Capítulo 7.

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—Ahora ya. —Y Valentina sonrió asintiendo.

Constante, pero sin prisas, el más alto comenzó a penetrar la entrada del chico bajo suyo, siendo inmediatamente abordado por una sensación devastadoramente placentera que lo obligó a enterrar con fuerza las uñas en las sábanas y controlar las ansias por poseer ese cuerpo sin consideración alguna.

Juliana quería chillar ante la sensación.

Valentina se dedicaba a ahogar cada gruñido que se le quería colar de la garganta.

No se movió hasta después de un rato para que la morena pudiera acostumbrarse a la intromisión. Primero inició con movimientos suaves, saliéndose casi por completo para luego entrar de un solo golpe a su interior. Juliana soltaba pequeños soniditos de molestia, pero no hacía intento alguno de detenerlo, por lo cual Valentina continuó con sus movimientos, aumentando progresivamente la velocidad de sus embestidas en busca de un ritmo que a ambos les resultara placentero.

Podía sentir los temblores del cuerpo ajeno contra su piel y la respiración irregular y jadeos quedos del mismo chocando contra su cuello, cosa que sólo provocó que él mismo comenzara a temblar en éxtasis.

Fue cuando Juliana gimió por primera vez en la noche que se atrevió a ir con más rapidez, teniendo que emplear las caderas de la chica como punto de apoyo para no perder el ritmo que había adquirido.

Sus pieles empapadas en sudor producían un ruido húmedo cada que chocaban la una contra otra y que, junto con los jadeos y gemidos que se escapaban de sus bocas, inundaban cada rincón de la habitación.

Sin detener sus movimientos pélvicos, Valentina bajó la pierna que sostenía sobre su hombro y dejó flexionada a un lado de su cadera. Juliana gimoteo por el movimiento, echando la cabeza para atrás y clavando las uñas en la parte alta de la espalda de la ojiazul.

Las dos se estaban deshaciendo a pasos agigantados entre la bruma de satisfacción que las envolvía y los tirones de placer que se apoderaban por completo de sus cuerpos sin darles ninguna tregua cada que Valentina se enterraba entre los glúteos de Juliana, las uñas de esta se hundían sin tacto en la piel ajena y sus bocas se unían para proclamarse dueñas una de la otra.

Una de las manos de la rubia serpenteo por todo lo largo de la pierna derecha —desde su perspectiva— de la chica y ascendió hasta llegar a la entrepierna de la misma. Con su pulgar masajeo el hinchado clítoris y comenzó con un vaivén que pretendía imitar al de sus caderas.

Valdés no pudo hacer más que estremecerse y gemir agudo. Los ojos le lagrimeaban gracias al cúmulo de sensaciones que trotaban por cada rincón de su piel; pero eso no le impidió reconocer el rostro de Valentina en medio de los destellos blancos que se le cruzaban por la vista y tomarle entre sus dígitos para atraerla a ella y volverla a besar, ahogando sonidos con sus labios.

Su resistencia no tardó mucho en irse al carajo cuando la rubia golpeó un punto en su interior que se sintió como un millón de pequeñas descargas eléctricas recorriéndole el cuerpo entero un par de veces antes de perderse en la punta de sus extremidades y reaparecer ante cada nueva embestida.

Sentía que estaba tocando el cielo con la punta de los dedos...

—¡Valentina! —gritó agudo, arqueando la espalda de manera casi dolorosa y doblando los dedos de los pies al momento de llegar al orgasmo, escurriendo sus flujos aun con el miembro de la rubia en su interior.

La contraria por su parte apretó los labios y golpeó con más fuerza al sentir las paredes de la pelinegra atrapar su miembro de una manera sencillamente deliciosa. Se corrió dentro del preservativo embistiendo con más delicadeza hasta acabar.

Escuchó a Juliana soltar un jadeo quedo cuando salió de ella y eso la hizo sonreír medio satisfecha, medio realizada.

Se tiró a su lado y la atrajo a sí misma, rodeándole el cuerpo con los brazos y dejando que su barbilla se recargara sobre esa mata de cabellos revueltos. La chica aceptó aquel acercamiento de manera gustosa, acurrucándose en el pecho de la más alta e intentando regular el ritmo que había adquirido su respiración.

Cuando menos lo esperaron, ambas se quedaron dormidas. Plenamente satisfechas y con cierta calidez recorriéndoles el pecho.

Fin.

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Night Bar |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora