador de tu generación –hizo un gesto en el aire, como señalando un gran cartel—el más duro, el más fuerte –hizo las comillas en el aire.

--¿Y cuándo te dieron el doctorado, Clarissa Freud? –respondió él con amargura en su voz --¿Desde cuándo eres especialista en comportamiento? ¿Quién te dijo que…

--Buenas –interrumpió Simon desde la puerta alargando la palabra, temiendo que su presencia interrumpiera algo, pero muerto de ganas de interrumpir lo que fuera entre ellos.  Los dos lo fulminaron con la mirada

– ¿Me acompañas a buscar un café? –Clary se levantó furiosa y salieron juntos.

Jace se quedó un momento en silencio y por fin miró a su madre.  El parecido con Clary era evidente, sin darse cuenta buscó algún rasgo suyo en la mujer, no lo encontró.

--Como si fuera tan fácil ¿no? –le dijo—si me dejara llevar por lo que estoy sintiendo ahora tendría que matar al idiota primero y después secuestrar a tu hija para llevármela a alguna tribu en la que no esté mal visto hacerla mi esposa –bajó la mirada y juntó las manos.  Sintió el escozor en su garganta y ya no pudo hablar.  Cerró los ojos y suspiró.

Se volteó cuando regresaron, pero cuando vio la mano de Simon en el hombro de Clary sintió ganas de vomitar.  No pudo articular ni una palabra.  Se levantó y salió de la habitación. No, no regresaría más.  

Wayland visita a su madre...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora