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Una fuerte explosión resonó, seguido de carcajadas y murmullos. Ahora lo que seguía era correr para que Vegetta no los atrapará por haber explotado su puerta. Entre tropiezos y gritos corrieron eufóricos fuera de esa zona, con una gran sonrisa en sus rostros.
Sus corazones latiendo con rapidez debido a la adrenalina que que recorría sus cuerpos en ese momento, varias gotas de sudor bajan por sus frentes, gracias a eso su piel tenía un torno perlado.
Adentrándose poco a poco al extenso bosque de Karmaland, escuchando a lo lejos los gritos y reclamos por parte del líder del pueblo. Lo que causaba que rieran, Fargan, Luzu, Lolito, Rubius y el.
Su respiración empezaba a agitarse gracias al cansancio, no sabía exactamente cuánto habían estado corriendo, pero sus pies exigían un descanso. Estaba solo al frente, ya no escuchaba los reclamos de Vegetta, se detuvo al notar eso.
Trato de recomponerse, se apoyo en sus rodillas bajando su rostro agarrando aire.
— Casi la palmamos eh —. Comentó con una sonrisa alzando la cabeza.
Aquella expresión en su rostro desapareció, miro a su alrededor confundido.
Estaba solo.
¿Los demás se habrán separado para que despistar al peli-negro? Sus ojos viajaron por cada árbol del bosque tratando de visualizarlos pero nada.
— ¡Hey! ¿Dónde se metieron? — Murmuró frunciendo el ceño, empezó andar tratando de buscar el final del bosque e ir al pueblo.
Paso el tiempo, no encontró ninguna salida, no entendía que estaba pasando, había pasado por ese bosque miles de veces. Este tampoco era tan extenso, pareciera que hubiera estado caminando en círculos todo ese tiempo.
— ¡¿Fargan!? ¡¿Alguien!? ¡Ayuda! — gritaba mirando a su alrededor completamente perdido, trataba de tranquilizar sus nervios y no perder la compostura.
Los sonidos del bosque lo alteraban, misteriosamente todas sus cosas habían desaparecido, estaba expuesto, la noche estaba cayendo. Todo se estaba oscureciendo, sus ojos miraban todo completamente perdido, su cabeza daba vueltas.
Se agachó cubriendo su cabeza, un intenso sonido empezó a fastidiar sus oídos, los cubrió en un intento de detenerlo. Jadeo del cansancio, gruesas gotas de sudor bajaron por su frente, esta vez se sentía asfixiado. Cerro los ojos fuertemente, si miraba a la intensa oscuridad estaba seguro que se perdería, su cuerpo temblaba ligeramente.
Los segundos pasaron, eternos para el, pero aún así escucho un ligero tintineo. Abrió sus ojos lentamente, encontrándose en el césped, en sus pies 8 pétalos blancos de flores.
