Conexión

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La suave melodía de Bach inundaba la habitación. Setsuna tenía la costumbre de practicar con los ojos cerrados, tanto que en ocasiones se olvidaba de lo que ocurría a su alrededor, esta era una de ellas.

Su amigable profesora la observaba curiosa desde el balcón. El viento acariciaba su cabello verdoso, brindándole una seguridad que la caracterizaba. Su alumna siempre la había sorprendido y con el tiempo que llevaba dándole clases, podía intuir que algo sucedía y no era agradable para Setsuna y su música.

Al concluir la sonata, Setsuna respiró y por fin abrió sus ojos. Se llevó un desconcierto al percatarse de que su maestra se encontraba lejos de ella y la miraba intrigada.

—De nuevo te has olvidado—mencionó Michiru, examinándola con sus hermosos orbes.

Setsuna asintió, no quería disculparse por su interpretación, más cuando su profesora siempre le aconsejaba que se mantuviera firme y no sucumbiera ante los nervios al momento de dar un concierto.

—Bien, ahora que ya demostraste dominio completo sobre esa pieza, ¿Qué tal si practicas la partita 2 para la siguiente clase?

—Está bien —respondió Setsuna, apenada por la situación.

La señorita Kaiou le dedicó una sonrisa y adentrándose a la habitación, tomó asiento en uno de los cómodos sillones de la sala.

—¿Sabes? —comenzó sin quitar su sonrisa—. siempre me ha gustado esa melodía que creaste, ¿podrías tocarla para mí?

Sus brillantes orbes atraparon a Setsuna, una petición así no era algo a lo que podía negarse. Setsuna asintió, sonrojándose por la manera en que su profesora la halagaba. Cerró sus ojos una vez más y respiró profundo.

Cuando la música volvió a sonar por la habitación, un sentimiento de paz la embargo. De inmediato, aquellos recuerdos del día anterior llegaron a ella. Intentó hacerlos a un lado, pero le fue en vano: no quería que su música fuese impregnada por aquellos momentos desagradables, porque no lo merecía, esa pieza representaba mucho para ella. La pequeña melodía concluyó y en esta ocasión su profesora no parecía contenta.

—Nuestro estado de ánimo influye mucho en lo que realizamos —habló Michiru, esta vez mirando hacia el balcón—, y puedo decir que tu no estas en un buen momento.

Setsuna iba a replicar con su actitud fría, diciéndole que no era nadie para decirle lo que le sucedía, aunque en realidad, ella tenía razón.

—Tu música es perfecta —continuó Michiru—, pero me gustaría que canalices tus sentimientos al momento de interpretar, ¿puedes hacerlo la próxima vez?

El teléfono de su maestra sonó indicando un mensaje, mientras ella lo contestaba, Setsuna indagaba en su interior: si bien los problemas recientes le afectaban, no quería tener a Michiru dándole una plática motivacional, pues ya tenía mucho de eso con su tía Kagome y Moroha. Intentó, entonces hacer caso al consejo de su mentora, para así interpretar de una mejor manera. Suspirando, recordó la razón por la cual había creado semejante pieza: las imágenes del festival del día de las madres en la primaria le llegaron de inmediato. Apretó los ojos con fuerza para dejar de lado esos recuerdos y con su semblante frio, enfrento a su profesora.

—De acuerdo, te veré en unos minutos —se despidió Michiru, con una sonrisa miró en dirección de su alumna—. Nuestra clase ha llegado a su fin, Setsuna.

Sin dejar de sonreír, Michiru abrazó a Setsuna. Un simple gesto para cualquiera, pero ella sabía lo que su profesora intentaba decirle.

—Nos veremos el viernes, ¿de acuerdo?

De amores y otros enredosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora