Me dolía la cabeza y no sabía cuánto tiempo había dormido, aun me sentía de la patada, el terror me embargaba, aun recordando las imágenes de esos pobres hombres, sé que no debería sentir pena por ello, lo que hubieran hecho los habían hecho acreedores a tal castigo, intente sacar esas imágenes de mi cabeza.
Abrí mis ojos viendo al techo y con ello a unas cortinas blancas, todo parecía el paraíso, las puertas hacia el cielo, parecía algo poético si se piensa un poco, poético y patético, hey algo prácticamente patético, mientras yo me quejo de mi suerte personas sufren, que bien Brandon, ¿alguien quiere pensar en los hombres?
—¿Estoy muerto?—Pregunte con ligero tartamudeo y ligero tono de miedo en mi voz, escuche una ligera sonrisa que sonaba algo alejada, aun temí a por mi salud e integridad, Estela y David estaban cerca de mí, me levante de la cama sintiéndome engarrotado—¿estoy en el paraíso?—pregunte con inseguridad en mi ser.
—Sigues vivo hermano—comento estela sosteniendo una muñeca de porcelana en sus manos, solamente, esto tenia que ser el cielo, a una niña no se le permitía jugar con una muñeca, la crianza le pertenecía a los hombres y tenia que ser conforme a la reglas de genero impuestas hace siglos.
—Deja a la hija de David, Paola es su responsabilidad Estela—Hablo mi hermana Aria con su típico tono frio y distante, yo la vi a la cara y de nuevo desfilaron imágenes de mujeres torturando a hombres, tenía miedo, yo solo deseaba estudiar conocer mas del mundo, no dejar que alguien decidiera por mí, no esperar pertenecer a nadie tal como dictaba nuestra sociedad.
Deje escapar unas lágrimas, la cabeza aun me punzaba y llorar no aliviaba en nada mi sentir, era un ave enjaulada en oro y diamantes, una moneda de cambio, un precio a pagar por un estatus mayor.
Volví a respirar, sintiendo una dificulta al hacerlo, David me vio con su carita triste.
—Ya tranquilo hermanito, encontraras a una chica que te ame ya lo veras, serás el diamante en bruto de la temporada—comento con una sonrisa en su rostro, sosteniendo a su muñeca de porcelana—tengo un peluche que siempre me cuida cuando me siento triste—comento con alegría David—¿me cuidas a Dana?—pregunto mi hermanito dejando a la muñeca a un costado de donde yo veía, me quede ahí, notando sus piel de color oscura y pálida, sus ojos azules, sus caireles castaños, viendo de alguna forma mi futuro, viendo en Dana mi futuro criando a mis hijos, una responsabilidad para la cual no me sentía preparado, ni deseaba.
—Pequeña sobrina—dije en tono bajo—solo deseo conocer todo y no casarme, deseo ser libre, deseo no seguir lo que otros esperan de mí, deseo estudiar y aprender, vivir de mis habilidades, no de como trate a mi amada—susurre a su oído de la pequeña figura de porcelana abrazándola con mucho cuidado, de mantenerla a salvo, por esto es que nos hacían ejercitar en el complejo, la idea de mantener la masa muscular era para proteger y cobijar, para transmitir un lugar seguro, no solo como una forma de atraer la atención o imponer respeto, no solo como una forma que a la larga nos mantendría servibles.
Servibles, la palabra mágica, solo funcionábamos como un pañuelo de tela, algo que puedes usar, lavar y volver a ocupar, algo que a la larga se desgasta y que tarde o temprano prescindes de este.
Solté lágrimas, agradecía que aún no me delinearan los ojos o el maquillaje se hubiera corrido, mis guantes azules no estaban por lo que pude enjugarme las lagrimas con el dorso de mi palma.
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Los Weddingtown
RomanceEn la sociedad aristocrática británica, una familia prepara al futuro debutante, el querido Brandon Weddingtown, será presentado ante sociedad como un futuro caballero desposado, el mas importante papel que un hombre puede ocupar en esta sociedad re...