Capítulo 1

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Estaba nevando, aún en los meses más fríos nunca había nevado tanto como esa noche.

Sentado frente al fogón con la daga Rubí en su mano estaba Rywell, observando esperando a que entrara su presa.

Se oyó un clic seguido de pasos largos y, un hombre de alta cuna entró a la habitación y lo vio sentado en su sillón rojo de terciopelo, no se atrevió a moverse ni siquiera a llamar a los guardias afuera de las puertas, se acercó lento, en completa sumisión y se sentó en el sillón que estaba al lado.

Hubo silencio largo, pesado junto con un miedo e inquietud crecientes, el noble abrió la boca para hablar, pero antes de poder decir una palabra Rywell habló primero-.

-sabio por tu parte no haber llamado a los guardias, o estúpido- agregó Rywell y continúo -estoy casi convencido de que sabes quién soy y a lo que viene, lord Plousius- se inclinó hacia adelante y lo miro a los ojos

-estoy muy consciente de quién eres, el asesino de la daga roja- le respondió con voz temblorosa.

-y te pagaron para matarme- esas palabras fueron suficientes para que temblara.

El miedo del joven lord se podía ver, oler sentir, una sonrisa brotó en el rostro de Rywell.

-excelente, sabes nunca pensé que te comportarías tan bien, fue un desperdicio de tiempo secuestrar a tu esposa- hubo silencio, solo se escuchaba el chisporroteo del fuego ardiendo.

Plousius se aclaró la garganta -mi esposa está segura, en un lugar seguro- lo dijo más para el que para Rywell quien lo mira ahora con unos ojos penetrantes.

-¿ah sí? - el lord se tensó y comenzó a temblar de nuevo.

Rywell llevó su mano izquierda al bolsillo dentro del abrigo oscuro y saco un anillo de compromiso, al lord se le revolvió el estómago y se le cayeron las lágrimas no por el anillo sino por... el dedo, el dedo de su esposa aun con el anillo.

-maldito bastardo hijo de puta, el castigo de los dioses te hará suplicar por tu...-

Antes de que pudiera terminar la frase la daga de Rywell había cortado la garganta del lord quien resbala hacia el suelo por el sillón, la sangre brotando y salpicando la alfombra blanca ahora teñida de rojo.

-con permiso- le hablo al cadáver y tomó su colgante.

Rywell sacó una pequeña hoja de su abrigo y tachó el nombre de Plousius con su sangre fresca aún en la daga.

Se acercó a las ventanas del balcón y saltó al tejado más cercano, un salto imposible si no hubiera entrenado toda su vida en el bosque rojo, aunque también se debía a su cierto linaje, un linaje casi extinto, al menos en estas tierras.

Corrió por los techos hasta llegar a una casa pequeña que daba a un callejón, antes de bajar observó el castillo donde había estado hace un momento donde ahora había un cadáver.

Espero unos minutos y se escuchó un grito seguido de más gritos y órdenes, era tarde ninguna orden ni guardia podrían encontrarlo ahora.

Bajo al callejón y entró a la casa, observando todo y analizando –parece seguro- dijo al aire

-es seguro- se escuchó en las sombras

Rywell se tensó y tomó su daga apoyando la espalda en la pared minimizando los puntos ciegos –ya me has visto, muéstrate- le hablo a la oscuridad y sacó un cuchillo arrojadizo con su mano libre.

- ¿porque debería mostrarme, para que me mates? - respondió la persona

-no necesito verte para matarte- lanzó el cuchillo al sonido, y se oyó un golpe seco, Rywell chasqueó la lengua –falle, pero la siguiente va directo a ti- saco el segundo cuchillo

-está bien saldré, intenta no matarme, ¿bien? -

-intentaré- exclamó con arrogancia

Mirando a la oscuridad Rywell pudo ver como una figura emergió de las sombras, distinguiendo una espada en la espalda y una daga colgando en su lado izquierdo, hasta que se acercó más, llevaba una túnica azul casi negra, unas botas a juego, y por la capucha se le dejaba entrever mechones rojos aun así lo que destacó fue su símbolo en el pecho, el símbolo del bosque rojo.

-hola Rywell, el traidor- esbozo una sonrisa de demonio

Rywell solo río con desdén –Trhea, la perra del rey- pronunció su nombre con un tono de indignación

-un halago que me recuerdes, aunque haya pasado tanto tiempo-

Rywell resopló, - ¿Qué? 50 años- Trhea lo interrumpió para hablar, pero el continuo –Sabes, no he olvidado lo que hicieron y esta farsa de amigos no seguirá así que me dirás para que te enviaron o les regreso tu cabeza-

-Calma Cuchillitos locos, simplemente vengo a dejarte un mensaje- dijo, y sacó una carta con el sello real

- ¿Puedes decirlo ya o saco mis cuchillitos locos? - la observó con impaciencia.

- tienes una nueva lista, el rey quiere que seas más discreto a partir de ahora, sin dejar cadáveres o evidencias- extendió su mano y le dio la carta a Rywell -todo está detallado en la carta-

-me marcho ya, está de más decir lo que pasaría si te niegas ¿no? - le dijo en un susurro maligno

-lárgate maldita perra- escupió las palabras

Trhea le hizo una seña obscena y se desvaneció en la oscuridad con una sonrisa de maldad en su rostro.

Detestaba trabajar para el rey, fingir lealtad y obediencia ciega, era necesario al menos por ahora, al menos mientras la rebelión contra el rey se organizaba.

El bosque rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora