Capítulo 3: La Captora del debutante

28 3 3
                                    

Estaba ahí con mi padre, mis hermanos y mis hermanas, quienes veían como podían arreglar el velo de novio, pero al final decidieron hacerlo parecer parte del traje cuando cortaron el pantalón de mezclilla en las rodillas, esto era incomodo, mis piernas estaban al descubierto y el traje parecía más revelador ahora que recatado, estaba listo para que en la sociedad se me criticara, cuando terminaron con tan grave hazaña, la cual podría ser un suicidio total y mi posible salida del mercado matrimonial, tal vez para siempre. Estuve listo para que mi entrada a la sociedad y al mercado del matrimonio fuese de todo menos lo que esperaba, era una realidad que yo no era lo que las mujeres esperarían, mi cabello en rulos rubio solía estar enmarañado por las mañanas, mis ojos azules y la estúpida cicatriz no ayudaban a este cometido, normalmente se esperaba algo que sobresaliera del debutante, pero yo sabía que todos mis "encantos" solo parecían pelear unos con otros, carecía de un rostro armonioso o un cuerpo espectacular, nada que ver con mi padre que tenía un cuerpo mazado producto de las largas horas en el centro deportivo, no tenía el rostro sereno y hermético de Carlisle, tampoco la mirada tan llena de vida de David, yo estaba perdido en esta guerra y lo sabía.

Estar arriba del taburete frente a un triple espejo no ayudaba, seguía viendo mil y un defectos en mi persona, que soy bajo, que mi cabello rubio se ve opaco, que mis ojos azules se ven apagados, que la cicatriz que traspasa mi ceja, que ahora se podían ver mis rodillas y mis piernas gordas sin definir, que ahora parecía un fantasma de lo pálido que me notaba, estaba a un regaño de soltar en llanto, pero por fuera estaba tratando de ser hermético y fallaba porque mis ojos trasmitían todo mi sentir, esos ojos azules apagados sin vida parecían hablar por mí.

—¿Nervios de debutante?—hablo mi padre viendo alrededor como si de un tiburón a su presa lo hiciera, realmente la comparación sonaba mejor de como realmente se sentía, al menos el tiburón acabaría con mi sufrimiento más rápido, mi padre me estaba preparando para vivir una tortura.

—La verdad... Ni sé que es lo que siento—mencione frunciendo mis labios al terminar la frase, enfocando mi vista en lo insípido que me veía, era tan sin chiste, tan intranscendental, tan imperfecto, baje del taburete sin que hubieran terminado de arreglarme y camine de un lado a otro cual león enjaulado, sin mirarlos en ningún momento, sabía que mi padre se detuvo al verme mi ir y venir, ya que sentí su vista pesada en mi persona, y el pequeño David empezó a imitarme en mis vueltas, mantenía mi mano debajo del mentón y la otra en mi cintura.—Papá, yo realmente no deseo casarme—hable viéndole a los ojos, sus ojos azules me regresaron la vista, estos se notaban profundos y tal vez algo tétrico.

—¡¡¡¿Qué has dicho?!!!—pregunto mi padre con una cara completa de molestia—no jovencito, a este mundo no le importa lo que nosotros queramos, solo le interesa que puedas encontrar alguien que se haga cargo de ti—contesto molesto y frio mi padre, el miedo que sentí me trajo a mi infancia cuando mi padre me enseñaba los modales que debía tener, recordé sus regaños y por instinto me hice automáticamente hacia atrás, sabía que no golpearía, desde pequeño me quedo claro eso, si lo hacía podían llevarlo a la horca, pero ver esa cara llena de decepción, su mirada cargada de desilusión, me recordaba que era más una carga para mi familia que un apoyo, verlo enfrente mío me recordó sus miradas de reproche y hastió de cuando era pequeño, me dolió por completo, sentí como si un rayo atravesase mi corazón, bueno al menos eso sentí, y como reflejo, salí de la habitación de inmaculada blanques, hacia el corredor de piso alfombrado carmesí y paredes castañas, tapizadas de cuadros de mujeres que me juzgaban, sentí mi pecho subir y bajar hiperventilando con dificultad para respirar producto del miedo y el Charleset, sin pensarlo comencé a correr sin importarme donde terminara, seguir viendo ese corredor llena de ojos juzgadores me seguía haciendo sentir la peor basura de este mundo, y ahí corriendo por el pasillo sin una dirección llegue a sentir un atisbo de libertad que rápidamente se vio opacado por el miedo, la sensación se acrecentó aún más y termine corriendo con los ojos nublados, ahora golpeándome con cosas, tropezando por la alfombra del piso y por poco salía despedido por una de las ventanas del castillo, pero en lugar de eso me di de lleno en una pared, el golpe si fue duro, tanto que me hizo caer al piso, acto que me preocupo y rápidamente revise si no había ensuciado el velo, con cuidado lo tome y lo enrolle en mi brazo, sentándome en esa pared que me protegió por que otro poco y el velo como mi ropa terminarían machados de rojo sangre, y yo si hubiera logrado escapar de esta tortura pero con el caro pago de mi existencia, sería la peor muerte y la más patética.

Los WeddingtownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora