Día Treinta y seis.
El día llegó para Sanemi demasiado agitado, lo cual su experiencia era un muy mal augurio.
Abrió sus ojos, el violeta se oscureció apenas pudo ver a uno de sus dos compañeros de piso correr de aquí para allá con un delantal rosa puesto, cantando una canción de princesas, literal, pues por la letra podía identificar que pertenecía a esa película que Mitsuri les hizo ver, de la princesa encerrada en la torre y tenía el cabello mágico.
Rodó sobre el colchón, cubriendo sus oídos con la almohada, no por el ruido molestó, la voz de Giyū era perfectamente afinada, incluso podía decir que su versión era mejor que la original, sino por el tono alegré, demasiado animado y fuerte para ser tan temprano, más tratándose de alguien que prefería esperar que el sol saliera para poder pensar la posibilidad de salir de la cama, un malestar se asentó en su estómago, conocía bien ese humor dulce en el azabache, y casi siempre venía acompañado de un sabor agrio.
Sus ojos chocaron con los abiertos de Rengoku, sin la usual barrera que Giyū era acaparando todo el calor corporal del bicolor, el albino pudo sentir esa ola caliente, demasiado abrasiva para su humilde opinión.
—¡No sabía que Tomioka sabía cantar! _Si no fuera por los audífonos que Giyū usaba, probablemente habría volteado por la voz tan fuerte de Rengoku, Sanemi en su lugar frunció el ceño, anotación para después; buscar compañeros de piso más silenciosos— Es muy bueno _El de ojos rubí bañado en oro pareció brillar.
—Se encarga de no hacerlo lo suficiente para que nadie le sugiera convertirse en cantante. Suficientes fans tiene por ser modelo, si fuera cantante nuestra paz se vería arruinada.
Sanemi enterró la cabeza en la almohada, imaginando las molestías que se avecinan, si Giyū estaba tan feliz, solo podría tratarse de la llegada de una persona en concreto. Quería golpear su cabeza contra una pared aunque eso le ocasionará una jaqueca temprana, no tan grande con la que se originaba al imaginar el desastre que vendría.
Bien, como dice su madre, al mal pasó darle prisa.
Se incorporó, llamando la atención de Giyū que con una sonrisa radiante se quitó los audífonos.
—Buenos días Nemi _Inclinó su cabeza a un lado para luego volver su atención al horno— Estoy haciendo galletas.
El albino acarició su sien, esto era peor de lo que imaginaba, el diminutivo junto a galletas era un preámbulo a la destrucción con la que tendría que lidiar dentro de unos días.
—Oh Kyō también estás despierto, buenos días.
Kyōjurō desde su lugar aún en la cama pudo sentir el calor subir con fuerza a su rostro, a pesar del tiempo que llevaban de convivencia nunca se dirigieron por sus nombres, y que ahora le dijera con ese diminutivo tan lindo no hacía más que calentar su corazón.
—¡Buenos días Tomi! _Se detuvo abruptamente, sin saber si ahora que tenían eses nivel de confianza debía llamarlo por su nombre.
El azabache soltó una risita cantarina haciendo retumbar el corazón del Rengoku.
—Puedes llamarme Giyū.
—¡Umu! _Los ojos de Kyōjurō se agrandaron, sus manos picaban por tomar aquellas manos blanquecinas entre las suyas— ¡Está bien Giyū!_Su voz salió burbujeante en júbilo tanto que su cuerpo parecía desprender luz.
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Roomies (Sanegiyuu/Rengiyuu)
FanfictionKyōjurō necesita un lugar donde quedarse, con la ayuda de Uzui termina frente a Sanemi quien junto a Giyū estaba buscando un compañero de piso. Tres personas tan diferentes compartiendo un mismo espacio no puede traer nada más que un montón de situa...