1

3.3K 272 35
                                    

Mi clan era de ninjas, el clan Uzui, donde los compañeros no son mas que peones sacrificables y las esposas solo existen para engendrar herederos, era un infierno viéndolo de la manera más fría posible, mis ocho hermanos y yo debíamos de entrenar y no permitir que el clan fuera en declive, solo mi hermano más cercano de edad y yo sobrevivimos, el resto, ya se imaginaran, a la edad de 16 me casé con tres hermosas mujeres, Hinatsuru, Makio y Suma, aún con la vida que llevaba, no todo era tortura, no hasta que el apareció.

Recuerdo que en el pueblo donde estábamos, escuche a lo lejos una discusión que se tornaba más escandalosa a cada minuto, pensaba marcharme de ahí, pero quería ver con mis propios ojos, a quien estaban gritando y humillando, al acercarme, vi que lo arrojaron fuera de la posada, todo maltratado y harapiento, sin embargo, su cabello tenía un color amarillo con puntas naranja muy llamativo, acompañado de unos orbes dorados inundados en lágrimas por las acciones en contra suya, su cuerpo y rostro a pesar de estar en algunas partes rojizas por el trato recibido y con un hilo de sangre saliendo de la nariz, su piel era blanca y fina como la porcelana, a pesar de verlo y ponerlo en un punto de vista "simple", yo solo pude pensar "hermoso", un grito de esa mujer me hizo volver a la realidad, al parecer no le parecía tu talento con los instrumentos musicales y tu poca utilidad en el resto del trabajo, yo le ofrecí una buena cantidad para que te dejara de humillar, a pesar de ser un lugar poco frecuentado, llegaron muchos a ver la escena, tu te levantaste y con la cabeza baja y ojos llorosos, recuerdo un susurro que a mi audición era la melodía más maravillosa, aún cuando solo formo una pequeña palabra, "Gracias", tras eso, yo no pude sacarte de mi mente, día y noche, no había momento en el cual no pensará en él, comencé a visitar ese lugar donde estabas, me dí cuenta que solo era una casa de té en su peor racha, tu servías a todo aquel a quien te mandaran a atender, tu servicios se resumian solo en llevar la orden de comida, rellenar las tazas y si el cliente ofrecía más, tocabas el sashimen, cuando lo hacías, era como viajar a otro mundo, si pedían algo fuera de lugar, te negabas y acto seguido te retirabas, creo que eso es lo que más le molestaba a esa mujer, cuando tuve la oportunidad de conocerte, entendí que me tenías a tu completa merced, sin embargo, tu me temías, creo que podía descifrar que temías que tuviera el poder de destruirte, porque el sentimiento era mutuo, esas sutiles sonrisas y confianza al hablarme, hasta tus pequeñas rabietas solo me incitaron a seguir tras de ti, tu no tenías familia, no sabías si tus progenitores estaban vivos o muertos, tampoco si te abandonaron o no, el hombre que te educo fallecio tiempo despues por la edad, mientras que su nieto biologíco te tenía mala fé, lo cual te obligo a irte y tras muchos altibajos, terminaste aquí

-Zenitsu- Este paro su acción de retirarse para mirarme, estaba muy serio a como de costumbre

-Di-dime- Te puse nervioso, pero no quería ser el único de esa manera

-¿Te casarías conmigo?- Un silencio nos invadio a los dos, tu al inicio te sorprendiste, despues te reiste como si te hubiera contado un chiste

-Ay Tengen, mejor deja esas bromas que no te van- Aunque aún reias ligeramente, tenías una expresión completa de tristeza

-¿Tengo cara de haber dicho una broma, Zenitsu?- Te paraste en seco y volviste a mirarme, de pronto comenzaste a derramar tantas lágrimas que ni yo supe como reaccionar, cubriste tu boca con la mano izquierda y con la derecha sostuviste tu yukata con fuerza, como si me fuera a llevar tu corazón, mientras llevabas tu cabeza al piso, eso hizo a todos voltear a verte, pero, entre sollozos y más lágrimas, pude escuchar un "si" de tu parte

Solo pude sonreír y besar tu cabeza en lo que sostenía tus hombros para tranquilizar tu llanto, dos días pasaron, días donde le informe a mi padre de ti y que vendrías a la casa grande a vivir, días donde mis tres esposas se emocionaron de verme tan feliz con la noticia, pues no quise ser igual a mi padre y hermano con sus ideas de falta de compañerismo y querer, eso me lo aplaudieron las tres, al ir por ti solo vi que tu equipaje constaba de solo una cobija, un haori amarillo y anaranjado con triángulos blancos y otra yukata, recuerdo que te besé de la manera más fugaz, con ello sentí que nuestros corazones se volvieron uno solo, en el camino, te pedí tus pertenencias, las cuales no me negaste a excepción de ese haori de triángulos, fue un regalo de tu abuelo, lo cual permití que conservaras ya que tenía un valor muy especial, el cuál respeté, una vez en mis manos, los deseche dándoselas a un vagabundo por ahí.

-¿Qué te pasa? esas eran mis cosas

-Conmigo nunca te faltara ni que comer, ni vestir, tampoco el cariño ni las atenciones- Eso solo te hizo tener lágrimas traicioneras acompañadas de una sonrisa llena de alegría y felicidad

Mis chicas te recibieron con total cariño, el tiempo en lo que hacíamos los preparativos para la boda sería corto a comparación de la vida eterna a tu lado, o eso pensaba, días antes de la boda, tuve que ir a una misión por capricho de mi padre, más bien era para ver que no hayan decaído en mis habilidades, como no sería mucho, no me preocupe, me despedí de los cuatro, prometiendo que volvería lo más pronto posible para casarnos.
Tres días, días dónde creí que todo estaría bien, cuando iba de regreso, tuve un muy mal presentimiento, a lo que me apresuré sin importar que.
Al llegar, mi sangre se helo, cuerpos desmembrados aquí y allá, lagos carmesí, al verlo, pensé lo peor, corrí a la mansión dónde todos estábamos, al llegar, el aire se fue de mis pulmones, había señales de lucha, pero todos terminaron igual, yo solo caminé lentamente hacia mis chicas, frío, todo estaba frío, cerré sus ojos, al ir hacía ti iba a hacer lo mismo, pero algo estaba raro, tú cuello estaba cálido, y aún respiraba, acerque tú cuerpo a mí y puse mi oído en tu pecho, latidos, aún podía salvarlo, lo llevé a una de las habitaciones y lo recosté en el futón, fui por suministros médicos para él, no había médicos cerca, pero no me designaría a perderlo, al estar buscando, escucho cómo se levanta y ¿gruñe?.
Algo no estaba bien, pero yo le salvaría, cuando encontré lo que buscaba, me giré en dirección hacía la habitación, pero no pude llegar debido a un ser que conocía como la palma de mi mano.
- Zenitsu, vuelve a la cama, trataremos con esas heridas- Sin respuesta, solo te limitante a balancearse ligeramente de adelante y hacia atrás, y dar un paso ligero hacia enfrente, eso me preocupo
-¿Zen?- te toco el hombro y te abalanzas contra mí, cayendo los dos al piso.
Gracias a mis reflejos, ví tus pupilas en una línea, colmillos que sobresalían de tu boca detenidos por mi espada corta, al verlo solo vino a mi cabeza lo que oí en mi misión, algo de criaturas come-hombres, ahí mi mundo se vino abajo, mi dulce y amable prometido, era un demonio
- ¡Maldita sea Zen! ¡Soy yo! ¡Tengen! ¡Maldición! ¡Solo despierta!
Al gritar esto, tú llanto se hizo presente, te detuviste solo para llevar tus manos a tu rostro, yo en respuesta solo te abracé, al terminar, te hice un bozal con bambú y un cintillo rojo, sabía que por la historia no aguantarias el sol, a lo que sugerí marchar por la noche y acampar en la mañana, te podías hacer pequeño, eso solo me hizo pensar en algo mejor, había una canasta mediana en la casa, ahí sugerí llevarte, no sabía cómo, pero juré que te curaría, enterramos a todos, incluyendo a mi padre y hermano que te tenían mala fé, y nos fuimos, esperando que nuestro destino nos condujera a un lugar mejor que esté.

Continuará...

Mi amado demonio uzuzenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora