Capítulo 6.

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—¿Tú has... hecho esto antes?

—No, nunca.

Contrario a lo que la morena se esperaba, Valentina sonrió como sólo ella sabía al escuchar esa declaración y le plantó un pico a sus ya más que abusados labios.

—Entonces será un honor ser la primera.­

Apenas terminar de decir aquello se dirigió al pecho de la pelinegra para comenzar a descender por éste en un camino de besos hasta llegar al elástico que marcaba el inicio de las bragas. Sonrió maliciosa antes de pasar de éste y continuar con su camino hasta que sus labios sintieron la húmeda por entre la tela.

Logró percibir una pequeña manchita de humedad que nacía de donde se encontraba el coño, así que, basándose en eso, atacó aquella zona, haciendo presión con la lengua para después lamer con ímpetu.

Juliana se revolvía con fuerza debajo de su cuerpo al compás de los movimientos de su boca. Los sonidos de satisfacción salían de su boca de forma sincronizada uno tras otro, sin darle tregua a sus cuerdas vocales de detenerse ni un solo segundo y la cosa definitivamente no mejoró cuando la rubia decidió deshacerse de su ropa interior para dejarla completamente expuesta ante ella y así poder saborear de el coño sin el corte de tela de por medio.

Un gemido agudo se le escapó cuando sintió la cálida lengua de la chica recorrer su labios vaginales con una lentitud casi desesperante desde la base hasta el clítoris, deteniéndose ahí un par de segundos para lamer la bonita de nervios que ya comenzaba a doler.

Valentina veía con algo de gracia como Juliana intentaba desesperadamente aferrarse a algo para canalizar todo el lío de sensaciones que le estaba provocando; la chica se paseaba las manos por la cara, mordiendo ocasionalmente algunos de sus dedos, dejaba las manos enterradas en las sábanas de la cama durante un rato y enseguida volvía a su rostro para repetir lo mismo. Esa imagen consiguió hacer que su miembro ya duro doliera aprisionado todavía dentro de la licra.

No se lo pensó dos veces cuando comió el clítoris de Juliana para comenzar con succiones al tiempo que apretaba uno de sus pechos. La espalda de la pelinegra se arqueó consecuencia de esa acción, dejando de tocar las sábana debajo suyo por un par de segundos antes de volver a caer extasiada sobre las mismas. Sus manos terminaron por posarse sobre la cabeza de Valentina y sus delgados dígitos entre el cabello rubio de la misma para jalar y presionar de éstas en un intento de evitar una separación de la boca contraria en de su coño necesitado.

La rubia no le puso, pero a su acción. Por el contrario, obedeció conforme la otra quería que fuera.

Entonces Valentina llevó la mano que anteriormente masajeaba el pecho moreno a la boca de la menor y acercó tres de sus dedos a sus labios rojizos. Juliana la vio con los ojos entreabiertos antes de entender el mensaje y abrir la boca para chupar con algo parecido a la devoción los dígitos que la ojiazul le ofrecía. Cuando consideró que se encontraban lo suficientemente resbaladizos los retiró de la cavidad de la pelinegra, quedando un delgado hilo de saliva uniéndolos y dirigió esa mano a donde se ubicaba la entrada de su amante.

Lento y con cuidado, Valentina comenzó a acariciar el exterior de la entrada de la chica con movimientos circulares suaves antes de atreverse a meter un dedo quedamente. Juliana respingó en un inicio ante la intromisión, pero luego simplemente se dejó hacer, convenciéndose de que era la mejor opción ya que la mayor sabía lo que hacía —o eso quería suponer—. Aprovechando su sumisión, Valentina se atrevió a adentrar un tanto más su dedo hasta que el segundo nudillo iniciando de la uña estuvo dentro.

Juliana se mordía los labios con fuerza. Se encontraba en un punto intermedio entre el inmenso placer de la felación y la incomodidad que le producía tener metido un dedo ahí. Claro que la primera sensación predominó y terminó por gobernar en todo su ser.

Cuando pudo mover el primer dígito en el interior de su amante con suma facilidad se aventuró a internar otro, encontrando un poco de resistencia que le impidió moverlos dentro; pero nuevamente los movimientos de su lengua alrededor del clítoris de Juliana ayudaron a desaparecer la tensión por completo.

El proceso se repitió hasta que tres dedos se hallaban moviéndose dentro y fuera del interior de Juliana. Esta misma tenía los labios entre abiertos en consecuencia de los sonidos que se esforzaban por salir de lo más profundo de su garganta y los parpados apretados.

No iba a resistir mucho más. En algún punto de la preparación Valentina había dado con un punto en específico que la hizo revolverse en un placer no experimentado antes y que simplemente la había hecho perder la cabeza por completo.

Su respiración entonces se volvió todavía más errática de lo que ya era y los músculos de las piernas y el abdomen se le tensaron en respuesta. Con esfuerzo abrió los ojos y miró a Valentina de manera suplicante hasta que esta dejó de atender su clítoris al mismo tiempo que retiraba los dedos de su interior, dejándola con la enorme necesidad de correrse.

¡Eso no era lo que ella quería!

Su mirada cambio a una de completo reproche en cuanto pudo volver a enfocar la vista, cosa que solamente logró sacarle una risita a la rubia. Juliana la siguió con la mirada cuando la chica se inclinó a la derecha para abrir el cajón de una mesita de noche —que hasta el momento no había notado— y verla sacar un envoltorio metálico junto con un pequeño frasquito que contenía un líquido transparente.

Alzó su espalda con ayuda de sus codos justo en el momento que la más alta se retiraba la última prenda del cuerpo para dejar al descubierto su imponente miembro. Pasó saliva de manera pesada.

Al instante Valentina sonrió comprensiva y se inclinó lo suficiente para plantarle un beso suave y lento en los labios con la intensión de calmar su nerviosismo.

—Tranquila, linda. Iré despacio ¿De acuerdo? —Juliana asintió con la cabeza agachada y Valentina le dejó un beso en la frente antes de volver a colocarse en posición en medio de sus piernas.

Sus manos recorrieron con parsimonia las piernas de la pelinegra al tiempo que sus dedos se entretenían en acariciar con delicadeza los muslos internos de la chica, mientras que ella volvía a deleitarse con la vista que se le presentaba.

Dejó de tocar la piel ajena únicamente para romper el envoltorio metálico con el filo de los dientes y colocarse el condón a lo largo de su propio eje. Abrió el frasquito y dejo caer una generosa cantidad de un líquido algo espeso en la palma de su mano, misma que uso al momento de masturbarse por apenas un par de segundos para agregarle más lubricante al preservativo.

Entonces tomó la parte trasera de las rodillas de Valentina y tiró de ellas para acercarlo más a su cuerpo. Se colocó una de las piernas de la pelinegra sobre el hombro mientras que hacía que la otra se enredara alrededor de su cintura para facilitar el movimiento y, antes de atrever a realizar alguna otra cosa, la miró al mismo tiempo que alineaba la punta de su miembro con su entrada.

—¿Lista? —preguntó recibiendo instantáneamente una negativa por parte de la más bajita. Quería preguntar qué más necesitaba cuando Juliana la calló con un beso nervioso en los labios mientras se encargaba de pasar sus brazos por su cuello y ocultar el rostro en el espacio que había entre el cuello y el hombro ajeno, del lado contrario a donde estaba su pierna.

Night Bar |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora