40. Yùe Ri

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¡Cuánto terror habrá en el futuro

cuando el juez haya de venir

para hacer estrictas cuentas!

La trompeta resonará terrible

por todo el reino de los muertos,

para reunir a todos ante el trono.

[Tomás de Celano - Dies Irae]


La visita de Luxuria seguía presente, pues su perfume seguía circulando en el aire, casi como la estela del paso de un cometa que deja a todos anonadados. O más bien como un puñetazo en la boca del estómago, que te arranca el aliento y debes respirar aunque el esfuerzo pareciera matar a cada bocanada.

Luego de la propuesta de Luxuria de buscar sobrevivientes, decidieron por dónde deberían comenzar. Lo natural hubiese sido lo más cerca posible del criadero, en la zona norte de Italia, pero el simple hecho de acercarse a las montañas congeladas que cubrían ese horizonte helado la aterraba más de lo que a ella le gustaría admitir.

Por otro lado, Luxuria le había sugerido que buscaran en China. Beijing es una ciudad realmente grande y, según la esclava, también con escaso y nulo control en los barrios más pobres, lo que permitía el florecimiento mismo de prostíbulos varios y de locales donde los opiáceos seguían en un boom ignorado por el Estado, sin tener nada que envidiarle a la época de la guerra del opio.

Jisung no estaba demasiado seguro de que eso fuese una gran idea, especialmente porque el contacto entre Luxuria y Yùe Ri era inestable e inseguro, lo cual Yùe Ri ya tenía muy presente también: no sabían si ella seguía siendo esclava, si estaba bajo el cuidado de Qian, si actuaba bajo las órdenes de esta o a escondidas, intentando ayudar a su antigua amiga, casi como un ángel guardián.

La información de que un tal Wan Yihua había sido lo poco que les había entregado Luxuria. Treinta años, sobreviviente de la Lubrum, hermano paterno de Yùe Ri aunque, según las palabras de Luxuria, aunque no se parecía en nada a ella. La fotografía entregada le mostraba un hombre de apariencia muy joven, de ojos negros y de párpados simples que le daban una mirada afilada y amable al mismo tiempo, quizá el único rasgo que parecían compartir. Llevaba el cabello largo de un tono platinado, casi blanco. Según Luxuria, rara vez se teñía el pelo, así que sería fácil reconocerlo.

Jisung comenzó a preparar algo liviano para comer y que no ensuciase lo que ya estaba limpio, encontrando unos bocadillos en la alacena y colocándolos frente a Yùe Ri, quién los comió lentamente. Ella seguía sintiéndose atemorizada, y la Ruger 57 que tenía a la vista no le entregaba un mejor consuelo por así decirlo, un tanto atemorizada de volver a encontrarse con Luxuria, o que ella los vuelva a encontrar a ellos.

Al cabo de una hora, Yùe Ri había terminado con el bocadillo mientras Jisung salía a buscar a la señora Maywood. Estando sola, se sentía extraña en ese lugar, que ahora parecía muchísimo más inhóspito que cuando se habían instalado. Por un buen par de meses, esa cabaña cercana al mar había sido su refugio, una burbuja y un espacio de comfort, aislados a su gusto.

Si lo pensaba más, todo ese tiempo habían estado haciendo sólo lo que Yùe Ri quería. Sabía que Jisung estaba muerto de ganas de conocer a su primera sobrina, que extrañaba a su familia y que el chico había abandonado todo sólo para seguirla a los rincones más escondidos del planeta, pero el haber discutido con él sólo por una videollamada la hacía sentir egoísta, prácticamente tiránica.

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