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El otoño había acabado, y el invierno se hizo presente, trayendo así, el regreso a clases, las vacaciones fueron largas e intensas para Harry Potter, quien no lograba controlar su magia, y, accidentalmente hizo levitar a su tía Marge, pero —según Harry— se lo merecía. 

Harry se encontraba contándoles a sus amigos lo que había pasado, quienes le miraban con confusión y, —en el caso de Ron— diversión.  

—Recién volvimos a tercer año, no puedes hacer que te expulsen Harry. —dijo el pelirrojo, quién antes reía y parloteaba acerca de lo increíble seria el hacer flotar a alguien. 

—Tiene razón Harry, ten más cuidado. —soltó su amiga. 

Potter hundió su mirada en la gigante ventana que tenía delante de él, dejándole examinar con profundidad los verdes paisajes que emanaban una sensación de comodidad, nada comparado a lo que se sentía estar con los Dursley, esto era como llegar a casa. Y de verdad, estaba en casa. 

O eso creyó. 

De repente el tren paró, y un fuerte estruendo les dio a entender que alguien subía. 

—¿Qué está pasando? —preguntó la voz de la chica asustada. 

—Voy a ver. —susurró Harry para luego así levantarse de su lugar. 

Se dispuso a caminar directo a la puerta, y la abrió con rapidez, asomó su cabeza queriendo distinguir algo o alguien pero  el pequeño pasillo se encontraba desolado. 

Una brisa espesa le hizo sentarse de nuevo, notó como los ventanales lucían empañados y un frío le recorrió por todo el cuerpo, aquella calidez desapareció, por solo completa soledad. La puerta del vagón se abrió y de el entró una criatura que apenas podía describir, portaba una gran capa de color negro y aspecto horripilante. No pasó mucho tiempo para que Harry se desmayara. 

Lo único que pudo recordar Harry fue una luz blanca y la voz de una mujer gritando. 

Al despertar, un hombre castaño y alto le tendía un pedazo de chocolate. 

—Come, te hará bien. —sonrió. Harry recordó, era el profesor RJ Lupin, tomó el chocolate y le dio un mordisco. El profesor salió de la cabina diciendo que debía hablar con el conductor. 

—¿Qué fue  eso? —preguntó finalmente. 

—El profesor Lupin dijo que era un dementor. —dijo Hermione. 


                                    —— 𝐃&𝐇࿐      

    

El ojiverde recorría los pasillos ignorando a cada uno de los que se paseaban por allí, buscaba a Ron y Hermione pero parecía que ellos se ocultaban de el, había ido a la lechucería, a la sala común de gryffindor, a la biblioteca, al gran comedor, pero no estaban por ninguna parte. Cómo si hubiera maldecido a Merlín Harry divisó a lo lejos a Draco Malfoy caminando con elegancia, y esa actitud arrogante, el de gafas intento que el rubio no lo viera, pero al poco tiempo el otro chico le gritó. 

—¡Potter! — comenzó a acercarse. 

—¿Qué quieres Malfoy? 

—¿Estás perdido? O acaso, ¿Estás buscando a granger? —hablo con el tono burlón en sus palabras. —Potter. —le llamó. —¿Tienes miedo a que los  dementores te atrapen? —hecho una carcajada. 

—No te interesa Malfoy. —Potter trató de alejarse del ojigris pero solo se ganó una caída, aquel le había metido el pie, haciendo que este tropezara. 

Y ya. 

El elegido sacó su varita y le apunto.

—¡DESMAIUS! —soltó Potter. 

—¡PROTEGO! 

Al cabo de unos segundos ya se estaban lanzando hechizos, los cuáles apenas y les daban. Sus voces llenaban todo el corredor por lo tanto muchos alumnos que lo recorrían llegaron a observar el duelo.  

—¡TARANTALLEGRA! 

—¡EXPELLIARMUS! —este sonó fuerte y claro, pero ninguno de los dos había lanzado el hechizo. 

Se trataba de el profesor Snape quien ya sostenía ambas varitas, pasó su mano alrededor de los hombros de Potter y Malfoy apretando el agarré con firmeza, ¿Qué se creían para montar tal escena? Pensó el profesor. 

—A la oficina del director Dumbledore. —dijo fríamente. —Retirense si no quieren que les quité puntos. —amenazo a el grupo de alumnos.

En orden todos empezaron a aislarse. Snape encamino a tanto el ojigris como al ojiverde mientras soltaba algunas leves quejas respecto a sus  actitudes. 

Harry sabía que la razón por la cual Snape no le había quitado puntos es porque se vería obligado a también quitarle a su casa, y eso nunca lo permitiría. 

La mirada de la profesora Mcgonagall pasó de ser sorprendida a tener un semblante serio. 

—¿Qué hicieron estos dos ahora? —preguntó. 

—Los encontré en un duelo de varitas. —expuso el pocionista.

—Bien señor Potter y, —hizo una pausa— señor Malfoy. Debido a la falta de respeto mutuo, ambos compartirán clases y se sentarán juntos. —Tanto el gryffindor como el slytherin gruñeron con molestia a lo que sugería la Subdirectora McGonagall.

¿Por qué propondría tal cosa sabiendo que, ni Malfoy ni Potter soportarían eso? 

Ambos se observaron, las cejas del joven Malfoy se elevaron, indicándole al niño que vivió que no fastidiará con su presencia. 

—¿Entendido? —Esta vez, McGonagall fue quien habló. 

—Si. —dijo Harry poco convencido. 

—¿Y usted señor Malfoy? 

—Si. —contesto mientras ojeaba por última vez a el pelinegro. 

                               ——𝐃&𝐇࿐                   

Era de mañana y el dúo ya se habían encontrado para ir a la clase de adivinación, recibiendo miradas de sorpresa, incluso de los amigos de los dos chicos, quienes no creían ni entendían lo que estaba pasando. Hasta que Hermione se les acercó a pasos cortos. 

—Harry, ¿Qué sucede? 

—Hermione, yo-… —Balbuceo. 

—Vamos Potter, no llegaré tarde a adivinación por ti. —jalo al otro adentrándose así a el aula. 

Se sentaron en unos asientos vacíos al fondo de la clase ya que, como dijo el rubio, así no llamarían tanto la atención. Sin embargo era obvio que los que se percataron de la situación seguro y les contarían después a todo el colegió. 

La profesora Trelawney les propuso a toda la clase intentar ver a través de la bola de cristal que se encontraba frente a ellos, lo que Malfoy hallaba ridículo. 

—No hay nada Potter.—afirmo— Solo veo un jodido humo.  

El ojiverde iba a hablar, a decirle que se callará pero algo le impidió hacerlo, aquel humo espeso que estaba antes cambió, mostrándoles la imagen de ambos justos, además, se divisaban en la torre de astronomía tomados de la mano, en sus rostros no había despreció u odio, lo único que existía era el amor. Harry quería protestar, quería sugerir que tal vez la predicción era equivocada, aunque de sus labios no salió nada. 

Al pasar dos minutos ya tenían a toda la sala contemplando ese escenario, parloteando y divagando sobre lo que pensaban. 

—Oh, mis niños, aparentemente tendrán una larga vida juntos. —anunció la profesora. 

Los mencionados se giraron a mirarse el uno al otro frunciendo el seño.  

¿Cómo evitarán lo que ya fue predicho? O más aún, ¿Qué pasaría después si lograban su cometido? 







PROFECIAS | DRARRYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora