Si ir con prisas no es sano, Naib está terminal.
Todo es por su naturaleza hiperactiva, la que le lleva a hacer hasta la tarea más fácil de forma veloz y sin fallos... aunque lo último no fuese algo que pudiera controlar.
Entre tropezones y pitidos por correr por el paso de peatones cuando aún estaba en rojo llegó al taller en un tiempo récord. Completamente exhausto lo único que le quedaba ahora era un estrés interminable que desfogar con la puerta metálica delante suya llamando al dueño del sitio, Murro.
Él sabía que estaba ahí, porque aquel además de su negocio era su casa. Este viejo llevaba el estilo de vida de un vagabundo, pero al menos se llevaba más comida a la panza que él. Le tenía que ir muy bien todo como para permitirse no abrirle ahora mismo a su cliente con la cartera llena para recuperar su coche, su cliente todo sudoroso y harto de la carrera bajo el sol intenso de media mañana. ¡Si es que hasta se escuchaba el gruñido de su cerdo salvaje desde adentro! Le daba igual que hubiera llegado tarde, ¡estaba ahí y quería su coche de segunda mano de vuelta!
Tras ser incordiosamente insistente el cincuentón le abrió, con una calma envidiable para Naib, y tras unos minutos de recordarle qué era lo que había venido a buscar por enésima vez Murro finalmente tuvo el detalle de llevarle hacia su coche todo arregladito y como nuevo. Murro sería una hoja llevada por el viento, pero al menos cumplía lo que se le pedía.
Le pagó lo que le debía sin que se lo tuviera que pedir, cogió las llaves y retomó su ritmo de vida, confiando en que ahora que había tachado una de sus tareas el resto sería coser y cantar.
Pues bien. Su primer error fue escuchar a la pitonisa de pacotilla, una tal Fiona, que le detuvo en la cola del supermercado para leerle la mano y la carta astral sin su permiso. Le dio un ramo de tomillo, que era una planta que desde la antigüedad había sido utilizada para limpiar los espacios de las malas vibraciones y que se consideraba como una purificadora, combatiendo las malas energías, promoviendo la autoestima y... Honestamente dejó de escuchar hace mucho. Cuando le reclamó cuatro dólares por sus servicios no dudó en irse, y entonces se ganó un mal de ojo.
—¡Ja! —se rió Naib, no creyéndose nada de lo que decía.
Y ahora no dejaba de darle vueltas al tema y arrepentirse, porque su día desde ahí fue mortal.
Primero le robaron el carrito en el supermercado, así que tuvo que ir detrás de la señora que defendía a capa y espada que aquel carrito le pertenecía. Al final llamó la atención de la seguridad con el jaleo, y teniendo más que asumido que en una guerra contra una ancianita "inofensiva" el que acabaría mal parado sería él, aceptó la derrota e hizo la compra de cero. Luego fue a por la oficina de empleo donde esperaría la fila más larga que había visto en años, llegando a dar casi una vuelta al edificio. Y después de tener que poner en su sitio a un par de listillos que querían colarse en un parpadeo, fue su turno. El proceso fue largo y tortuoso, y en todo momento sentía como la mujer delante suya le juzgaba por no ser capaz de mantener un trabajo fijo por más de dos meses. En su currículum lo ponía todo, le estaba leyendo literalmente la cartilla, y él no se podía sentir más humillado consigo mismo.
Lo gracioso de todo esto es que al final no le concedieron el paro por llevar más de quince días desde que perdió su anterior empleo de camarero, así que con casi tres horas de su vida perdidas, tuvo que despedirse con educación y volver a su coche.
Solo para encontrarse una multa en el parabrisas por aparcar en una zona de carga y descarga.
Recogiéndola y metiéndola en el bolsillo, entró en el coche con extraña tranquilidad, y cuando estuvo dentro aporreó la bocina del coche con la frente, ganándose una mirada de una mujer y su hijo en la calle que aceleraron el paso por si acaso.

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3li - NaibEli
FanfictionTracy llama a Naib para desvelarle su proyecto secreto que revolucionará el mercado para siempre. No fue hasta que el nepalí escéptico vio de lo que se trataba que se dio cuenta de que en esta ocasión no se trataba de una exageración más de su amiga...