Hacía un calor fastidioso y seco que molestaba a toda la ciudad de Okahandja. Mientras tanto, Regina Moses se detuvo por un momento a mirar por la ventana de su casa, pues, le pareció ver a un amigo suyo pasar por allí. Rectificó que solo fue una jugarreta de sus ojos y regresa junto a sus amigos que decidieron pasarse una semana allí en su casa. Con ella eran dos mujeres y con sus amigos; dos hombres. A sus veinticuatro años logró independizarse sin la necesidad de casarse, ahora a sus veintiséis vivía en una casa modesta y trabajaba en un empleo que le daba suficiente para vivir y de vez en cuando, si era constante con sus ahorros, darse algún lujo. Estaba siendo peinada por su amiga cuando llegan a la puerta y llaman con voz fuerte.
—Buenas tardes. ¡Regina Moses!
Todos se miran unos a otros con cierta cautela y malicia felina. Regina tiene el corazón acelerado. Todos saben la labor social que cumple Regina y lo tan atacada que ha sido por la sociedad namibia, o por lo menos esa parte de la sociedad que aun piensa que lo mejor que puede hacer una mujer es barrer, cocinar y cuidar niños, pero entre todo eso también sentían el gran apoyo de las decenas de mujeres (féminas que tuvieron que perder el miedo por la orfandad, por la violencia, por las injusticas) que junto con Regina trataban de hacer una mejor sociedad para una futura Namibia —miles de mujeres hacían llegar sus cartas, correos y mensajes a Regina, demostrando todo su apoyo y gratitud por la labor que pocas, y casi ninguno, se habían atrevido a realizar—. Mira por la ventana y ve a un hombre uniformado con una caja azul celeste en sus manos, ve que tiene el uniforme de una empresa de mensajería, pero eso no disminuye su desconfianza. Abre la puerta (es golpeada por una brisa terrosa) y recibe inmediatamente una pegunta, seca y rotunda:
—¿Usted es Regina Moses?
—Sí, soy yo ¿Por qué?
—Este paquete es para usted.
La negra mujer no recuerda haber hecho pedido alguno.
—¿Para mí?
—Sí, es de los premios PANIM. Este paquete fue enviado desde Sudáfrica —el hombre mira la etiqueta y aclara—: Desde Pretoria.
La joven asiente muy lentamente con su cabeza, recibe el paquete y firma un papel de recibido del cual le dan una copia.
Al entrar y cerrar la puerta sus amigos le preguntan que qué es el paquete. Les dice que de los premios PANIM pero que ella solo sabe que son una especie de reconocimiento, aunque no recuerda casi nada de ellos. Uno de sus amigos le baja el volumen al televisor y busca en su celular acerca de los premios PANIM. Encuentra la historia de dichos premios y la relevancia mundial que tienen. Ninguno de los presentes puede dar credibilidad al acontecimiento —tal vez sea una broma— entonces deciden abrir la caja con muchísimo cuidado. Dentro de la caja esta una carpeta azul claro que es soportada por una especie de cojín abullonado. La amiga de Regina tomó sin pensarlo dos veces la carpeta y de allí sacó una hoja acartonada de donde comenzó a leer lo que decía. Luego, Regina, saca y lee con voz clara y firme lo que dice la carta dorada con un sello bonito (aunque ajeno a sus conocimientos) que la mantenía cerrada.
—Pero ¿eso será verdad? —dijo uno de sus amigos, ahora con la hoja en sus manos.
—Yo creería que si porque me llegó un correo electrónico desde Colombia.
Nadie creyó, así que hicieron abrir el correo a Regina y rectificar. Era cierto. Ninguno sabia explicar esa emoción que causa estar viviendo una situación que jamás diste por posible de vivenciarla, pero es increíble. Se sentían importantes por tener a una amiga nominada a algún premio prestigioso del cual no sabían casi un carajo, pero se sentían emocionados. ¡Solo eso importaba! Allí estaba Regina, con un semblante feliz; solo eso, feliz. No emocionada, no alegre. Solo feliz. Si acaso una sonrisa endeble adornaba su rostro africano.
—¿Qué tienes, Regina? —pregunta su amiga bastante preocupada.
—Nada —dice la aludida con una carcajada inocente y ligera.
—¿Entonces?
Sabía a qué se refería ese "¿Entonces?".
—No es nada solo que... es un poco triste ser reconocida en otros países y no en el propio. En la Namibia que me vio nacer, caer y volver a levantarme para poder crecer. No digo que no esté emocionada, pero... Ustedes, me han de entender.
—Lo que dice es verdad —menciona el otro chico; Petrus.
—Bueno, pero no nos vayamos a poner ahora melancólicos. Celebremos —anuncia la nominada a los PANIM.
Petrus se levantan y junto a él lo hace Lukas, se van un momento a la cocina y cuando regresan uno de ellos se lleva a la amiga de Regina para la cocina, Lukas se queda con la anfitriona y entablan conversaciones que divagan entre su vida y su lucha social hasta llegar a como se sentía con este nuevo logro porque a pesar de no ser la ganadora aún ya ser nominada es algo para enorgullecerse. Al llegar los dos jóvenes de la cocina se hacen una seña con Lukas como la de dos rateros al identificar su víctima.
—Bueno, Regina. Como tú eres una amiga tan especial e incondicional para nosotros y ahora que has tenido esta noticia tan grata, te tenemos una pequeña sorpresa a modo de celebración. Una sorpresa no tan sorpresa de parte de Lukas, Petrus y mía.
—¿Cuál sorpresa?
—Vamos para mi casa —le dijo Petrus— para matar un cordero y hacer un buen festín. Como Dios manda
—Mi papá tiene un amigo con criadero de rana toro así que él nos las deja económicas y nos comparamos unas carnosas, además que, OBVIAMENTE te vamos a preparar un oshigali con pimentón fresco como te gusta.
—Ay, no. Eso es gastar mucho dinero. No. No vayan a hacer eso, mejor salgamos a comer algo por allí. Después que estén ustedes ya para mí eso es felicidad.
—No, Regina. Usted se merece —mientras decía esto su amiga tomaba de los brazos a la joven reacia a el festín en su honor y la levantó del sillón en donde se quería postrar— eso y mucho más. Alístate mientras yo voy con Petrus a ir organizando eso de la comida. Lukas te espera para llevarte en la moto hasta la casa de Petrus. Puedes demorarte lo que quieras que mientras se mata al cordero y se limpia son como una hora y media o dos.
Dicho y hecho. Cada uno hizo lo que le correspondía. Todo sin contratiempos a pesar de haber sido planeando el mismo día. A las dos horas y quince minutos llegó Lukas con Regina en la moto a casa de Petrus. Había un ajetreo bastante organizado en donde todo eran puros colores y olores. Había sopas, purés, pescado, papas, ranas, cordero, verduras y vegetales. No pasó más de cuarenta minutos cuando a Regina le invitan a pasar hacia una mesa grande de madera que tenían acomodada en el gran patio de la casa del amigo de Regina Moses; la mesa se adornó con tanto platos de comida que casi podía sentirse como el estómago se llenaba con cada futuro bocado. Cuando todos se disponían de comer, Regina fue engullida por un recuerdo. En la puerta de su casa, su madre regresaba de hacer compras (Regina apenas tenía diez años) y se formó un tiroteo a unos cuantos metros del lugar. Tres fueron las balas que atravesaron el cuerpo de la madre de Regina la cual cayó pesadamente ante la calle polvorienta. Frente de Regina, ante sus ojos, ante una mente que apenas pudo procesar lo que estaba sucediendo. De allí no volvió a saber de su padre pues se fue de casa y por designios de Dios o la vida supo en donde había sido sepultada su madre. Nunca más volvió a la casa donde nació y donde tantas veces su madre sufrió por un hombre que solo la veía buena para el sexo y mantener en orden la casa y su estómago lleno. Mientras le sonreía a todos una lagrima recorrió su mejilla hasta colgar raída de su barbilla como el recuerdo imborrable de una herida resentida del corazón. Solo, desde su alma y espíritu, le quedó decir:
—Gracias.
ESTÁS LEYENDO
Lo malo de ser bueno
RandomLos premios PANIM son el máximo reconocimiento de paz a nivel mundial que puede recibir una persona. Cinco personas de al rededor del mundo son nominadas para la gran noche de premiación. Leonardo, de Colombia. Lesya, de Ucrania. Isabelle, de Estado...