Capítulo 3

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Cuando, le despertó la señora Weasley la meneaba.

—Arriba, Laetitia o se hará tarde —se restregó los ojos y bajo de la cama mientras hacía lo mismo con Hermione y luego con Ginny.

Se vistió antes que ellas, puesto que dejo la ropa encima de la mochila, y desperezándome salió del baño, golpeándome con uno de los gemelos al cerrar la puerta.

—Lo siento —le susurró, el simplemente negó y bostezó. Los gemelos, Ron, Harry y Daira bajaron la escalera camino de la cocina.

La señora Weasley removía el contenido de una olla puesta sobre el fuego, y el señor Weasley, sentado a la mesa, comprobaba un manojo de grandes entradas de pergamino. Levantó la vista cuando entraron y extendió los brazos para que pudieran verle mejor la ropa. Llevaba lo que parecía un jersey de golf y unos vaqueros muy viejos que le venían algo grandes y que sujetaba a la cintura con un grueso cinturón de cuero.

—¿Qué os parece? —pregunto—. Se supone que vamos de incógnito... ¿Parezco un muggle, Harry, Laetitia?

—Sí —respondió Harry, sonriendo—. Está muy bien.

—No se nota que es mago — contesto ella.

—¿Dónde están Bill y Charlie y Pe... Pe... Percy? —preguntó George, sin lograr reprimir un descomunal bostezo.

—Bueno, van a aparecerse, ¿no? —dijo la señora Weasley, cargando con la olla hasta la mesa y comenzando a servir las gachas de avena en los cuencos con un cazo—, así que pueden dormir un poco más.

—O sea, que siguen en la cama... —dijo Fred de malhumor, acercándose su cuenco de gachas—. ¿Y por qué no podemos aparecernos nosotros también?

—Porque no tenéis la edad y no habéis pasado el examen —contestó bruscamente la señora Weasley, en este momento desearía que le dejaran hacer trasladores dentro de Reino Unido —. ¿Y dónde se han metido esas chicas? — miró a la única en la mesa, que se encogió de hombros sin tener la menor idea.

Salió de la cocina y la oyeron subir la escalera.

—¿Hay que pasar un examen para poder aparecerse? —preguntó Harry.

—Desde luego —respondió el señor Weasley, poniendo a buen recaudo las entradas en el bolsillo trasero del pantalón—. El Departamento de Transportes Mágicos tuvo que multar el otro día a un par de personas por aparecerse sin tener el carné. La aparición no es fácil, y cuando no se hace como se debe puede traer complicaciones muy desagradables. Esos dos que os digo se escindieron.

Todos hicieron gestos de desagrado menos Harry.

—¿Se escindieron? —repitió Harry, desorientado.

—La mitad del cuerpo quedó atrás — le explicó Laetitia.

—Y, por supuesto, estaban inmovilizados. No tenían ningún modo de moverse. Tuvieron que esperar a que llegara el Equipo de Reversión de Accidentes Mágicos y los recompusiera. Hubo que hacer un montón de papeleo, os lo puedo asegurar, con tantos muggles que vieron los trozos que habían dejado atrás... — terminó de contestar el señor Weasley, echándose con la cuchara un montón de melaza en su cuenco de gachas.

—¿Quedaron bien? —preguntó Harry, asustado.

—Sí —respondió el señor Weasley con tranquilidad—. Pero les cayó una buena multa, y me parece que no van a repetir la experiencia por mucha prisa que tengan. Con la aparición no se juega. Hay muchos magos adultos que no quieren utilizarla. Prefieren la escoba: es más lenta, pero más segura.

—¿Pero Bill, Charlie y Percy sí que pueden?

—Charlie tuvo que repetir el examen —dijo Fred, con una sonrisita—. La primera vez se lo cargaron porque apareció ocho kilómetros más al sur de donde se suponía que tenía que ir. Apareció justo encima de unos viejecitos que estaban haciendo la compra, ¿os acordáis?

La hermana de Hermione GrangerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora