Carta Nº4

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Moscú, 10 de febrero del 2022

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Moscú, 10 de febrero del 2022

Querido Jack:

No he dejado de imaginar muchos escenarios contigo como protagonista, en los cuales recibes estas cartas y me respondes. Pero es algo imposible, pues como dije en un principio, estas palabras nunca llegarán a ti, solo busco desahogarme por última vez.

¿Habrías podido responder a la pregunta que te hice antes? Estoy seguro de que sí. ¿Sabrías de antemano cuáles son los otros dos momentos que marcaron mi vida? Posiblemente tendrías una idea, y aunque no fuera así, en esta parte lo hubieras descubierto.

Los dos puntos restantes se complementan, uno gatilló a que sucediera el otro. Pero ¿Cuál es el inicio?, ¿cuál es la razón para que se diera el primero? Acepto por completo mi responsabilidad; si quieres culparme, estás en todo tu derecho para hacerlo.

Luego de aquel momento tan mágico, fuimos sinceros y comenzamos a hablar de nosotros, sobre nuestros sentimientos. Me dijiste que te gustaba desde hace algún tiempo y querías intentar tener una relación, así que no pude evitar sonreír, lanzarme a abrazarte y corresponder a tus palabras; ese día nos volvimos novios. Los siguientes meses se encuentran entre los más felices de mi juventud, siempre estábamos juntos y nos comportábamos como esas parejas azucaradas de las que constantemente nos burlábamos.

El segundo viernes de mayo, fuimos a tu casa, lo recuerdo muy bien, habías dicho que tu padre no estaría. Luego de terminar las tareas, nos pusimos a ver una película, la cual fue ignorada por completo porque preferimos besarnos. Fui el que comenzó las caricias y los roces, y también quien ofreció hacer algo más que solo besos; pero no estabas seguro de ello, dijiste que mejor no nos arriesgáramos, mas lo hicimos. ¿Por qué? Porque insistí, aunque solo necesité preguntarte una vez más para que aceptaras, aun así, fue mi culpa.

Tu padre nos atrapó.

Lo poco que recuerdo de esa situación, debido al miedo que sentía, son los gritos de ese hombre alcoholizado, el ruido de cosas chocando y rompiéndose contra la pared, tus gritos al pedirle a tu padre que dejara de golpearme, mis gritos al intentar detener al tuyo de hacer lo mismo contigo.

Pasaron dos semanas para que volvieras al colegio, tu rostro lucía muy pálido y los vestigios de moretones eran casi imperceptibles pero estaban allí. Me acerqué a ti preocupado, ya que no pude contactarte en todo ese tiempo, pero soltaste una daga directa a mi corazón, dijiste que no te vuelva a hablar, que desapareciera.

Seguí intentando muchas veces, lo sabes más que nadie, no me rendía a pesar de todas las cosas hirientes que soltaste, pero mi corazón llegó a su límite cuando pasaste cerca de mí con esa chica que besaba los labios que una vez me pertenecieron.

Dejé de insistir.

¿Por qué carajos me interrumpiste cuando estaba besándome con aquel chico que a penas había conocido? ¿Qué te importaba lo que hiciera? ¿Por qué volviste a besarme si ya tenías a alguien más a tu lado?

No voy a mentirte, disfruté probar una vez más tus labios, pero si hubiera sabido lo que sucedería después, hubiera elegido la abstinencia.

Tu novia preguntó qué sucedía, tus amigos lucían sorprendidos pero asqueados, las demás personas nos regresaron a ver, así que no sabías qué hacer, estabas atónito. Ella fue la primera en actuar, recibí por primera vez una cachetada; pero no hiciste nada. Uno de tus amigos dijo que yo daba asco y era un enfermo, que no intente contagiar a las personas normales, por consiguiente, un golpe cayó en mi mejilla; pero no hiciste nada. Todos concordaron que debías enseñarme una lección, que debías golpearme; y, para mi sorpresa, lo hiciste.

Retomé el colegio una semana después, algunos estudiantes me miraban y murmullaban, tus amigos y novia se rían, mas dejaron de afectarme esas banalidades o, quizá terminaste rompiendo lo que me hacía sentir, porque dejé de hacerlo.

Intentaste hablar conmigo muchas veces, por supuesto, cuando nadie más nos estaba viendo, pero yo ya me había cansado, así que simplemente te ignoré. ¿Acaso me puedes culpar? Estaba en todo mi derecho.

¿Recuerdas el día que todo esto comenzó? No hablo del trabajo en parejas, sino de la fiesta, cuando el alcohol reveló lo que escondíamos en nuestros corazones. Seguro te preguntas a qué viene esto, pero obvio, nunca te llegaste a enterar de lo que sucedió aquel sábado.

Salí a beber porque quería olvidarme de absolutamente todo lo que sucedía en mi vida. La noche iba bien, pero un mensaje tuyo llegó, me pedías hablar en tu casa. ¿Por qué acepté la invitación? Aunque quisiera negarlo, aún te amaba con la misma intensidad de nuestra primera vez, y si sumamos el alcohol en mi sistema, ya ni es necesario explicar.

Después de quince minutos, estaba frente a tu hogar. Toqué sin obtener respuesta, pero la puerta estaba abierta, por lo que entré. Mi peor decisión.

Llegado a este punto, ¿sabrías cuál es el cuarto momento que me marcó?

Ni siquiera empecé a subir las escaleras cuando alcancé a escuchar los gemidos. La puerta estaba abierta, pero no te percataste de mi presencia, ella obstruía tu visión al estar encima de ti. Su cuerpo era realmente bello, supongo que por eso no pudiste resistir estar con ella.

Lo único que me lastimó en toda esa situación fue darme cuenta de que ya me superaste cuando yo aún te amaba.

Pero ocurrió algo mucho peor en aquella noche, Jack. Antes que nada, me gustaría pedirte perdón por culparte y maldecirte durante tanto tiempo cuando no tenías nada que ver en lo sucedido.

Regresé al bar completamente dolido, así que comencé a beber sin parar. Alguien mucho mayor se acercó a conversar, recuerdo que me compró tanto trago como quisiese, y dijo que me llevaría a casa. Me ayudó a levantarme, no esperó mi respuesta y me llevó con él; no entendía bien lo que sucedía. Al despertar en aquellas sabanas manchadas, ver mi cuerpo y cara con marcas que iban de violeta a un verde pálido, de rojo a negro, entendí lo que había pasado.

Te odié, a pesar de que no había razón; me odié, a pesar de que nunca quise que sucediera.

Pero no te preocupes, Jack, eso ya está en el pasado.

Un fuerte abrazo,

Mike

Aquello que no fui capaz de decirte (#PGP2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora