Capítulo VIII

682 94 266
                                    



La cena siguió su curso, y, como cada cosa que preparaba Mateo, los brownies fueron un deleite culinario.

El cuervo, se quedó un rato más de visita, asegurándose que "Solo el vino se me subió a la cabeza" y no era otra cosa, por ejemplo: que un títere con hechizo de proyección nos había atacado.

Conversamos y recordamos entre risas nuestro primer encuentro en el edificio. ¿Quién diría que la chica que dijo que iba de paso terminaría invitando a su apartamento al vecino chismoso? Ironías de la vida.

Con el encuentro cercano a la muerte y el estómago casi a reventar, la pesadez no tardó en embargarme y los bostezos se hicieron cada vez más ruidosos y prolongados. Mateo, se dio cuenta que me estaba quedando dormida, así que amablemente agradeció la invitación y se retiró a su respectivo apartamento, no sin antes claro, volver a preguntarme si me sentía bien, la verdad, yo solo quería dormir; sentía como si un camión me hubiera pasado por encima, además, necesitaba estar a solas con René para revisar con detenimiento el objeto de amarre, ese pendiente me tenía ansiosa.

—Vaya noche—exhalé exhausta.

René y yo seguíamos hechos un ovillo en el sillón.

Realmente, me estaba quebrando la cabeza pensando qué cosa era la que podrían querer las entidades mágicas que nos acechaban.

Rebusqué en el bolsillo de mi pantalón y saqué el prendedor con forma de árbol, colocándolo en la frazada en medio de los dos para examinarlo, al instante, fijamos la mirada en el objeto, expectantes.

— ¿Qué está sucediendo, Vero? —me preguntó René con desconcierto—. Últimamente nos han atacado como si las puertas del infierno se hubieran abierto.

Me pasé una mano por el cabello, inquieta.

—No creo—hice una mueca como si su comentario fuera exagerado intentado disminuir la tensión—, ¿o sí? —me contradije al instante.

Todo era posible.

—Esperemos que no—respondió molesto—, porque esos desgraciados no tendrían razón de venir detrás de nosotros, no has usado tu magia ni hemos interferido con la línea del tiempo.

—Como es costumbre—agregué divertida al recordar nuestras aventuras—. Entonces—proseguí—, ¿cuál es el problema? —cuestioné dejando caer las manos de golpe a la frazada, ocasionando que el prendedor rodara hacia René.

—Por lo menos el objeto de amarre ha perdido su efecto—afirmó soltándole un manotazo con recelo—, al dañar al títere no podrán volver a proyectarse. Solo sé, que no pueden ser todas casualidades, Vero, si siguen las cosas así...—hizo una pausa y comenzó a mover su cola intranquilo—, sabes que tendrás que comunicarte con tu Cuidadora.

—No empieces—rodé los ojos con fastidio—, lo último que quiero es que esa mujer me sermonee—me quejé.

—No seas irrespetuosa muchacha—me dio un golpe con su pata delantera en el brazo—, esa mujer te crio y te enseñó todo lo que sabes de magia.

—Pues claro, ¿qué alternativa tenia? Si mis padres viajaban en el tiempo felices estafando y utilizando sus poderes a conveniencia—solté con rencor.

Hablar del tema me removía las entrañas.

—Quieras o no, eso nos ha permitido tener el estilo de vida que tenemos.

Bufé.

¿Pero a qué costo?

—Solo digo que ya lo resolveremos en la marcha, René—afirmé colocando el prendedor en la mesa—, hemos estado solucionando las cosas muy bien aun sin mis poderes, así que...—me encogí de hombros—. ¿Qué más da?

La bruja que jugaba con el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora