Parte sin título 11

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Los golpes en la puerta la despertaron sobresaltada. Parecían de un gigante enojado .Era Herme que gritaba: -Srta. Sofi, Srta. Sofi, la abuela la espera en la cocina para empezar con la preparación.

¡No podía ser! cerraba los ojos y hacia fuerza por volver a donde la había sacado con ese súper TOC TOC. No lo logro. Aturdida, confundida y acongojada al darse cuenta que todo aquel lugar tan mágico, especial, y alucinante había sido un sueño, Sofía bajo malhumorada a la cocina.

Cuando la abuela la vio, camino hacia ella como pudo, usando un bastón que Herme con sus propias manos tallo en roble y la abrazo. Un abrazo fuerte como una hormiga y firme como un junco. Eso a Sofi la enterneció y aflojo un poquito con su malhumor. Después de todo la abuela no tenía la culpa que los sueños de Sofi estén tan buenos. ¿O sí?

Herme iba a hacer de asistente en la cocina, tal como le indico Clota. Cualquier excusa bastaba para tenerlo cerca.

Sentada en la mesada con los pies apoyados en un banquito, Sofi, rompió tres huevos blancos como le indico la abuela, agrego la leche y la harina cuatro ceros, mientras "el asistente" prendía el horno y rallaba la naranja.

Acomodándose mejor, porque sabía que se venía una respuesta larga y divertida, pregunto:

- Abu, ¿cuál sería la diferencia entre los huevos blancos y los anaranjados? , ¿Tienen sabor distinto?, ¿porqué en la verdulería de al lado de casa los venden a distinto precio? ¿Los dos salen de gallinas? -Le pregunto todo eso pegadito y casi sin parar a respirar.

Como, obviamente, no se sabía la respuesta empezó a delirar con explicaciones inexplicables.

Imaginar, recrear y llevar a aquel que escuchara sus cuentos hacia donde ella quería, era lo que más desfrutaba hacer en la vida. Una cuenta cuentos, como le decían todos que era.

Hacía creer a cualquiera, fervientemente en su relato por mas ridículo que sea. O al menos, eso creía ella. Un "no sé", nunca estaba dentro de su repertorio. Seria serio y aburrido responder esas dos palabritas tan cortitas y desabridas. A ella le gusta hablar y hablar, quizá por la vejez, quizá porque lejanía a la cosmopolita cuidad o quizá simplemente para divertir y divertirse.

A cada pregunta le subseguía una historia fantástica. Era su don y su nieta lo sabía, para eso le preguntaba. Si hubiese querido saber la verdadera repuesta lo hubiese buscado en el diccionario, pero eso no era lo que quería. Le importaba muy poco la verdad sobre los huevos y las gallinas. Le importaba muy mucho compartir estos momentos con su abuela.

-Resulta hijita -(así le decía cariñosamente, no porque crea que sea si hija, solo por cosas de otras épocas, igual que él no aceptar públicamente lo de su amor hacia Herme) - que los huevos blancos son más ricos porque son de gallinas pulcrísimamente blancas, limpitas va... A estas aves sus granjeros las meten en lavandina y le dan y le dan con cepillo de cerdas gruesas y con pan de jabón blanco para que se vean así de blancas .Gracias a ese proceso los huevos de esas gallinas blancas, salen blancos, tienen menos bacterias que los otros y eso lo hace más rico, seguros y saludables, por eso son más caros. Entendes? En cambio, los otros son de gallinas sucias a las que nunca nadie baño.

Yo tenía una gallina de las sucias, que me ponía huevos naranjas y cansada de verla así, la bañe como mil veces y no se me desteñía. Le metí de todo y no había caso, los huevos me siguieron saliendo naranjas. Una vecina del pueblo, me dio la idea de teñirla de amarillo, y santo remedio, por fin la saque buena .Me entro a poner limones a lo loco. Vinieron de todas partes del mundo a conocerla y, ¡por eso me pagaban! Con esa plata compre muchas más de esas y las teñí a todas. Me ponían una docena de limones por día cada una. Con tanto limón se me ocurrió poner una empresa que vendía limonada envasada y con ese dinero fue que me compre esta mansión. ¿Nunca te contó tu papa de eso?- le contesto Clota muy seria con cara de empresaria.

Abuela.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora