La ayudé a subir las escaleras rápidamente, aunque no necesite de mucho esfuerzo, dado que ella estaba tan impaciente que prácticamente subió los escalones de dos en dos. Se aferró a mi mano y en ningún momento abandonó la sonrisa que tenía marcada sobre el rostro. En cuanto llegamos a su cuarto, me empujó sobre la puerta, aprisionándome con sus brazos. Comenzó a besarme desesperadamente, mientras que yo, inútilmente le colocaba seguro al pomo y fallaba al intentar desabotonar su camiseta. Ella sacó mi cárdigan y yo mordí su labio superior. Angie gimió, sin separarse de mí.
-Te amo como no tienes una idea.- Dijo ella con la voz entrecortada, trazando un camino con sus manos por toda su espalda. Sonreí y le volví a besar.
-También yo.- Contesté, añadiendo. -Solo que aún más.-
Nos alejamos de la puerta y luego la empujé sobre su cama, aprovechando el pequeño espacio para sacarme los vaqueros y los zapatos de un tirón. Me acerqué a ella, recostándola sobre las almohadas. Angie flexionó las piernas y me senté sobre su vientre, deslizando mis manos frías por su camiseta, sintiendo sus músculos esculpidos. Sentí como ella se estremeció y de nuevo me incliné sobre ella. Besé sus párpados, su boca. De ahí me pasé hacia el lóbulo de su oreja, su mandíbula y después su cuello. Angie comenzó a acariciar mis muslos desnudos y mi trasero, a través de la fina tela y entonces fui yo quien me estremecí. Me aparté, levantándome de la cama y sin esperar autorización saqué su camiseta y bajé sus vaqueros, exaltándome al observar el bulto que sobresalía de sus bóxers. Tragué duro y sentí mis mejillas calientes, sin apartar la mirada. Angie se inclinó, recargando su espalda contra el respaldo de la cama.
-¿Qué sucede?- Preguntó, alarmada. Tragué duro e intenté guardar la calma. -N-nada. Es-stoy bien.- Frunció el ceño, incorporándose totalmente. Bajó los pies de la cama y alzó las manos, esperando a que se las tomara. Corrí hacia ella y me incliné, colocándome de cuclillas frente a ella. Angie sonrió tranquilamente. -Mi amor, no te preocupes por nada. Yo... Yo sé que esta vendría siendo tu primera vez.- Bajé la mirada, avergonzada y recordé aquella vez, en este mismo cuarto, cuando habíamos estado a tan solo un paso de lo que ahorita haríamos enseguida. Cuando le confesé que aún no había estado con nadie, que ella sería la primera, y la única si era posible. Cuando le confesé mi amor. Cuando ella me lo confesó también. Cuando volví a ser feliz. Desde aquel día, comencé a almacenar en mi cerebro los recuerdos que había vivido aquí. Hoy podría desenterrarlos de nuevo, sin ningún temor. Sonreí, levantando de nuevo la mirada y acaricié mis mejillas. Ella colocó su mano sobre la mía. -No quiero que te sientas obligada por mí al hacer esto. También tiene que ser tu decisión, no importa lo que sea. Yo te entiendo. Si piensas que vamos muy rápido, solo dímelo. Me detendré si así lo quieres. Aparte, si...- Me desesperé de su sermón, aunque también aquello me parecía muy dulce de su parte. Yo más que nadie en este mundo sabía lo desesperada que Angie estaba de hacer... Bueno, tener sexo. Y tengo muchas pruebas que lo confirman. Así que todo este asunto resultaba terriblemente... Conmovedor, por así decirlo. Además, yo fui la que la incitó, en primer lugar. Y esta vez no me iba a echar para atrás. Decidí que estaba totalmente lista para dar el primer paso. Y no solo porque sabía que Angie, detrás de esas palabras de calma lo pedía totalmente a gritos. Esto lo haría por mí. Porque era algo que deseaba desde hace mucho tiempo.
Coloqué mis manos sobre cada una de sus piernas, impulsándome con ellas para poder ponerme de pie. Pero no lo hice. Simplemente me dejé caer sobre ella, de nuevo aferrándome a su cuello, mordisqueando sus labios. Angie se veía confundida, pero cuando pasó, dejó a sus manos envolverme por la cintura. Comenzó a deslizarlas por debajo de mi camiseta, levantándola completamente. La ayudé a sacármela por el cuello y la atraje hacia más fondo de la cama. Esta vez, rodamos, logrando que ella se colocara sobre mí. Envolví mis piernas alrededor de su cintura, logrando un estremecimiento de su parte y un gemido del mío, al sentir su entrepierna contra mi pelvis. Nuestras respiraciones se tornaron más rápidas y superficiales. Angie jadeó, alejándose por un segundo de mi boca, buscando aire. Me permití observarla. Su cabello totalmente enmarañado, con la boca totalmente hinchada y rosada, las mejillas teñidas de rojo y sus perfectos ojos brillantes que necesitaban ver más allá de mí. No pude evitar que una lágrima se deslizara por mi ojo derecho. Éramos felices, a pesar de todo. Los prejuicios dejaron de existir al segundo en que la conocí. ¿Quién me podía negar que todo lo vivido en los últimos meses no fue jodidamente bueno? Jamás en mi vida había sido tan feliz como lo era ahora, con Angie a mi lado. Era mía, solo mía. Arqueé mi espada sobre las almohadas, dejando que las manos de Angie recorrieran mi espina dorsal sin interrupción. Sus manos estaban heladas, haciéndome temblar a cada segundo. De nuevo bajó su cabeza, llenándome el cuello con pequeños besos, que fue descendiendo hacia mi hombro. Bajo el tirante del sujetador y yo me estremecí al sentir sus dedos luchando contra el broche del sujetador. Me arqueé aún más, dándole más espacio y finalmente pudo desabrocharlo. Lo aventó hacia un lado y me sonrió.