Octavo Capítulo: Nuestra última apuesta

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Está soltero, pero eso no quiere decir que vaya a salir contigo —se repetía una y otra vez Clara, tratando de olvidar el tema. El saber sobre la soltería de Ernest había provocado que tuviese esperanzas de conquista. El sábado después de despedirse de él empezó a fantasear con ella vestida de blanco y a Swadford esperándola en el altar. Aunque la imaginación de Clara había escogido un mal momento para hacer su aparición, porque estaba en medio de una de las clases de Ernest. Este al notarla tan distraída le realizo una pregunta.


—Señorita Clara ¿Sabe la respuesta? —la observo muy serio al tiempo que le señalaba la ecuación escrita sobre la pizarra.


— ¿Cuál es la pregunta? —dijo inocente, lo que hizo estallar una carcajada general en el aula, muchos la tildaron de tonta, ganándose minutos después de terminada la clase el apodo de ¨la jirafa pálida¨, por su color de piel. La pobre Clara se sonrosó por la vergüenza.


Ernest solo suspiro y prosiguió con la clase, dándola por ignorada. El despiste de la alumna lo decepciono, no le gustaba que sus estudiantes se desconcentraran de su clase, y de esta nunca espero tal falta de respeto. Aunque se había enojado, decidió perdonarla, considerando su pasado como alumna malcriada y los avances que estaba dando este pequeño desliz no era gran cosa.

Todo el día la joven se lo paso sumida en sus pensamientos, aun reconociendo que sería imposible tener algo con Swadford, pero no quería quedarse de brazos cruzados ante la impotencia. Después de lo que ocurrido el sábado ya no aguantaba más las ganas de declararse. Lo espero a la salida de la escuela, conocía que siempre era el último en marcharse (no le gustaba que se le acumulase el trabajo) y a esa hora no habían ningún estudiante o profesor por los alrededores.

Espero ansiosa a que él apareciera. Conforme iban pasando las horas más nerviosa se ponía. Estuvo a punto de desistir, pero una voz lo impidió, la reconoció al instante.


— ¿Clara? ¿Por qué aun no te has ido a casa? Es tarde, tus padres se van a preocupar —Ernest estaba sorprendido de verla.


—Lo estaba esperando —expresó con una dulzura que Swadford reconoció que no pertenecía a una estudiante.


— ¿Me esperaste todo este tiempo? —no daba crédito a lo que escuchaba.


—Si es por usted, yo esperaría durante años —la presencia de Ernest la tenía nerviosa. Su frase dejo azorado al profesor, jamás espero de ella tal declaración.


—Será mejor que nos vayamos —le dijo con tal de salir del lio en el que estaba metido.


—No, aguarde, aun no. Ya tendremos tiempo para eso —Clara quería expresarle de una vez sus sentimientos.


—Clara, ya es tarde. Te llevaré a casa —insistió tomándola del brazo.


—Te amo —expresó sin siquiera pensarlo. Swadford confuso la soltó en el acto. El profesor quedo igual a una estatua, no era capaz ni de moverse y mucho menos de hablar —Usted me gusta mucho. Yo lo amo, Swadford —volvió a repetir para hacerse entender, su cara como tantas veces estaba roja.


—Esa jamás fue mi intención, Clara —tontamente se defendió.


—Tampoco la mía. Al principio solo lo veía como un profesor más, uno un poco insoportable y metiche, pero ahora es diferente. Lo amo con locura, no dejo de pensar en ti. Fue por usted que me comenzó a gustar el estudio —esta era la primera vez que se le declaraba a alguien, por eso le era difícil encontrar las palabras precisas para hacerlo —El sábado en la cena me moleste mucho con Adela por estarse insinuando, estaba celosa. No quería que te fijaras en ella, sé que no tengo esperanzas, pero cuando escuche que era soltero, yo... —fue interrumpida por el maestro.


—Basta, Clara. No, eso no, ya cometí un error una vez, dos es imperdonable. Olvídate de esos sentimientos —sentencio Ernest.


— ¿Qué? —la petición la confundió.


—Sí, no son útiles, solo te están desconcentrando de tu futuro. Se suponía que debías estudiar por ti, no por mí, además... —esta vez quien fue Clara la que interrumpió.


—Mi futuro es contigo. Entiéndelo de una buena vez —gritó enfadada con él por no entenderla. Ahora quien se había sonrojado era Ernest, para él tampoco estaba siendo sencillo escuchar lo que ella decía —Sé que intentaba ayudarme, pero ¿qué puedo hacer si me he enamorado de ti? —Clara deseaba tocarlo aunque fuera un poco, pero en esos momentos era mejor contenerse.


—Parece que hice todo mal, de nuevo. Perdóname, Clara, todo esto es mi culpa —colocó una de sus manos sobre el rostro, tratando de ocultar la vergüenza por su falta.


—No, no tengo nada que disculpar —ante este acto de debilidad la chica se le acerco, tratando de disminuir la distancia que los separaba.


—Vámonos —continuaba en su inútil intento de escapar de la conversación.


— ¿Es por qué soy su alumna? —Clara llego a esa conclusión, debido al comportamiento del hombre, y porque ese era el único impedimento que ella creía existir. Lo que le dio esperanzas es que él nunca dijo que no la amase. Swadford quito la mano que ocultaba su cara para mirarla asombrado de su valor — ¿Es por eso? —insistió. Ernest movió afirmativamente la cabeza.


—Pero eso... —nuevamente fue interrumpido.


—Bien, no insistiré más. Hagamos nuestra última apuesta, si yo entro a la universidad usted será mío —Clara se asombró de su propia audacia, antes no sería capaz de decir algo como eso, lo mismo le sucedió al maestro.


—Clara, yo creo... —no pudo seguir hablando, su razonamiento se derrumbaba ante la actitud decidida de Clara.


—Profesor, no, Ernest, es un trato. No se preocupe, no insistiré más. De un modo u otro entraré en la universidad, ya no seré más su alumna y entonces...  —respiraba agitada por la emoción —Serás todo mío —claramente se sentía emocionada.


Ernest se echó a reír con ese discurso creyéndolo una broma, pero Clara lo había tomado todo muy en serio, por ello cuando lo noto dejo de hacerlo.

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