· DOS ·

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Realmente la bebida sabia peor a como me la imaginaba, era amarga y tenía algo que me chillaba en la lengua. Trague sin mucho gusto y Jack empezó a reír a carcajadas seguro por el gesto de desagrado que hice, se acercó volando y me palmeó la espalda.

—Después de unos tragos te acostumbrarás.

Y fue así. Ya había pasado como ¿tres? ¿cinco horas? Bueno, realmente no estaba pendiente del tiempo, ni siquiera me había dado cuenta cuando se había hecho de noche.

Estaba sobre una mesa cantando una canción que los vikingos solíamos cantar al navegar. Jack y yo teníamos los brazos entrelazandos mientras dábamos vueltas. La bebida seguro me afectó.

Bajamos ambos de las mesas donde varios hombres estaban alrededor aplaudiendo al ritmo de la canción, saltamos aún cantando hasta otra mesa y seguimos dando vueltas.

Creo que giré mucho porque me caí sentado y varios rieron, me uní a las risas y Jack se sentó a mi lado.

—¿Saben? —pregunté a los que estaban alrededor de la mesa—. Esto es lo mejor, no veré más a la chica que me engañó al ganar los juegos. Y sé que ganaré porque soy un Hadoke —balbuceé.

—Haddock —corrigió Jack y yo le puse la mano en la boca para que se callara.

—¡Shhh! Déjame hablar —los hombre alrededor me miraron raro—. Disculpen, mi amigo es un entrometido.

—Hipo, no me pueden ver —dijo el peliblanco entre dientes.

—¡Oh!... Perdón —mi cabeza se movía de un lado a otro junto con mi cuerpo, no tenía equilibrio—. ¡¿Y saben lo peor, amigos?! —vociferé sin que me entendieran mucho—. ¡Que ella me engañó con otro más feo que...! que... —bajé la cabeza pensando con qué comparar a Patán.

—¡Ok! Fue suficiente —dijo Jack tratando de quitarme mi jarra.

—¡No! —la jalé pero él no la soltaba—. ¡Jack, suéltala! ¡Déjame pedir la última!

—¡No! ¡Ya tienes suficiente con tres! ¡No pensé que te embriagarías tan rápido! —hizo más presión para quitarmela.

—¡No estoy ebrio! —eructé entre la "r".

—Muchacho ¿Qué te sucede? —Bocón llegó hasta nosotros cojeando como de costumbre.

Jack soltó de imprevisto la jarra derramándomela encima, miré mi ropa toda mojada y luego levanté el brazo llamando la atención de un señor que llevaba una bandeja.

—¡Otra cerveza, por favor!

—¡Hipo! —protestó mi amigo.

—¿Qué?

—Bien, fue suficiente para ti, Hipo —llegó mi padre cargándome en su hombro como una oveja muerta.

—¡No, no! ¡Espera! ¡Quiero otro trago! —golpeé su espalda para que me bajara, pero fue en vano.

Mis ojos estaban cansados, estaba parpadeando. Pero mi estupidez llegó a su limité cuando vi pasar a Astrid junto a mi padre ya fuera del gran salón.

—Ah. Hola, Astrid —ella volteó y seguí balbuceando—. Que coincidencia. Hace un rato estabamos hablando... que eras una... tú... Espera, papá —palmeé la espalda de mi padre y él al ver a Astrid, me bajó—. ¡Oh! Y papá, es privado. Así que vete —ajité con descuido mis manos flojas en un gesto para que se retirara y me volteé inmediatamente importándome poco la expresión del hombre.

—Hipo, estás ebrio. Mejor...

—No, no, no —puse mi dedo en su boca y trague salina para luego hablar— Solo quiero decirte que... ¿Qué era?... ¡Ah! Sobre mi amor. Por ti, mi amor se esfumó. En especialmente —me acerqué un poco colocando la palma de mi mano junto a mi boca. Astrid hizo una mueca por mi aliento alcoholizado— desde que supe que no lo darías todo. —Me aparté sientiendome satisfecho, hasta que sentí que me había faltado aclarar— ¡Ah! por mí, si no habías entendido —me señalé con mi dedo en el pecho.

Latidos | Escape con DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora