Capítulo 4.

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Tan pronto como entraron, la puerta del cuarto se cerró de golpe detrás de ellas, indicando que ya no había marcha atrás.

Juliana entreabrió los ojos cuando la ojiazul soltó sus labios para comenzar a marcar su cuello con besos y leves roces con los dientes, sin llegar a morderle realmente. Desde el ángulo en el que estaba su cabeza no lograba distinguir mucho más que paredes fijas pintadas de un tono azul opaco y un techo claro que contrastaba con éstas; hasta ahora no había nada extraordinario, pero era bastante obvio que el lugar gozaba de una privacidad con la que los insípidos cubículos con cortinas no. Eso era más que suficiente para ella.

La música apenas y lograba oírse de manera ahogada desde esa habitación, pero Juliana se sentía completamente aislada del exterior, no pudiendo escuchar nada más que no fuera el sonido agitado de su respiración y el ruido que producían los besos contra su cuello.

Dejó escapar un jadeo bajito cuando la ojiazul trazó un camino húmedo con sus labios desde su mentón y hasta la parte trasera del cuello, por detrás de las orejas, erizándole por completo la piel ante la sensación de hormigueo. Sus caderas seguían siendo aprisionadas por las manos ajenas y parecía que éstas no tenían intención alguna de soltarla. Aunque, para ser sincera, la morena tampoco quería que ese agarre en su cuerpo desapareciera.

Con cada nuevo roce y cada pequeña caricia recibida, un poco de lucidez regresaba a su atolondrado sistema, pero Juliana no sabía si calificar eso como algo bueno o, al contrario. Tampoco se detuvo a darle mucha importancia antes de perderse nuevamente entre las manos ajenas.

La rubia regresó al rostro de la más baja para tomar sus labios de nueva cuenta al mismo tiempo que las hacía avanzar a ambas. Juliana no tenía ni idea de a dónde la estaba llevando hasta que la parte trasera de sus rodillas chocó contra algo duro y al caer sintió una superficie fría y suave. Por supuesto que la estaba llevando a una cama ¿A dónde más si no?

Se elevó sobre sus codos, arrastrándose con los mismos hacia el centro de la cama mientras que simultáneamente la otra subía al colchón para quedar sostenida con cada una de sus rodillas a los costados de su cuerpo.

Queriendo aprovechar la posición en la que se encontraban, Juliana alargó el cuello para regresar al contacto de los labios ajenos pero lo único con lo que su boca chocó fue con la barbilla bien perfilada de la chica sobre ella. Bufó arrugando el entrecejo. Le estaba cansando ese juego de tira y afloja que la de sonrisa felina se traía entre manos.

La rubia notó su molestia, pero eso simplemente logró sacarle una sonrisa socarrona que intentó disimular para no acrecentar el enojo de la chica debajo. Ella nunca había sido precisamente buena con las palabras, pero en ese momento tenía la creciente necesidad de decirle a la morena todo lo que al principio de su encuentro había dejado en el olvido. Una presentación, por ejemplo.

Se mordió el labio ante la mirada expectante de la pelinegra y justo antes de que esta hablara, la cortó con palabras apresuradas saliendo de su boca pero que, para su suerte, se escucharon decentes —claro, todo lo decente que la situación en la que estaban pudiera ser—.

—Creo que nos salteamos unas cuantas formas ¿No crees? —ante la mirada confusa de la morena, siguió hablando. —Mi nombre en Valentina Carvajal, y por lo visto, soy la chica que te va a follar.

La embriaguez en el cuerpo de Juliana se esfumó un tanto más al escuchar, por fin, el nombre de la sexy chica de ojos azules. Tan lindo como ella, pensó. Una sonrisa que rozaba de cerca lo libidinoso se le instaló en el rostro y con ayuda de sus brazos se elevó lo suficiente para atrapar los labios ajenos con los suyos en un beso deseoso que fue correspondido al instante. Al separarse le fue inevitable no responderle de forma ladina:

—Juliana Valdés, soy la chica a la que te vas a follar.

Para Valentina fue imposible no devolverle el gesto. Junto sus labios con los de la pelinegra, atrapando el inferior con sus dientes para halarlo ligeramente y luego delinearlo con la punta de su lengua, disfrutando del sabor dulzón mezclado con un ligero toque de tequila. Eso simplemente le hizo perder la cordura.

Sin dejar de besar a la más bajita y con el deseo recorriendo cada parte de su cuerpo, Valentina comenzó a pasar las manos por los brazos y el pecho ajeno y bajando por el abdomen, deteniéndose momentáneamente para trazar la silueta de cada músculo con la yema de los dedos y enseguida continuar con el recorrido.

Llegó hasta el inicio de los pantalones de la morena y estando allí desabrocho con agilidad el cinturón negro que se ceñía alrededor de la cadera de la chica, dejándolo olvidado al lanzarlo a algún lugar de la habitación. En ese momento se permitió soltar los labios de su conquista por apenas un par de segundos, únicamente los necesarios para admirar la belleza de su rostro abochornado y sus labios rojitos e hinchados, llamándole a gritos para que los poseyera nuevamente.

Night Bar |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora