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Arregle mi corbata, teniendo cuidado en que todo mi uniforme se encontrara en perfecto estado, en ocasiones odiaba ser tan meticulosa con cosas como esta porque sabía que al final del día terminaría por aflojar la corbata y desfajaría mi camisa pero era algo que no podia evitar, madre habia enterrado algunas manías con demasiada fuerza y aunque era capaz de ignorar la mayoría de las cosas que según ella debíamos de aprender para ser señoritas excepcionales, detalles como este, aun hacían mella dentro de mí.

La insignia de prefecta se alzaba orgullosa sobre el pliegue de mi túnica, mire su reflejo en el espejo que ocupaba gran parte de mi dormitorio, nunca habia querido ser prefecta ni mucho menos, porque eso solo acarreaba responsabilidades de las cuales nunca habría sido participe de manera voluntaria, si hubiese tenido la oportunidad de rechazarla, lo habría hecho de buena gana, pero aceptar el puesto como prefecta era lo que tenia que hacer y el día que habia llegado la insignia junto con mi carta de quinto año, lo único que fui capaz de hacer fue morderme la lengua y sonreír. De eso ya hace un año.

No me consideraba una rebelde sin causa pero si que me gustaba hacer las cosas sola, para mí y por mí, con la ligera excepción de Phoe, me gustaba gastar mi tiempo leyendo sobre absolutamente cualquier tema pero ahora lo que tenía eran un montón de obligaciones, organizar a los de primer año y rondas.

Suspire, "Es lo que se debe hacer, Salem" era la frase favorita de madre y la odiaba. Dando el ultimo retoque a mi cabello, salí en dirección a la Sala Común esperando encontrarme con Lucius y Severus, pero sobre todo evitando tanto como fuese posible a la insufrible Bellatrix Black, no me sorprendió encontrarme a Regulus al pie de las escaleras, sorprendentemente nos habíamos hecho buenos amigos, obra de Phoe más que otra cosa.

Sonreí al recordar el primer encuentro que habíamos tenido con los hermanos Black, hace un par de años atrás y casi tan rápido como apareció esa sonrisa, desapareció y fue reemplazada por un ceño fruncido que ya era habitual en mí. Golpeé el hombro de Lucius y señale hacia el puerta de las Mazmorras, el asintió y camino hacia allá, Regulus nos siguió.

—¿Desayunaras con nosotros, Reg? —pregunte mientras lo miraba de soslayo al salir de la Sala.

—Eso planeo, Phoe dijo que hoy estará con sus amigas.

Lucius sonrió de manera burlona. —Asi que eso somos, el plato de segunda mesa.

Reí. —No puedo culpar a Regulus, si sus opciones son ver tu feo rostro o a mi encantadora hermana.

Mi comentario causo la risa de Regulus y un gesto obsceno por parte de Lucius, le lance un beso en señal de burla. Seguimos caminando y de vez en cuando obteníamos miradas enfurruñadas, no podia culparlos, mis amigos no eran exactamente las mejores personas, de haber sido diferente, tampoco los habría elegido como amigos, pero la vida es asi, los Malfoy, Black y King fuimos criados bajo los mismos estándares, igual que un montón de Slytherin más que venían de familias Sangre Pura, asi que sí, eran crueles cuando se lo proponían pero también eran buenos confidentes y entendían lo que sucedía sin la necesidad de pronunciar palabra y estaban cuando tenían que estar, al final de un día horrible, era lo único que importaba.

El camino hacia el Gran Comedor era largo, pues la Sala Común de Slytherin estaba en las Mazmorras, aunque tras cinco años haciendo el mismo recorrido cada día al amanecer no podia ser descrito con otra palabra más que tedioso. Cuando finalmente estuvimos frente a la gran puerta doble, entramos sin demasiada ceremonia, lo primero que hice fue echar un vistazo a la mesa de Hufflepuff y sonreí cuando Phoenix apareció a mi vista, reía acompañada de sus amigos y comía sus cereales como si no hubiera un mañana, cualquiera que la viera podia afirmar que era feliz y eso era lo único que a mi me importaba, todo lo demás, podia irse al carajo.

Euphoria. © | SIRIUS O. BLACKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora