Al fin. Congelada, me sacudo las esquirlas de hielo de mi pelo castaño. Pirineos, superado.
Pero menudo frío. Me era imposible pensar durante mi estancia en las montañas. No tengo ni idea de cómo he podido sobrevivir allí arriba. Pero no me apetecía dar muchas vueltas a lo mal que lo había pasado, así que empiezo a andar.Francia. Jamás había salido de España, pero esperaba que este nuevo territorio no fuera muy diferente, y estaba en lo cierto. Todo está en ruinas, como yo creía. Edificios destruidos, plantas y árboles ocupando lo que antes eran carreteras, una familia de ginetas viviendo en una vieja furgoneta... Como mi antiguo "hogar".
Eso sí, allí había muchos, muchos más zombies. Y mucho más astutos y voraces. Con solo llegar, tuve que gastar tres balas para uno excesivamente hambriento.Decido no detenerme todavía, aún faltan unas horas para anochecer, y continúo andando, mucho más tensa en mi recorrido que en en España. Francia es más peligrosa.
Tengo un gran sentido de la orientación, así que me muevo hacia el norte.
Pasan varios días, en los que subsisto gracias a centros comerciales aún sin explotar, con mucha comida (al menos, para mí, la suficiente) que puedo sacar con algunas complicaciones de las tiendas. Repito, Francia es mucho más peligrosa. Tanto, que en vez de hacer campamento tengo que meterme dentro de almacenes abandonados para dormir, no sin antes una debida inspección del interior.
Y, así los días y las noches, hasta que llego a Toulouse. Lo sé, por un cartel tirado en el suelo que pisé por accidente. O, al menos, eso creo. Rubén me enseñó un poco a leer algunas palabras sueltas.
Me quedo maravillada. Toulouse es realmente bonito, incluso así, en ruinas. Estoy tan fascinada, que bajo la guardia.
Sin saber que estoy metida en un nido de monstruos.
Reacciono demasiado tarde. Un zombie se me lanza encima y me tira al suelo. Le sujeto como puedo, mientras tanteo mi cinturón buscando un arma. Mi cuchillo.
Le "semidecapito" y con un rugido, el zombie queda más débil. De una patada le quito de encima mío. Un montón de monstruos empiezan a salir de edificios cercanos, alertados por el ruido.
Mierda, ¿cómo es que hay tantos?
Los zombies se empujan unos a otros, se caen y se rebozan en el polvo del suelo, en su afán de alcanzar a su presa. Es un escenario repugnante.
No me quedo ni un segundo más. Busco con la mirada una vía de escape. Veo una calle despejada, y corro hasta allí sin mirar atrás. Detrás escucho los gruñidos y rugidos de mis perseguidores.
Por desgracia, la calle da a un callejón, y mi huida queda cubrida por una valla. Me giro y agarro mi pistola. No voy a morir sin luchar. Los zombies giran la esquina y corren hacia mí. El callejón es largo, y estrecho.
Pego dos tiros y mato a dos de ellos al instante, pero no detengo a los demás. Está claro que la solución no es liarse a hostias con una centena de zombies. Necesito otra idea.
Retrocedo y palpo con urgencia la valla. No tengo mucho tiempo.
Mi mano topa con algo.
Un agujero. ¡Un bendito agujero!
El hueco es pequeño, pero no soy lo que se dice "entradita en carnes" (a lo que ha ayudado mucho mi condición) así que puedo colarme por ahí.
Me agacho, y repto a través del agujero. Me araño la cara y mi chaqueta se engancha, pero la libero de un tirón, desgarrándola. Pero el precioso segundo que tardo en liberarme, les sirve a los zombies para alcanzarme.
Justo cuando estoy a punto de salir, un zombie me agarra el pie. Grito y vuelvo a caer. Intento zafarme, pero mi captor es fuerte y pronto llegarán sus compañeros para ayudarle a acabar el trabajo. Así que saco mi cuchillo y le corto la muñeca. Después, le pego una patada en la cara, dejando la suela de mi vieja deportiva como recuerdo.
Me levanto y me quito la mano enganchada a mi tobillo. Pero enseguida tengo que seguir corriendo, ya que al momento los zombies empiezan a saltar por encima de la valla, trepando por ella.
Los pulmones me arden y siento que el pecho me va a explotar. Pronto no podré seguir huyendo, y será mi fin.
Llego a una plaza, y está hasta las cejas de monstruos, y todos van hacia mí.
Intento disparar pero uno de ellos se me tira encima y me golpeo la cabeza con el suelo. Lo último que oigo antes de quedarme inconsciente es un silbido y un rugido.
Abro los ojos
¿Dónde estoy?
Me intento levantar, pero un mareo me obliga a sentarme en las mantas en las que estaba dormida. Desde allí, tengo una mejor perspectiva.
Estoy en el tejado de una casa. Al lado mía están mis cosas, y enfrente hay restos de un fuego y objetos que no son míos, ya que no los reconozco. Entonces recuerdo lo que pasó.
Lo primero que hago es comprobar si tengo mordeduras. Parece que no, ya que si tuviera alguna sentiría mucho dolor en la zona infectada, como si me estuviera quemando.
Ya más tranquila, porque está claro que esto no es el refugio de un zombie, me miro los cortes de la cara y compruebo que han sido curados y desinfectados debidamente. Solo tengo un chichón que me duele mucho en la cabeza y una chaqueta ya inservible.
Una chica joven de entre 20 y 30 años salta desde el tejado de otra casa hasta la que yo me encuentro. Sin prestarme atención todavía, se agacha junto a la hoguera y revive el fuego. Tiene el pelo castaño oscuro muy corto y ojos marrones. Es delgada, y viste con ropas negras también desgastadas como las mías. Al acabar su tarea, se gira para mirarme y me pregunta algo en francés. Me quedo extrañada, y la chica vuelve a repetir lo mismo, esta vez en inglés. Niego con la cabeza para indicar que sigo sin entenderla. Finalmente, habla en castellano.
-¿Quién eres y como has llegado hasta aquí?- dice bruscamente.
-Me llamo Mayra.- decido no contarle más, aún no sé si confiar en ella, aunque me haya salvado.
La chica se queda esperando a que siga hablando, pero al ver que no continúo, se encoge de hombros.
-¿Piensas marcharte pronto?-
Ladeo la cabeza. No parece que le guste mucho la compañía.
-En cuanto pueda.-
Suspira.
-Bueno, mientras puedes quedarte aquí.-
Da por concluida nuestra conversación y se da la vuelta. No parece muy habladora.
Supongo que lo mínimo que puedo hacer es agradecerle lo que ha hecho por mí, incluso sin conocerme.
-Bueno, pues gracias por salvarme... esto...-
La chica se gira y me dedica una sonrisa socarrona.
-Puedes llamarme Melo.-
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Condenados
Fiksi UmumLa raza humana está condenada. Una enfermedad muy contagiosa se propaga a niveles internacionales por todo el planeta. Solo queda mantenerse con vida el mayor tiempo posible. Dos chicas de 14 años tendrán que aprender a sobrevivir en un mundo al bor...