Capítulo 9

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*dos semanas después*

- ¿Ya estás lista?

- Casi...

- ¿Qué es eso de casi, mujer? ¿Sí o no?

- Bueno, hombre, no te exasperes. Solo estoy terminando de colocar los tacones. En dos minutos salgo.

Y solo oyó un bufido tras la puerta de su departamento.

En dos minutos exactos, abrió la puerta, quedando frente a frente con el moreno.

- Vaya... - musitó ella. Si su uniforme de trabajo ya le quedaba bien, qué decir de ese traje negro. Parecía hecho a su medida. Aún venía acomodándose la corbata, del mismo color del vestido de ella. Y el cabello... bueno, no se había esforzado mucho en esa parte. Se veía como a diario, despeinado, pero le daba un aire despreocupado y... sexi.

Al segundo, él también levantó la mirada, y arqueó una ceja.

- Te ves... espectacular. – no exageraba: el vestido se le veía muchísimo mejor puesto. Al menos unos... seis centímetros más alta que siempre con los tacones, y peinada con un moño en lo sumo elegante. El maquillaje justo y necesario: sin excesos, sin alardes. Algo leve para resaltar su belleza.

- Muchas gracias. Tú te ves... muy muy bien. – ambos sonrieron.

Cuando bajaron al estacionamiento, Hermione se detuvo en seco.

- Y... ¿se supone que voy a ir así vestida en una motocicleta?

- Obviamente no. Sígueme.

Caminaron un par de metros más y se detuvieron frente a un coche plomo y pequeño.

- Ya... ¿Qué hacemos aquí?

- ¿Cómo que qué? Sube al auto, nos vamos.

- Pero... ¿Pero es tu auto?

- Mío, mío, no es. – aclaró el moreno, logrando que la chica retrocediera un par de pasos - ¡Eh! Tampoco me lo robé o algo por el estilo. Se lo pedí prestado a un amigo.

- Bueeeeno... - la chica subió al asiento del copiloto.

"Sigo prefiriendo la moto" – pensó ella, poniéndose el cinturón de seguridad.

En diez minutos llegaron al museo donde la chica trabaja. Al bajar del auto, el chico entrelazó su brazo con el de ella, sorprendiéndola.

- Pero...

- Quita el pero de tu vocabulario, mujer. Me aburres diciéndolo cada cinco segundos – susurró él.

La castaña sonrió, y con más seguridad de sí misma, entró y se encaminó hacia un grupo de personas, seguida por su acompañante.

Al llegar al lado de ellos, una chica, la acompañante de uno de sus compañeros (bajita, morena y de ojos rasgados) miró hacia Harry y esbozó una sonrisa que la castaña no pudo descifrar. Miró de reojo al moreno: se había puesto pálido.

No entendía bien que era lo que pasaba, aunque tampoco le importaba demasiado.

EL VECINO DE ENFRENTE - HARMIONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora