III/III

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Los labios rozaban la nívea piel bajo suyo, un camino de besos por la espalda lo llevó hasta las dos hermosas prominencias enrojecidas por las que veía desaparecer gustosos sus dedos, le encantaba ver eso, es más, lo enloquecía. Ebrio por las emociones dejó que su pecho se juntara con la espalda del Omega bajo suyo y acercó su rostro a la nuca para olfatear complacido el origen de aquel maravilloso aroma que ya reinaba en toda la habitación de hotel. Se hundió en su piel con más deseo y por un momento temió ante el instinto que sentía en sus colmillos por morder, por marcar, por reclamar todo ese cuerpo y espíritu como suyo.

—Maldita sea, Alfa, entra de una puta vez.

Con un gruñido que nació desde lo más profundo de sus cuerdas vocales Izuku respondió a la exigencia nacida de la necesidad del Omega. Dejó de olfatear su nuca y acercó sus labios hasta la oreja de Katsuki para dejar salir un suspiro que erizó la piel contraria. Luego murmuró:

—Tranquilo, Omega, no se irá a ningún lado— Izuku dejó escapar una ligera carcajada entre sus dientes apretados y miró satisfecho las manos de Katsuki que apretaron con fervor las sábanas. Le gustaba la vista de aquella espalda marcada por sus besos, no obstante, él quería ver más, necesitaba ver más. Deseoso por apreciar los gestos y muecas en el rostro de su ex compañero de clases y ahora amante lo tomó por la cintura con ambas manos y le exigió dar la vuelta. Ahí lo tuvo enseguida, con su ceño fruncido y las mejillas manchadas por un carmín que muy seguramente era producido por el calor y esfuerzo que ameritaba el momento. A Izuku le encantó, a su Alfa interno le provocó un gran aullido que le exigía devorarlo por completo, y a su orgullo por supuesto que le fascinó. Esa imagen había sido todo lo que él había deseado años atrás y que por caprichos de sus propias decisiones tuvo que dejar marchar.

Ahora lo tenía ahí, justo debajo de él mirándolo deseoso a que continuara, no pensaba dejarlo ir, no sin al menos haber visto todas y cada una de las expresiones que Bakugo Katsuki hacía durante el sexo.

Deslizó su mano por el abdomen hasta llegar a su ombligo, ahí se detuvo unos segundos para brindar caricias suaves, la idea de un cachorro en ese vientre plano le parecía demencial, provocaba que su boca salivara y que sus instintos le suplicaran por hacer ese sueño realidad. De tan solo imaginar, con tan solo pensarlo él...

—¿En serio activarás tu modo acosador justo ahora? Deja de mirarme así, estúpido Alfa.

Las mejillas de Izuku se envolvieron en carmín, pero de sus labios no bajó aquella sonrisa soñadora que había formado quién sabe desde cuándo. Miró directamente a los ojos del Omega antes de volver a dedicar unas suaves caricias a su vientre.

—Lo siento, Kacchan, pero la idea de que aquí puede crecer mi hijo es...Demonios, Kacchan, ¿Por qué me haces esto?

Izuku dejó caer la cabeza sobre el pecho de Katsuki, un suspiró se liberó de sus labios recorriendo la piel desnuda y perlada del cenizo. Escuchó un chasquido de lengua y sintió una mano empujando su hombro, solo entonces se dio cuenta del pequeño gran error que había cometido al decir aquello sin ningún filtro. Inmediatamente se levantó quedando de rodillas frente a Katsuki quien ya lo miraba con el ceño mucho más fruncido. La vista de su amigo de la infancia sobre la cama y con las piernas abiertas recibiendo su cuerpo entre ellas era demasiado sexual, incluso podía escuchar la invitación que aquel cuerpo desnudo le hacía y juraba que no podría detenerse si seguía mirando.

Sus ojos se concentraron en los ojos rojos de Katsuki, en sus hermosos y torneados ojos color fuego que alumbraban pese a la ligera oscuridad de la habitación.

—Creo que arruiné el momento—dijo entre susurros apagados con una sonrisa temblorosa adueñándose de las comisuras de sus labios—. Yo no quise decir eso, es solo que...

Egoístas | DekuKatsu | [Finalizada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora