Capítulo 6: "La Gran Noche".

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Santa Marta, la perla de América. Una ciudad que se cimentó en historias y costumbres de pescadores, matronas, santos, abuelas y niños. Las aves se cernían en el cielo de maravillosa manera como si estuviesen en el paraíso o en naciones utópicos en los que no se le debe temer a la muerte porque hasta esta es una amiga íntima de la esperanza y calma. Los violetas fríos se entremezclaban, en los cauces más altos del firmamento, con los cálidos y primaverales amarillos. El cielo no era más que el lienzo de Dios que tal vez por accidente, o por intención propia, había decidido dejar caer los colores más antónimos allí. Como si tuvieran timidez de reclamar su espacio en el empíreo los tonos azules indiferentes y los tiernos lilas le pedían con el más lento y bello baile —que el universo les regala a los samarios al caer las seis menos dos cuartos— a los amarillos inquietos, los rojos libidinosos y los naranjas neutros su nuevo espacio, su lugar para mostrarse al universo. Por sus calles pasaban los samarios, caminando como si fuera de allí no existiera un mundo lleno de injusticias y maldad, pero... ¿Acaso no hay momento para ser? ¿Acaso no se puede ser libre por un momento y sentir que todo está bien? Había un poco más de algarabía, o tal vez no era bullicio si no los rumores inquietos y emocionados de las personas por su más importante evento. La entrega de los premios PANIM. Los vuelos todos estaban programados estratégicamente para aterrizar en Santa Marta el veintinueve de septiembre y en el caso de Leonardo Gamboa, sería escoltado desde su casa hasta la Casa de la Negritudes en el barrio Pescaito. Los demás nominados fueron hospedados en el hotel Marriot Resort y a estos le dispondrían un vehículo de los PANIM para su movilización el día de la premiación.

La Casa de las Negritudes era un teatro que se construyó en honor a Genoveva, una esclava cienaguera (su madre llegó embarazada en uno de los navíos que llegaron a Ciénaga) que había luchado junto con sus iguales para hacerse con la libertad de ellos e indígenas. Peleó contra los españoles y liberó, junto con otros esclavos y algunos Tayronas que se le unieron en la lucha de liberación, a varios centenares de kankuamos, gairas, koguis, bondas y otros indígenas apresados con la llegada de los españoles a Santa Marta. Murió a manos de Pedro de Porras, mismo líder de los esclavistas españoles, cuando Genoveva con ayuda de indios mamatocos trataba de liberar a unos indígenas bondas y Tayronas y a tres esclavos recién llegados de Guinea Ecuatorial. El teatro Casa de las Negritudes ocupaba toda una cuadra gigantesca y colindante a él se encuentra la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen. Poseía capacidad para más de cuatrocientos espectadores, tenía un salón de eventos que estaba adornado de una manera bellísima; las paredes doradas embellecidas con cuadros de arte feminista, moderno, negro, abstracto. Del techo abovedado colgaban unos candelabros en los cuales brillaban unas lámparas de luz blanca, en la pared trasera estaba pintado una obra de arte (una escena de Genoveva contigua a los indígenas y Rodrigo de Bastidas, en donde se alzan victoriosos desde los cerros de Taganga y sus esclavistas siendo llevados a su ejecución). El teatro, donde se llevará a cabo la ceremonia estaba totalmente adornado y engalanado. El escenario tenía el símbolo de los PANIM en todo el centro y unos metros más allá se encontraba un atril centrado para vociferar los discursos. Al llegar al lugar la prensa estaba en el vestíbulo del teatro e inmediatamente abordaban a los nominados. El primero en llegar fue Leonardo Gamboa junto con su esposa que llevaba puesto un vestido negro que se abría en un costado mostrando parte de su pierna y él vestía una camisa guayabera con pantalón blanco y zapatos mocasines.

—Buenas noches, señor Leonardo —le saludó una periodista con un micrófono en mano y su camarógrafo grabando al samario y su esposa— ¿Cómo se siente en el día de hoy al ser nominado a los PANIM y a la vez ser el tercer samario en ser nominado en toda la historia de los premios?

—Nada, me siento muy feliz. Le doy gracias a Dios porque ajá... uno no se espera estas cosas, pero como dicen por ahí: "El que siembra, recoge"

—¿Cree que puede ser usted el que se lleve este premio de talla mundial a casa?

Lo malo de ser buenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora