Capítulo 6

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¿Alguna vez pensaste que tenías toda la culpa?

—Hijo ahora ve dentro, tienes que seguir los pasos que te enseñé. Te estaré esperando al lado de la maceta del parque ¿sí?

En aquel tiempo acostumbraba a asentir hasta que me dolía la cabeza. Mi padre siempre me pedía ese tipo de favores, y aunque yo desconocía la importancia y lo que implicaba seguir sus órdenes existía una respuesta en mi interior que dudaba siempre de su palabra.

La primera vez que entré al mercado dentro corría un viento helado, llevaba un pantalón corto con estrellas dibujadas y una remera ancha que mi madre había conseguido de las recaudaciones de una iglesia. En aquel momento, todavía eran cristianos, y de vez en cuando me llevaban al comedor a compartir un almuerzo insípido con unos cuantos niños. Sin embargo, a pesar de que rezaban de día, e iban los sábados a misa, cada viernes a la mañana me obligaban a robar.

De vez en cuando tenía pesadillas lúcidas, me veía entre los escaparates rebuscando bolsas de arroz para esconder dentro de la ropa interior, e incluso sentía la desesperación que corría por mis venas en aquellos años en donde debía haber estado en la plaza jugando al policía y al ladrón en vez de ser uno de verdad. Luego, siempre alguien me atrapaba y llamaba a la policía y yo terminaba por formar un charco en el piso con mi orina.

Al escuchar la discusión de mi padre con Emilia me enderecé en la cama de repente. Tenía el cuello untado de sudor, una ráfaga de inutilidad me surcaba por el pecho. Había desperdiciado otra oportunidad para salir de ese agujero pero, de nuevo la vi yéndose de mis manos. Un plato golpeó el suelo y con pereza decidí colarme en la cocina. Mi padre soltaba maldiciones y empujaba cada traste al suelo, su rostro colorado y la mirada de desprecio que le lanzó a Emilia fue suficiente como para interponerme en medio.

 —¿Qué está pasando?

 —¿Es verdad que el tío te robó lo que venias ahorrando desde tu beca en la primaría?— lo dijo sabiendo que esa era la respuesta pero esperando a que la confirmara.

  —No quieres entrar en una discusión después de lo de anoche—Emilia se veía demacrada, no había dormido en toda la noche e incluso tuvo que llevarme de nuevo al departamento cuando me dieron el alta.

 —Es mejor que vivas conmigo—me pidió. Ella podía comprender que debajo de la relación que tenía con mi padre había mucho más que no le estaba diciendo. Sin, embargo, tampoco se encontraba en una situación mejor que yo, por lo que irnos juntos sería lo más tonto que podría hacer.

 —Te llamo más tarde. Ve a tu casa, la tía debe estar preocupada. Además tengo que ir a la universidad, hoy tengo un examen.

Logré que saliera, pero el aire pesado seguía presionando el silencio entre mi padre y yo. Él me observó con una sonrisa, era bueno actuando pero era malo para pedir perdón. Salí de casa, sabiendo que estaba sufriendo. Me quedaba dinero en la tarjeta para una semana y que después de eso no tendría más de donde agarrarme. Descarté los pensamientos negativos al llegar al salón, debía permanecer enfocado y pensar en lo único para lo que había venido.

Al dejar la hoja en el escritorio del profesor, creí que mi ego había escalado un poco más del suelo. Fue tan fácil como inflar un globo con una válvula de bicicleta. Tan rápido como despegar los ojos de la almohada. Me sentí orgulloso, por estar tranquilo aun sabiendo que aquel matón que me había dado una paliza compartía los mismos pasillos por los que yo andaba.

Decidí almorzar en el Departamento de Medicina, Luka en aquel horario estaría en la clase de arte siendo utilizado como modelo. Y aunque no quería saltarme la clase, tampoco deseaba verlo. Estaba convencido de que tenía la culpa de que mi humor fuera una montaña rusa. Siempre lograba entrometerse en lo que no debía y como una sombra yo salía pagando en su lugar.

No quiero "que seas" Esteban x LukaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora