La primera vez que tomé tu mano

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— Mi familia me va a matar. —mencionó por lo bajo, sosteniendo la carta que indicaba sus calificaciones finales de la universidad y conteniendo aquel molesto nudo en la garganta, no deseando llorar frente a su mejor amigo.

Dejando entrever una expresión compunjida, se dio la media vuelta y miró a Bakugo, quien contrario a él sí había logrado lo que se propuso desde principio de año. Sus calificaciones eran magníficas, incluso más de lo que sus profesores esperaban de él. Desde la escuela que tenía la mala fama de ser un chico problemático y su expediente lo demostraba, pero tras entrar a la universidad había cambiado drásticamente su forma de ser y todos estaban sorprendidos, incluso sus propios padres. Podría decirse que había madurado pues se trataba de su futuro, pero era simple presión y necesidad por ser mejor que los demás. Hasta ahora le había funcionado y esperaba que siguiera siendo así.

— Eijiro, no exageres. Fuiste uno de los mejores. —sin previo aviso le arrebató la carta de las manos, echándole un vistazo y percatándose que no era del todo malo, al menos no como su amigo lo pintaba. Ambos se encontraban en los primeros puestos de sus respectivas carreras, sin embargo, la diferencia abismal era que la familia del pelirrojo era exigente en comparación a la de Bakugo. Kirishima estaba acostumbrado a ser el primero en todo, pero desde que había cumplido 18 años lo veía cada vez más lejano. 

La adultez era difícil, más de lo que creyó y distinto a cómo se lo contaron.

— ¿Crees que deba enseñárselas? Digo, cuando vaya a casa en navidad, podría decir que olvidé la cart...

— Se darán cuenta, idiota. Lo mejor es mostrarle tus calificaciones y ya. —le interrumpió, devolviéndosela y dedicándole una expresión seria. Se mantuvo en silencio por un momento, pensando qué decirle y no cagarla en el intento.— Kirishima... Sé que te dije idiota hace unos segundos, pero no lo digo enserio. Nunca. Eres muy inteligente, solo te jugó en contra la presión del primer año y a todos les pasa, incluso a mi. Eres capaz de eso y cualquier cosa, solo intenta esforzarte más. 

Conforme cada palabra salía de sus labios, le esquivaba la mirada y su voz bajaba de tono a la par, al punto que casi acabó susurrándole eso último. No estaba acostumbrado a entregar palabras de aliento y le avergonzaba más que cualquier cosa, pero intentaba hacerlo de vez en cuando con él, pues Eijiro era quien siempre apoyaba y alentaba a los demás. No entendía como le resultaba tan fácil, él se bloqueaba y no se le ocurría que más decir, pero a su parecer esta vez lo había hecho bien... O eso creía.

Apenas el silencio embargó la habitación, el de cabellos ceniza volvió a dirigirle la mirada y frunció el ceño, sorprendido ante lo que acontecía frente a sus ojos. Kirishima lo miraba con atención y sus labios se mantenían en una fina línea, como si quisiera ahogar las palabras de su garganta y callar cualquier cosa que estuviese a punto de decir. Pero lo que más le causó interés fue el intenso color de sus pómulos, un color rojizo que podía camuflarse con el color de su cabello sin ningún esfuerzo. 

Por un momento se preguntó si es que estuvo mal, o quizás dijo algo que no debía. Pero entonces cayó en cuenta de que sus palabras fueron demasiado cariñosas para su gusto y acabó sonrojándose él esta vez. No obstante, como hubiera sucedido en cualquier otra ocasión, el contrario no le dio tiempo para escapar o cambiar de tema. Kirishima fue quien reaccionó con rapidez y colocó su mano en el dorso de la suya, primero con cierta pizca de nervios y miedo, pero luego con más confianza.

— Nunca... Nunca me habían dicho algo así, estoy acostumbrado a que siempre me traten como el bobo del grupo. Se siente bien que tú no me veas de esa forma. —una amplia sonrisa se curvó en sus labios e inmediatamente afianzó el agarre contra su mano, otorgándole sutiles caricias con el pulgar. Bakugo tragó saliva y se mantuvo estático, con el cuerpo totalmente tenso; debatiendo en el interior de su mente si debía devolverle aquella muestra de afecto o solo ignorarlo. Su impulsividad le ganó y lo hizo: volteó su mano y la entrelazó con la de Kirishima, acción que ni siquiera él se esperaba, pues escuchó un suspiro de sorpresa de su parte que por poco le hizo soltar una carcajada. — Gracias, Bakugo.

El rubio solo se dedicó a asentir y dedicarle una última mirada, para luego dirigirla hasta sus manos entrelazadas. Aunque en el exterior lucía calmado, su corazón latía con fuerza y su mano libre temblaba de los nervios. Pero contrario a cualquier otra situación, estos no eran nervios que le provocasen querer salir corriendo, se sentían bien y le hacían desear no querer soltar su mano por un buen tiempo.

Primeras Veces [Kirishima x Bakugo] [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora