CAP 3: Tormento dorado

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¿Cuánto tiempo llevaban viéndose las caras? ¿diez?, ¿Quince minutos? Eso era lo de menos, solo que el chico que apenas iba despertando aún asimilaba que lo que sucedió el día anterior no había sido producto de su imaginación.

— Sigues aquí...— menciona en voz baja, sentándose mientras el fantasma tomaba asiento a pies de la cama, asintiendo gustosamente a la afirmación estúpida a su parecer.

— Así es. Ahora, ya que demostraste ser alguien cuerdo te daré lo que necesito para ser libre.— como si fuese cotidiano, el chico castaño asintió, esperando saber que se traía entre manos ese muerto extravagante de enorme sonrisa.— Dicen que morí en el salón, eso es... parcialmente cierto. Pero, ¿Y si vamos al baño del último piso?

— ¿Disculpa?

— Verás, es sencillo. Es como... ehm... ¿Una regla de fantasmas? Y un salón sucio no es para mí, los baños son mejores. Además, ¿Por qué no? Los espejos son fuente necesaria para portales que unen un mundo con otro que no podemos entender.— contaba mientras su voz hacía aquel eco característico al darle una tomada mística.— Es por eso.

— Eso... no tiene mucho sentido.— el menor que estaba entre las sábanas, suspiró mientras se preparaba para un día de clases más, sumado al castigo de hacer limpieza con sus amigos.— Y... Verás, no puedo hablar contigo, ¿Comprendes? Al menos, no en clases. Creerán que estoy demente.

— ¿Y no lo estás..?

Un largo silencio que hizo en la habitación. Dipper hacía su corbata mientras observa el espejo y la silueta difusa del rubio detrás suyo a varios pasos. No estaba loco, la situación era loca, pero él... él estaba completamente bien. Con un fantasma con el que hablaba y ayudaría, pero estaba bien.

— Pfff. Estoy bien.— rodó los ojos, bajando las escaleras a la vez que el jovencillo le seguía flotando, observando cada cosa que hacía, como desayunar y esas cosas de humanos que a veces extrañaba.— Vámonos. En el baño ese haremos lo que sea raro que vayas a hacer y nos iremos a clases al terminar el recreo. Y no quiero ni u-

— ¿Por qué me das órdenes?— preguntó éste, levantando una de sus cejas mientras negaba suavemente, no permitiría que lo trate de ese modo, pero ¿Qué se podía esperar de un puberto?— como sea. No vuelvas a hacerlo, mocoso. Es molesto.

Un suspiro ya característico del castaño abandonó sus labios, saliendo en compañía del mayor, esperando el autobús donde seguramente estarían sus amigos.

— Así que tu nombre es Dipper, ¿Verdad?— inició la conversación para no morir de aburrimiento, bueno, morir otra vez, solo que de forma patética e irreal.

— No, mi nombre es Mason. Dipper es una especie de... Apodo.— explicó, arreglándose el flequillo por inercia, cada que lo decía se avergonzaba de aquella marca que todos decían era impresionante o linda a la vista.— pero eso es lo de menos. Mira, ahí viene.

Ambos, inclinaron apenas su cuerpo para ver el autobús, subiendo primero el castaño que por alguna razón era observado de forma extraña por los demás, aunque todo pasó al instante cuando sus amigos le llamaron.

— ¿Estás bien..?— Finn lucía algo preocupado, al igual que Marco que sonreía comprensivo.— Ya sabes... por lo que pasó.

— No tienes que venir a clases si no quieres— agregó el moreno, confundiendo al chico que rió extrañado por la preocupación repentina de sus amigos.

— No fue la gran cosa. Estoy bien. Solo me desmayé, no estoy al borde de la muerte o algo.— mencionó animado.

Sus amigos solo asintieron levemente, riendo igual que el más bajo, de manera extraña, pero seguramente solo exageraban.

Todo el camino hablaron de como se repartirían la labor de la basura o cosas de las clases de cualquier otro estudiante de secundaría, hasta que bajaron y entraron a sus salones.

— Dipper. Dipper.— llamaba el extravagante fantasma que estaba sentado sobre su carpeta, haciendo que el mismo rodase los ojos.— 

— Bájate de mi lugar, Bill... Y te dije que aquí no.—agregó en voz baja, haciendo su mayor esfuerzo para no llamar la atención mientras se sentaba y sutilmente trataba de echar el cuerpo del rubio de encima de su mesa—ya quítate, molestas.

— Ehh... Dipp. ¿Con quién hablas?— preguntó Marco, curioso por escuchar los murmullos de su amigo, acercándose a él para escucharle mejor.— ¿Seguro que estás bien?

— ¿Yo? Con nadie. — respondió con una sonrisa, escuchándole el "¿¡Nadie!?" del jovencito que bajó de su mesa— Conmigo mismo. ¡E-esta mancha! Sabes que odio la suciedad, mira que sucia está.—agregó, señalando un dibujo a lápiz en su sitio, se parecía a Bill.

— Ese es... 

— ¡Buenos días, clase!— saludó el maestro, mientras el chico de rizos limpiaba su mesa, saludando cortésmente mientras el contrario aún le miraba.

— Debes tener cuidado, Dipper. O tus amigos te verán por loco.— susurró el rubio, desapareciendo de momento.

— Yo no soy ningún loco, rubio tonto.— respondió, esta vez aún más bajo, siendo opacado por otros murmullos de su clase que estaban en lo suyo mientras sacaban sus cuadernos y libros.

   Pasaron las horas, las suficientes como para llegar al receso de clases, así que salió sin sus amigos para subir las escaleras.

— Dipp, ¿A dónde vas?— preguntó Finn quien iba acompañado del latino que comía un dulce.

— Arriba, empezaré con la limpieza. Así quedamos, ¿No?— les sonrió, dejándoles para apresurarse.

— Marco... ¿Deberíamos decirle a Mabel?—preguntó al contrario que tragó algo de saliva.

— Yo creo que... ella ya lo sabe...— respondió con seriedad, bajando la cabeza con desanimo— y la estamos ayudando a ella y a nuestro amigo... Hay que darle su espacio.







Palabras: 897
Día de publicación: 5-02-22

I fell in love with a ghost [Billdip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora