EPÍLOGO

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Diez años después

Los años habían pasado. Los Pevensie y yo habíamos vuelto a Londres cuando la guerra acabó, pues en América no había nada para nosotros cuando Londres era nuestro hogar. Edmund nos había alcanzado en América, casi lanzándose del barco cuando nos vió esperando por él. Ahora éramos una gran familia y vivíamos todos juntos en la casa de campo que antes pertenecía a mi abuelo, en los últimos años habían urbanizado esta zona y las cosas quedaban cada vez más cerca. La gente volvía a reír luego de la guerra.

–Cariño, traje manzanas del mercado.

La voz de Peter se escuchó en el recibidor y me asomé desde nuestra habitación. Peter y yo nos habíamos comprometido cuando volvimos a Londres y tres años después nos casamos, justo el día siguiente en que Peter completó su formación militar.

–¡Son mías, no las toques, Edmund!

Bajé tan rápido como mi enorme panza me lo permitía, pues ahora estaba embarazada del segundo hijo o hija de Peter.

–Kath, con cuidado, por favor.– me reprendió Peter.– No deberías moverte tanto, el bebé está a punto de nacer.

–Y será tan hermosa como su tía.– apareció Susan enfundada en un precioso vestido floreado. En sus brazos cargaba a nuestro primer hijo, nombrado James en honor a mi padre.

–O tan apuesto como su tío.

Edmund apareció también por las escaleras, los años lo habían convertido en un apuesto joven que arrancaba suspiros al pasar. Afortunadamente su noble corazón había sido capturado por una amorosa joven de rizados cabellos pelirrojos, misma que miraba a Edmund con amor desbordándose de sus ojos.

–Todavía no sabemos el sexo del bebé, no discutan por ello.

–Si es niña, llámala Susan.

–Y si es niño, que se llame Edmund.

Dejé a los hermanos peleando mientras me escabullía a la cocina en busca de las manzanas. Tomé la más grande y roja que encontré, la lavé con cuidado y dejé que se secara unos segundos antes de morderla.

–¿Kath?

–¡En la cocina!

–¡Já, te lo dije! Ella vive en la cocina, deberíamos bajarle un colchón para que duerma ahí.– habló Edmund.

–Si tú estuvieras embarazado también comerías todo el día.– me defendió Susan.– Toma a James, debo irme.

–¡No olvides volver temprano, Su!

–¡Claro que no, volveré a cuidar a James!

Susan había sido cortejada por Harry Abbey, hijo de una familia adinerada que vivía a un par de kilómetros de nosotros. Aunque al inicio Susan se mostró indiferente ante el chico, terminó cediendo al notar tanto interés por parte del joven. Harry la quería de verdad, incluso me había comentado en secreto que pensaba pedirle matrimonio y esperaba tener nuestra bendición.

La puerta principal se cerró, avisando que Susan había partido. Edmund y Peter entraron en la cocina, con James en los hombros de Peter.

Born To Die | Peter Pevensie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora