Los chicos de la banda.

La vida nos odia | Sizhui

Podía sentir el sudor resbalando en su nuca y empapando los mechones cortos, picaba pero lo ignoró. Parpadeó al ser casi cegado por las luces antes de que estas se apagaran hasta dejar el lugar en completa oscuridad, los eufóricos gritos del público lo hicieron mantener la sonrisa en su rostro.

Estaba muerto de cansancio, pero aún así, Sizhui comenzó a cantar cuando la tonada inició.

—"No digas que quieres morir" —entonó, un solo reflector lo iluminaba a él en medio del escenario, gritos emocionados estallaron por todas partes cuando reconocieron la canción y su vista se volvió borrosa —"Vive sin bajar los brazos"

En medio de ese mar de gente, se sintió insignificante.

Sentimiento que compartía con todas las personas que lo escuchaban en ese momento, por eso estaban ahí, identificándose con la letra. El éxito de sus canciones siempre fue cantar lo que sentían, lo que callaban, gritarlo a los cuatro vientos y permitir que alguien lo escuchara y dijera "yo tambien"

—Decir que una canción con una letra así es correcta es una idiotez —otro reflector se encendió, iluminando a Jin Ling con su guitarra eléctrica. El chico le dió una mirada de lado mientras cantaba su parte, el moño que sostenía su cabello se había deshecho en algún punto del concierto, enmarcando su rostro con mechones castaños—En verdad, no me importa si yo muero.

No estás solo, yo igual comprendo tu dolor.

—Pero si mueren las personas que me rodean, estaría triste. —siguió, trató de enfocarse en la multitud frente a él que alzaban la mano para mostrar sus pulseras fosforescentes.

Parecían decir "Soy diferente a ti, pero igual somos seres humanos, vine hoy porque hablas de nosotros"

—Es el ego el que dice: No quiero que eso pase.

Su música no tenía un mensaje, era un llamado.

—No me importa si los demás viven o no —el tercer reflector se encendió cuando Jingyi cantó con una sonrisa divertida en su rostro, la luz roja contra su chaqueta hizo resaltar los botones plateados —El odiar a los demás está de moda.

Sizhui respiró profundamente antes de seguir la canción.

—Pero el vivir en paz. Es algo realmente hermoso.

—Alguien al otro lado de la pantalla está muriendo —el cuarto reflector iluminó a Zizhen, golpeando con suavidad la batería como la tonada lo ameritaba—y se lamenta por los demás que están cantando.

—Influenciado por eso, un niño —Jingyi se movió en el escenario, acercándose a Sizhui—Salió corriendo con un cuchillo.

Los reflectores se apagaron y el estadio quedó silencioso en expectativa esperando el momento crucial, entonces los cuatro gritaron.

—¡La vida nos odia!

Miles de focos se encendieron en el escenario, parpadeando en intervalos casi psicodélicos.

—Presionados por nuestros valores y ego —se perdió en la letra de la canción, paseando por el escenario con el micrófono en mano—Siempre transmitiendo canciones sobre querer matar a alguien a través de ondas de radio.

Los viejos decían que la nueva generación era de cristal. Sizhui les demostraría que él, con su corazón de cristal, podía enfrentarse al mundo e incendiar un escenario con pasión.

—¡La vida nos odia! —no supo si brinco o se emocionó demasiado, solo se desenvolvió, ya no podía escuchar el bullicio, ahora solo eran él y su voz— Nosotros, que queremos morir sin pensarlo, que miramos nuestra existencia frívolamente.