Claudia lo llamó mientras se dirigía a la oficina después de una comida de negocios.
—Sé que tendrás mucho que hacer y que no te vendrá bien que te llame para pedirte favores...
—Pero tienes un problema y necesitas mi ayuda—acabó él, reconociendo el tono angustiado de su voz—. ¿Qué pasa? ¿Stiles y Jordan se fugaron?
—¡No, por Dios! Por lo que sé, sigue en Whistler con sus padres. Derek, Stiles ha perdido el sentido de la realidad con esto de la boda. Él quería una boda sencilla y fui yo la que lo empujó a algo mas sofisticado para pasar tiempo con él e intentar convencerlo, pero ahora se nos ha ido de las manos. Está al borde del colapso, pero insiste en que es estrés y que se le pasará cuando acabe todo, pero tu y yo sabemos que no es así.
—Desde luego.
El día anterior, cuando la tuvo en sus brazos, se dio cuenta de que poco le faltaba para romperse; temblaba de un modo casi imperceptible, pero indudable y parecía un hilo de cristal a punto de quebrarse ante el mínimo soplo del viento.
—Lo siento, Claudia, pero no creo que Stiles quiera verme siquiera.
—No te llamo por eso. He quedado con Stiles para recogerlo; está en su nueva casa, pero no podré porque mi coche está en el taller y no lo han podido reparar, y no puedo llamarlo porque se ha dejado el móvil en el coche y en la casa no tienen teléfono aún.
—Quieres que lo recoja y lo lleve a casa, ¿verdad?
—Si pudieras hacerlo, sería de gran ayuda. Tengo hora en la peluquería en diez minutos y millones de cosas que hacer después y el reloj no deja de correr.
—No te preocupes, yo iré a buscarlo. Dime la dirección.
Derek subió al piso quince del edificio y cruzo la puerta con el logo de «Hale Enterprises». Aun le impresionaba ver su nombre sobre esa puerta.
Nada mas entrar, Erica Reyes su agente en California acudió a él con cara ensombrecida. A pesar de su calma habitual, estaba claro que estaba muy agitada.
—Derek, tenemos un problema grave.
—Entra a la oficina—le dijo en italiano, consiente de la curiosidad de la recepcionista y la joven secretaria—. No tiene que enterarse todo el mundo.
—Lo siento—dijo ella una vez que hubieron cerrado las puertas tras si—. No quiero ser indiscreta, pero estoy un poco asustada.
—No podía ni imaginármelo—dijo, llenándole un vaso de agua—. ¿Qué ha ocurrido? ¿Otra huelga en el puerto? ¿Un cargamento que no llegará a tiempo?
—Peor. El contenedor que compraste... La venta se ha anulado. El agente de ventas Matt me acaba de decir que no puede entregarlo.
—¿Qué quieres decir con eso? ¡Firmaron un contrato!
—Intenta decírselo tu al señor Daehler. Llegará en un instante. Le he avisado que tendría que tratar contigo sobre esto.
Derek anduvo de arriba abajo por la oficina para intentar controlar su rabia. Odiaba perder dinero, mucho dinero, pero era peor perder la reputación que se había trabajado desde el primer día.
La situación sacó al luchador que llevaba dentro.
Podía tener el aspecto de un hombre de negocios, pero sabia que era luchar en la calle y ensuciarse las manos. Sabia lo que era ser engañado.
Cuando tenía quince años, reunió todo el dinero que había ganado entregando paquetes y en otros trabajitos para comprar una Polaroid y hacer fotos a los turistas. Las vendería las instantáneas de su viaje a Verona y durante dos semanas el negocio salo redondo. Después, un chico mayor que él le robo la cámara a la carrera, pero Derek no se amilanó y salió corriendo tras él hasta darle caza. La lucha fue furiosa. Recuperó su preciada posesión y dejó a su adversario sangrando en el suelo. Lo que no sabia era que aquel chico pertenecía a una banda de delincuentes que fueron tras él esa misma tarde. Esta vez volvió a casa con un ojo morado, una costilla rota y la nariz sangrando, pero los otros no se fueron ilesos.
ESTÁS LEYENDO
Valentía para Amar
FanfictionSe suponía que la boda de Stiles iba a ser el acontecimiento social del año... pero él no estaba demasiado entusiasmado. La culpa la tenía un guapo, millonario de ojos verdes: su ex marido, Derek Hale. Lo que él no sabia era que Derek tenía una misi...