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Era una noche lluviosa y muy fría

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Era una noche lluviosa y muy fría.  La gente caminaba a paso velos tratando de llegar lo antes posible a sus cálidos y acogedores hogares, el sonido que hacía la lluvia al hacer contacto con el suelo, era música para sus oídos y el olor pétrico a tierra mojada que dejaba la lluvia, fue fascinante.

Ese hombre de cabellos ébanos de ojos azules camina por las calles mojadas de la ciudad sin su paraguas, pero por suerte llevaba un abrigo negro que lo protegía de la llovizna, solo su cabello estaba empapado.

Estaba a solo dos calles de su apartamento, pero antes de eso, entró en una panadería para comprar algunas cosas para cenar más tarde.

Hanagaki entró en su desolado y gélido apartamento, dejando sus zapatos y su abrigo mojado cerca de la puerta para que se secaran.  Dejó su maletín sobre la mesa y fue a la cocina a dejar lo que había comprado momentos antes.

De la nada sus fosas nasales se llenaron de un intenso olor a hierro, que provenía de la habitación, asomándose a echar un vistazo, vio que la ventana estaba rota y que a un lado de ella, alguien estaba tirado encima de una gran piscina de sangre

El ojiazul se alarmó al ver tan horrenda escena, pero decidió mantener la calma y llamar a una ambulancia, pero debido a la fuerte lluvia que había empezado, la señal había caído.

Se acercó al cuerpo para ver si aún seguía con vida, en efecto si lo estaba, pero respiraba con dificultad, lo tomó por los hombros y comenzó a arrastrarlo hasta su habitación, dejando el camino cubierto de sangre.

"No podré dormir en paz esta noche."

Tan pronto como lo colocó en la cama, rápidamente desabotonó la camisa de vestir que llevaba puesta el extraño hombre, vio una herida que fue causada por un cuchillo o tal vez una navaja.  Salió de la habitación en busca del equipo médico para tratar de curarle la herida.

Sabía que habiendo tomado ese curso de primeros auxilios, algún día sería útil.  Afortunadamente, la herida no era profunda en absoluto, pero la prioridad era detener el sangrado.  Takemichi comenzó a coser la herida con cuidado, y hacerlo no fue nada fácil.

Le temblaban las manos, era la primera vez que hacía esto, y tenía miedo de empeorar la herida.

[•••]



Ya había amanecido, la luz que entraba a la habitación fue lo suficientemente brillante como para despertarlo y atormentar su sueño, junto con el sonido de unos pájaros, pero ¿dónde estaba?  Lo único que recordaba era que tuvo que caminar con esa puñalada en el abdomen para escapar de la lluvia y de la policía, luego se había desmayado en ese lugar frío.

Al darse la vuelta vio una pequeña mesita de noche, llena de papeles empapados en su sangre, levantando la sábana que lo cubría del frío, notando que su herida había sido curada.

¿Pero por quién?

El fuerte dolor que venía de su abdomen, no lo dejaba pensar con claridad y en eso escuchó un fuerte ruido, que provenía fuera de la habitación.  Levantándose tomó algo afilado y se fue sin hacer el menor ruido.

Al entrar a la cocina, pudo ver a esa persona que probablemente lo había ayudado, pero tampoco podía confiar en él.

—¡Maldita sea!—  El pelirrosa vio desde la habitación como ese hombre estaba recogiendo pedazos rotos de algún plato de porcelana, rápidamente se paró detrás de él, aprovechando que estaba distraído.

Takemichi sintió la presencia de alguien detrás de él, pero ya era demasiado tarde, esa persona lo tomo bruscamente de los hombros y ahora tenía unas tijeras en su garganta, listas para apuñalar su delgado cuello.

—No grites y si lo haces, morirás aquí mismo. — el chico parecía decidido a matarlo en cualquier momento, solo podía cerrar los ojos y respirar hondo.

—Esa no es la manera de tratar a tus mayores Haruchiyo-kun—

Sanzu se quedó quieto por un momento, tratando de entender por qué ese anciano sabía su nombre.  Takemichi rezo para que sanzu le recordara.

Fue empujado haciéndolo caer al suelo, Takemichi volteó a ver a Sanzu, quien se veía realmente confundido.  Dejó escapar un suspiro, lleno de felicidad, después de todo era Haruchiyo, el que conoció hace tantos años, solo que ahora tenía el pelo rosa.

—¿No te acuerdas de mí?— vocifero alegremente con una gran sonrisa.

—¿No te acuerdas de mí?— vocifero alegremente con una gran sonrisa

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𖣠. (𝗕)-𝗔𝗝𝗢 𝗟𝗔 𝗟𝗟𝗨𝗩𝗜𝗔 - 𝗌𝖺𝗇𝗍𝖺𝗄𝖾 𝗮𝘂.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora