3. Quedada

29 1 0
                                    

Helena

Había quedado el miércoles, según habíamos pactado Clara y yo hace una semana. 

Fallecí por unos segundos. Se me había olvidado completamente. 

— Mierda —solté murmurando mientras me ponía mis convers y saltaba de la cama casi estrellándome contra la esquina de mi armario.

“Las 16:30, tengo tiempo.”

Estaba maquillándome cuando la aguja del reloj marcaba las cinco pasadas—. ¿Qué me pongo hoy? — El gran dilema para la mayoría de las chicas. Pasaba de modas, así que me puse una sudadera vieja de mi padre y mis jeans. 

Paso delante del espejo guiñando un ojo. “Soy todo un pibonazo”.

Al parecer, el cielo estaba nublado. Tenía toda la pinta de que fuese a llover así que cogí mi paragüas de color blanco y lo colgué sobre el perchero de la entrada cuando de repente me suena el teléfono.

— Holaaa, ¿dónde estás?

— Buenas, perdón, he perdido completamente la cabeza y se me ha venido el tiempo encima... Termino de  arreglarme y bajo, no tardaré mucho.

— Valeee, pero date prisa que hace frío. Y ponte mona.

— Aunque la mona se vista de seda, mona se queda —alagué mientras se reía—. Que sí que ya bajo. 

No lo sabía a ciencia cierta pero por alguna razón tenía el presentimiento de que hoy era el día.

Cuando dije suerte, no me esperaba que fuese así. Coincidí con Iván mientras salía de casa. Tampoco podría decir coincidir pues me caí encima de él. Me levanté aparatosamente como pude murmurando una disculpa y corrí hacia el coche de Clara. 

“Dios qué vergüenza” —suspiré mientras Clara me preguntaba el porqué de mi carrera.

Iván es lo que podría decirse…"un amor platónico", tan cerca pero inalcanzable. Iván es un estudiante muy popular de la Universidad. Es, lo que dicen ser, un estudiante modelo. Además de ser una buena persona. Es el capitán del equipo de baloncesto de la Universidad y para colmo ha sido nombrado como mejor jugador de la temporada. Está en su mejor momento, sin duda.

Ojalá solo hubiese bastado con eso. La cosa es que no puedo evitar desviar la mirada cuando Iván y yo nos cruzamos por los pasillos de la Universidad; es más, trato de evitarlo a toda costa: en los descansos, en la cafetería, de camino a casa…

Cada vez que me acerco a Iván mi cara me delata, es francamente inevitable. Parezco un tomate. Y me puedo comparar fácilmente con un iceberg porque me quedo congelada; paralizada ante su presencia.

Todavía no me entraba en la cabeza que Iván iba a venir a la fiesta que íbamos a ir “los frikis”. Puede que haya sonado muy superficial, pero me es meramente imposible ver que él y yo podamos hablarnos. “Mundos distintos”. 

El éxodo de un viaje inolvidableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora